Muere el expresidente de EEUU Jimmy Carter a los 100 años
Ha muerto Jimmy Carter (Plains, Georgia, 1924), expresidente de EEUU, según ha adelantado este domingo el Washington Post. Carter, que se encontraba en su hogar en cuidados paliativos, y votó en las pasadas elecciones, había recibido tratamiento por una forma agresiva de cáncer de piel tipo melanoma, con tumores que se habían extendido al hígado y al cerebro.
Fue el 39º presidente de EEUU entre 1977 y 1981. Antes fue gobernador y senador del estado de Georgia. También fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2002.
La presidencia de Jimmy Carter (1977 - 1981) quedó ensombrecida por grandes desafíos y varios fracasos. Uno de ellos fue el de convertirse en el primer presidente en no revalidar su mandato en más de 40 años. Sin embargo, tras más de cuatro décadas de activismo, voluntariado y diplomacia que le han valido un Premio Nobel de la Paz, Estados Unidos despide hoy al demócrata como su “mejor expresidente”. El expresidente había comenzado a recibir cuidados paliativos el pasado 18 de febrero tras varios problemas de salud. El 19 de noviembre, falleció Rosalynn, su esposa y “socia” en todo lo que consiguió, según el expresidente.
Nacido en Plains en 1924, Carter creció en una plantación sin electricidad ni agua corriente. Eran los años 20 en el Sur de la segregación racial. En el 53, recién casado y graduado de la Marina de EEUU, decidió regresar a casa para hacerse cargo de la granja familiar. Nueve años después, tras adentrarse en la comunidad local como pastor y profesor de catequesis, entró en política.
Lo hizo como un gran desconocido. En 1962 ganó por sorpresa su primera apuesta para convertirse primero en senador de Georgia y ocho años después en Gobernador. Tras perder la reelección, decidió apostar por la política nacional. Fue recibido con un reportaje titulado “Jimmy quién se presenta a qué?”. Aquel Jimmy era James Earl Carter Jr y también conquistó por sorpresa a unos votantes demócratas que le convirtieron en el 39º presidente de EEUU en 1976.
El país acababa de dejar atrás el escándalo del caso Watergate que terminó con la dimisión del republicano Richard Nixon, así como el final de la Guerra de Vietnam. El que Carter fuera casi desconocido más allá del Sur estadounidense pudo jugar a su favor. Pero la falta de vínculos con Washington, donde cualquier presidente necesita de pactos dentro y fuera de su propio partido, acabó pasándole factura.
Uno de los últimos golpes de su carrera política fue precisamente el anuncio de otro demócrata, Ted Kennedy, de que sería su rival en las elecciones en las que Carter aspiraba a la reelección. Kennedy estaba aprovechando la caída en las encuestas de Carter por su pobre gestión de una crisis económica con la inflación en el 13%, amenazas de recesión y la escasez de petróleo, que obligaba a los estadounidenses a hacer largas colas en las gasolineras para llenar el depósito.
El discurso del malestar
La tensión se acumulaba en las calles cuando Carter canceló, en el último momento, el tradicional discurso del presidente con motivo del Día de la Independencia, el 4 de julio de 1979. Tardó 10 días en aparecer. Se refugió en la residencia de Camp David, donde muchos presidentes acostumbran a pasar días de descanso. Le acompañaban asesores, expertos y los responsables de escribir su próximo discurso.
La intervención, como su cancelación en la fiesta nacional, pasó a la historia. Es conocido como discurso del “malestar” —malaise—, a pesar de que Carter nunca pronunció esa palabra. Lo que sí dijo fue que la dura situación por la que atravesaba el país bien podría estar relacionada con la fiebre consumista y los hábitos de los estadounidenses de la época.
