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The Guardian en español

El primer día de los afganos bajo el control total de los talibanes: “No verás a nadie riendo”

Combatientes talibanes se reúnen para celebrar la retirada de las fuerzas estadounidenses en Kandahar.

Akhtar Mohammad Makoii

Islamabad —
31 de agosto de 2021 22:09 h

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Arifa Ahmadi* empieza su primer día bajo el control total de los talibanes quemando sus vaqueros y cualquier otra ropa que puedan desaprobar los extremistas, mientras la nación se despierta en una nueva era después de que las últimas tropas estadounidenses abandonasen el país de la noche a la mañana.

Ahmadi forma parte de la generación que ha crecido durante los últimos 20 años y ha disfrutado de libertad, educación y empleo bajo un gobierno respaldado por Occidente, pero perdió su trabajo después de que los talibanes tomaran el control del país.

“Me esforcé mucho por conseguir un trabajo en una oficina de aduanas en Farah y lo conseguí. Lo celebré con mis amigos. Los invité a mi casa. Estábamos muy contentos”, dice Ahmadi. “Pero lo perdí al cabo de sólo tres semanas. Los talibanes pidieron a muchas mujeres que abandonaran la oficina. Al ver la situación, ni siquiera intenté volver”.

“Un hombre con una larga barba está ahora sentado en mi silla”, añade.

Hasta ahora, los talibanes se han esforzado por mostrar una cara más conciliadora, prescindiendo de los duros castigos públicos y de las prohibiciones de espectáculos que caracterizaron su anterior etapa en el poder antes de 2001.

Pero Ahmadi abandonó Farah después de que los talibanes invadieran la ciudad y desde entonces vive en Kabul, con la esperanza de salir del país a través de una compañía extranjera.

“Llevo llorando desde esta mañana. Mi hermano ha salido a comprarme un burka y yo he quemado mis vaqueros. He llorado mientras los quemaba: he quemado mis esperanzas con ellos. Ya nada me hará feliz. Sólo espero mi muerte, ya no quiero esta vida”, dice Ahmadi.

“Desde que los talibanes tomaron Farah, he sentido que me caía. Hoy he sentido que me estrellaba contra el suelo y me moría. Ahora no siento nada, estoy muerta. Esta mañana todo ha terminado para mí, y también para toda la gente de la ciudad. No verás a nadie riendo. Un sentimiento absoluto de depresión recorre toda la ciudad”.

Kabul, ciudad sin vida

El Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha declarado este lunes que, con el fin de la operación militar de la OTAN, “ha comenzado un nuevo capítulo” para Afganistán, pero en las calles de Kabul mucha gente estaba desesperada y hacía cola en los bancos para retirar dinero.

Los talibanes han ordenado a los bancos reabrir este sábado, con un límite de retirada de 200 dólares durante una semana.

“He empezado mi primer día bajo dominio talibán en la entrada de un banco en la zona de Shahr-e-Naw de Kabul. He ido allí alrededor de las 6 de la mañana, antes de que el banco abriera, pero ya había mucha gente haciendo cola”, dice Nesar Karimi, un ingeniero de Kabul.

“He estado allí hasta las 12, pero han cerrado el cajero, han dicho que se habían quedado sin dinero y he vuelto a casa con las manos vacías. Había cientos de personas. Los talibanes golpeaban a la gente con tuberías, yo quería quedarme pero aquello era un lío y he vuelto a casa. Es el segundo día que trato de sacar algo de dinero, pero no he podido”.

“He vivido aquí en Kabul la mayor parte de mi vida, pero nunca había visto la ciudad así”, añade. “En las calles hay una ausencia de sentimientos. La gente ha perdido todos sus sentidos. Ahora ya no les importa, a mí ya no me importa; mi generación lo ha perdido todo en cuestión de horas. La gente está destrozada”.

La capital había sido la ciudad más liberal del país bajo el anterior Gobierno -sede de todo, desde el culturismo y las bebidas energéticas hasta los extravagantes peinados esculpidos, las canciones pop marchosas y las telenovelas turcas-, pero muchos de sus habitantes intentan ahora cambiar rápidamente su estilo de vida.

Incluso antes de que el último vuelo estadounidense partiera de Kabul, gran parte de la vida, del brillo y del ruido de Kabul ya se iban apagando a medida que los que quedaban atrás trataban de encajar en el tono estricto de sus nuevos gobernantes.

Llevar barba o no, cuestión de vida o muerte

“Decidí dejarme crecer la barba y llevar ropa tradicional afgana como primera medida de precaución para evitar su amenaza”, dice Jabar Rahmani, residente de la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif.

“Nadie debería tener a alguien diciéndole qué ropa o qué moda tiene que llevar, pero aquí debo hacerlo para seguir vivo. La distancia entre la vida y la muerte es muy estrecha bajo el control de esta gente. Llevar barba o vestir de cierta forma puede ser algo muy banal para la gente de otras partes del mundo, pero aquí es cuestión de vida o muerte”, dice.

“Había estudiado durante toda mi vida para hacer algo por esta tierra, pero esta gente ha enterrado mis esperanzas. No sólo los talibanes, la comunidad internacional también es responsable de lo que ha ocurrido con los sueños de una generación. ¿Por qué vinieron, si querían dejarnos así?”.

Rahmani es ateo, una comunidad muy reducida en Afganistán que también vivía en la clandestinidad y el miedo, incluso bajo el gobierno respaldado por Occidente.

“No creo en ningún dios y hay mucha gente como yo en Mazar y Kabul. Y mucha gente ya lo sabe y pueden vendernos a los talibanes. Si no lo hacen, tendré que ir a rezar cinco veces al día”.

Aunque los altos cargos talibanes han dicho en repetidas ocasiones que sus fuerzas deben tratar a la población con respeto y no aplicar castigos arbitrarios, muchos desconfían de ellos o no creen que puedan controlar a sus soldados de a pie.

Reshad Sharifi, residente en Herat, dice que los combatientes talibanes le prohibieron llevar camiseta y pantalones cortos cuando quería hacer su deporte diario.

“Tengo la costumbre de levantarme temprano por la mañana para ir a una montaña cercana en Herat. Hice una pausa durante algunos días y hoy ha sido mi primer día de deporte bajo el gobierno talibán. Siempre llevo pantalones cortos y camisetas. Esta mañana he hecho lo mismo, pero me han detenido apuntándome con una pistola”, dice Reshad. “Me han dicho: 'vuelve, vístete como un musulmán y regresa'. Llevo viviendo en Herat desde que tomaron el poder, pero no me habían hecho tanto daño. He perdido la esperanza de vivir”.

* Los nombres de los testimonios han sido cambiados

Traducido por Emili Serra.

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