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Qué busca Trump en Europa para su guerra comercial con China

El presidente de EEUU, Donald Trump
12 de abril de 2025 22:27 h

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Estados Unidos busca ampliar su mercado y frenar el crecimiento chino a través de una guerra comercial y una política arancelaria que están marcando el escenario internacional. Dentro de esa dinámica, Washington indaga en el acceso a minerales críticos y tierras raras, claves para el sector tecnológico, y de las que China posee casi la mitad de las reservas mundiales, seguida de Brasil.

Esta semana, como condición para bajar las tasas a los productos europeos importados, el presidente estadounidense ha sugerido que Bruselas debe comprar más energía a EEUU. La Unión Europea ha dicho que está dispuesta a “negociar” en ese sentido, aunque ha precisado que son las empresas las que discuten y firman estos contratos.

“La mitad de nuestro gas natural licuado (GNL) ya viene de Estados Unidos y estamos dispuestos a ir más allá”, señaló el martes la portavoz comunitaria de Energía, Anna-Kaisa Itkonen. Washington ya es el principal proveedor de gas natural licuado para la UE, con un suministro del 45% de las importaciones el pasado año.

Desde 2016 las compras por la UE de este tipo de gas estadounidense han aumentado cada año y, a partir de 2022, con la invasión ilegal rusa de Ucrania, el crecimiento fue mayor, hasta llegar a duplicarse.

El gas y el Nord Stream

Desde 2022 la UE ha reducido notablemente su adquisición de combustibles fósiles rusos. Estados Unidos se ha beneficiado de la guerra de Ucrania en ese sentido. Ha podido impulsar su venta de gas y ha ganado clientela europea, incrementando sus exportaciones. Además, ha visto cómo Alemania y Rusia se enemistaban, tras años de un acercamiento al que Washington se resistía.

En ello jugó un papel importante el destino de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, trazados en alta mar para transportar gas de Rusia a Alemania, a través de un acuerdo entre Moscú y Berlín. Las tuberías fueron construidas con capital mayoritario de la empresa estatal rusa Gazprom, y con el respaldo de cinco empresas energéticas europeas, entre ellas dos alemanas. El Nord Stream 1 comenzó a funcionar en 2011, y estaba previsto que el Nord Stream 2 lo hiciera en 2022, lo que iba a garantizar grandes beneficios económicos al Estado ruso.

EEUU presionó al Gobierno de Angela Merkel para que se retirara del acuerdo para el Nord Stream 2, y en 2018, con Trump como presidente, llegó a imponer sanciones a las empresas involucradas en su construcción, lo que provocó la retirada de dieciocho compañías europeas. Aún así, el proyecto siguió su curso. Además de EEUU, también Polonia y Ucrania percibían el proyecto como una amenaza para sus intereses, porque disminuirían sus ingresos por las tarifas de tránsito del gas por sus territorios.

La Guía Provisional del Pentágono, desvelada hace días, pide priorizar el Indo-Pacífico y presionar a “los aliados" para que suban el gasto militar

Un par de semanas antes de la invasión rusa de Ucrania, el presidente Joe Biden llegó a amenazar con hacer desaparecer el gasoducto: “Si Rusia invade Ucrania, no habrá Nord Stream 2, acabaremos con él”, dijo en una rueda de prensa con el canciller alemán, Olaf Scholz, el 7 de febrero de 2022. “¿Cómo lo van a hacer, exactamente, si el proyecto está bajo control del Gobierno alemán?”, le preguntó una periodista. “Se lo prometo. Seremos capaces de hacerlo”, contestó el presidente estadounidense.

Aquello constituyó un desafío en directo a la soberanía alemana, ante el cual Berlín se sometió, sin aparente disgusto. Meses después, en septiembre de 2022, se produjeron los atentados contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que dejaron dañadas e inutilizadas varias tuberías. Un día más tarde se inauguró el Baltic Pipeline, un nuevo gasoducto impulsado por Polonia y Noruega, con el apoyo de EEUU, que atraviesa Dinamarca y transporta gas del Mar del Norte.