“En una nación que estaba orgullosa del trabajo duro y la fortaleza de sus familias”, dijo Carter en una intervención titulada 'Crisis de Confianza', “ahora demasiados de nosotros tendemos a adorar el consumo y la indulgencia”. El presidente afirmó que “la identidad humana ya no está definida por lo que uno hace, sino por lo que posee” y añadió que EEUU ya había descubierto que “poseer y consumir ya no satisface nuestras ansias de significado: acumular bienes materiales no podrá llenar el vacío de nuestras vidas”.
La osadía de pedir a los estadounidenses que recapacitaran sobre sus valores no fue el problema. Los ciudadanos respondieron favorablemente. Pero Carter no aprovechó el momento y juzgó mal su siguiente paso, cuando despidió a gran parte de su gabinete. Según su biógrafo, Jonathan Alter, fue “la segunda peor decisión” de su presidencia.
La crisis de los rehenes
La peor de todas marcó su mandato hasta el último día. Carter accedió en 1979 a acoger al depuesto sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, por “razones humanitarias”. El régimen del ayatolá Ruhollah Jomeini acababa de llegar al poder e interpretó la medida de EEUU como una ofensa. Poco después, centenares de seguidores de la revolución islamista tomarían la embajada del país en Teherán iniciando el secuestro de 52 estadounidenses en su interior.
La conocida como “crisis de los rehenes” duró 444 días. Más de un año en el que Carter fracasó en el primer intento de rescatarlos —murieron ocho militares estadounidenses—, recibió apoyo de Canadá y acabó aceptando un plan secreto —retratado en el film 'Argo' (2012)— que incluía simular la grabación de una película para que el servicio secreto liberase a seis diplomáticos que esquivaron el secuestro en la embajada, pero seguían atrapados en Teherán. Aquello ayudaría finamente a negociar la liberación de todos los rehenes, pero Carter no lo logró hasta los últimos instantes de su presidencia.
Y también ensombreció hasta uno de los mayores logros de su mandato: la firma de los históricos acuerdos de Camp David en 1978. Todos sus sucesores han intentado emular pactos similares, con mayor o menor éxito, porque aquella firma puso fin al conflicto entre Egipto e Israel, que ya acumulaba cuatro guerras en tres décadas. El logro había ocurrido, además, en una presidencia que también lidió con la cesión del control del Canal de Panamá, el diálogo con China o los acuerdos en armamento con Rusia, que invadiría Afganistán pocos días antes de dejar Carter la Casa Blanca.
Labores humanitarias
Las crisis internas y las tensiones internacionales han dejado poco espacio en la memoria de una presidencia que, ya en los años 80, tuvo un hueco para leyes pioneras. Carter aprobó la primera protección a denunciantes del gobierno, creó el Departamento de Educación y el de Energía, y fundó la Agencia Federal de Emergencias, que aceleró desde entonces la respuesta a catástrofes medioambientales. También firmó más de una docena de leyes medioambientales y llegó a instalar paneles solares en la Casa Blanca. Los retiró su sucesor, el republicano Ronald Reagan, tras ocupar su puesto en 1981.
Fuera de Washington, el demócrata ha dedicado más de cuatro décadas a apuntalar ese legado que le ha valido el título de “mejor expresidente”. Cumplió con la tradición de crear un centro presidencial tras su mandato, The Carter Center en Atlanta. Lo convirtió en el punto de partida de numerosas misiones humanitarias que van desde la lucha contra la malaria en África, resolución de conflictos y mediación, la vigilancia de las democracias en el mundo —bajó la calificación de EEUU durante el mandato de Donald Trump— o la construcción de viviendas en colaboración con Habitat for Humanity.
The New York Times recibió recientemente una de sus biografías con la duda de si era posible “elegir el momento más humillante” de su presidencia. A sus 100 años, con un Premio Nobel de la Paz y cuatro décadas de trabajo humanitario a sus espaldas, sin embargo, puede que EEUU tenga ahora varios ejemplos para elegir cuál será el mayor legado de la carrera de Carter.
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