El sabotaje contra el Nord Stream redujo las posibilidades de un acuerdo para un alto el fuego en Ucrania. Rusia había suspendido el suministro poco antes, en agosto, como modo de presión para exigir el levantamiento de sus sanciones. La reanudación del flujo de gas entre Moscú y Berlín era una herramienta que podía usarse para trabajar en las negociaciones. Alguien quiso volar por los aires esa vía, en un momento en el que se acercaba el invierno y, con él, la necesidad de gas para calentarse en Europa. Sin capacidad para funcionar, se acababa la tentación de buscar alternativas reanudando el suministro ruso.

La OTAN es una de las herramientas al servicio de la estrategia de EEUU en su guerra comercial con China

Poco después de los atentados, Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EEUU, dijo estar muy satisfecha porque el Nord Stream “es ahora un trozo de metal en el fondo del mar”. Por su parte, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que la destrucción de los gasoductos representaba una “tremenda oportunidad estratégica para los próximos años”.

La guerra de Ucrania continuó su curso, en un conflicto de enorme desgaste para el país y el pueblo ucraniano. EEUU y la UE siguieron enviando armamento y ayuda de inteligencia a Kiev, y Washington logró incrementar clientela europea a la que vender su gas licuado, a un precio muy superior del gas ruso. Ahora Donald Trump reclama a la UE que aumente más aún esas importaciones, mientras busca acceso a las tierras raras ucranianas en las negociaciones con Moscú, en una propuesta de reparto neocolonial.

En el marco de las negociaciones actuales, Rusia ha planteado el restablecimiento del Nord Stream para suministrar energía rusa a Europa. En Alemania una parte importante del poder político se opone a ello e insiste en el rearme ante Moscú. El Financial Times informaba recientemente de que un empresario estadounidense, en conversaciones con Trump, busca crear un consorcio de inversores para reactivar el gasoducto, lo que podría otorgar a Washington un importante control sobre esos suministros energéticos. Pero para ello necesitaría un acuerdo con Putin, o un modo de imponerse. De momento, la guerra continúa.

EEUU pretende externalizar más sus tareas militares en Europa y Oriente Medio, apoyándose en la OTAN, Israel y socios del Golfo, para centrarse en China

La extensión militar

Desde la desintegración de la Unión Soviética hasta hoy, Estados Unidos ha buscado mantener y ampliar su hegemonía en el mundo. Ha usado para ello herramientas políticas, comerciales y militares, con más de ochocientas bases repartidas en más de 70 países y la extensión de la OTAN hacia el este europeo.

Unos meses después de la invasión ilegal de Irak, en 2004, la Alianza Atlántica experimentó su mayor expansión, con la integración de siete nuevos países, todos ellos pertenecientes al este de Europa, y varios fronterizos con Rusia. Esa extensión continuó en años siguientes, con la propuesta de George W. Bush de incluir a Ucrania y Georgia en la organización militar y con la entrada de otros tres integrantes.

En Oriente Medio Washington intenta mantener y aumentar su órbita de influencia a través de sus aliados en el Golfo y de su socio preferente, Israel. Este último año y medio el Ejército israelí ha extendido su ocupación ilegal en Palestina, Siria y Líbano, en parte gracias al apoyo y la financiación estadounidense.

En su propósito de no perder hegemonía ante China, EEUU condiciona la agenda europea e intenta arrastrar a sus aliados

Recientemente, el diario The Washington Post publicaba un memorándum del Pentágono, de orientación interna, firmado por el secretario de Defensa, Peter Hegseth, en el que se pide priorizar el escenario Indo-Pacífico e incrementar esfuerzos para evitar la toma de Taiwán por parte de China. El memorándum, denominado “Guía Estratégica Provisional de Defensa Nacional”, pide “proporcionar ayuda militar” a Israel y armamento a los socios del Golfo, y plantea presión a “los aliados en Europa, Oriente Próximo y Asia Oriental” para que aumenten su gasto militar.

En este contexto se enmarca el plan de rearme de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen -con una cifra sin precedentes de 800.000 millones de euros- diseñado para asumir más tareas de la estrategia estadounidense, sin advertir de los riesgos, como ya señalé en otro artículo.

El próximo mes de junio todas las naciones europeas de la OTAN asistirán a la Cumbre de la Alianza Atlántica en La Haya, en un momento en el que la organización militar, liderada por EEUU, forma parte de la estrategia de Washington en su guerra comercial con China. Donald Trump ha pedido a sus aliados un aumento del gasto militar de hasta el 5% del PIB, y se prevé que en la Cumbre se exija un acuerdo para llegar al 3%, o incluso un 3,5%. Países como Reino Unido o Finlandia ya han anunciado recortes en políticas sociales para incrementar el gasto militar.

Con todo ello Estados Unidos pretende externalizar más sus tareas militares en Europa y Oriente Medio, dejar que recaigan en sus aliados, para centrarse en Pekín y el Indo-Pacífico. En su empeño en mantener su hegemonía frente al crecimiento chino, Washington interviene en la agenda europea e intenta arrastrar a sus aliados.

Esta semana Japón y la OTAN estrecharon colaboración y Tokio afirma que una OTAN más fuerte le 'beneficiará enormemente'

La Estrategia del Indo-Pacífico

La competición con China no ha empezado hoy. En 2021 se creó la alianza estratégica militar AUKUS, entre EEUU, Australia y Reino Unido y poco después Washington aprobó la Estrategia militar del Indo-Pacífico, diseñada para contener el avance de China y centrarse “en cada esquina de la región”: “Ningún área será más importante para el mundo y para los estadounidenses que el Indo-Pacífico”, indica el documento.

El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, señaló entonces que esta estrategia de EEUU parecía, en realidad, un intento de establecer una nueva “OTAN” en la zona, con una “mentalidad anticuada de la Guerra Fría” para mantener la hegemonía de EEUU.

En 2022 la guerra de Ucrania fue presentada desde algunos sectores estadounidenses como un mensaje para China, como ensayo, ejemplo y advertencia de lo que podía ocurrir en el Indo-Pacífico. Por ejemplo, el conocido politólogo estadounidense Francis Fukuyama, estableció un paralelismo entre el papel de Ucrania y Taiwan, esta última reclamada por Pekín como territorio propio, y considerada por Washington como enclave estratégico:

“Confiemos en que Taiwan se dará cuenta de la necesidad de prepararse para luchar, como han hecho los ucranianos, y restablezca el servicio militar obligatorio”, escribió Fukuyama en 2022. En esas mismas fechas China lamentó públicamente que EEUU y Reino Unido usaran “la cuestión ucraniana para difamar o amenazar a China”.

Europa tiene poco que ganar y mucho que perder si opta por subordinarse a EEUU

En pleno desarrollo de la guerra de Ucrania, la Cumbre de la OTAN de 2022, celebrada en Madrid, aprobó la designación de China como “desafío” a “los intereses y valores” de la Alianza Atlántica, liderados por EEUU. Casi tres años después, Trump impulsa de nuevo este objetivo, con guerra comercial, aranceles y estrategias militares.

Esta semana el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se reunió en Tokio con el primer ministro de Japón, para estrechar la colaboración entre las respectivas industrias de defensa. “Una OTAN más fuerte beneficiará enormemente a Japón”, afirmó el mandatario nipón. La Alianza Atlántica también ha expandido su colaboración militar en los últimos años con otros países cercanos a China, como Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda.

En el marco de la guerra comercial de Estados Unidos con China, Europa tiene poco que ganar y mucho que perder si opta por subordinarse a Washington. Para lograr autonomía, necesita contrarrestar su dependencia de EEUU, reforzar una política exterior propia y diversificar sus alianzas y relaciones comerciales, sin tener que formar parte de estrategias que la atrapan en riesgos y en intereses ajenos.

El crecimiento de China y el desarrollo del multilateralismo, con potencias regionales que buscan caminos propios fuera del paraguas del neocolonialismo estadounidense, son dos aspectos alarmantes ante la mirada de EEUU. Es en este contexto en el que opera Donald Trump, dispuesto a más tensión con Pekín y a fomentar el militarismo para evitar la pérdida de su hegemonía y beneficiar a las elites de su país, en detrimento de los intereses de las poblaciones, incluida la mayoría estadounidense.

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