Las infames terapias de conversión: un ataque intolerable a los derechos humanos

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Indignación, rabia e impotencia. Esas son las emociones que me despierta la vergonzosa realidad de las llamadas “terapias de conversión”, esa práctica que pretende someter a personas LGTBIQ+ a un proceso de reeducación para “curarlas” de su orientación sexual o identidad de género. Unas prácticas que no solo son absolutamente ilegales, sino que, además, resultan inútiles y profundamente dañinas, tanto psicológica como emocionalmente.

Estas prácticas, que deberían estar erradicadas y perseguidas con todo el peso de la ley, suponen un atentado directo contra la dignidad de las personas LGTBIQ+. Son ya muchos los estudios que han demostrado que las personas sometidas a estos métodos acaban sufriendo altísimos niveles de ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas. 

Y lo peor de todo es que sean precisamente algunas diócesis de la Iglesia católica en España las que continúan amparando y promoviendo estas atrocidades a pesar incluso de que siguen sin asumir, reparar y pedir perdón por la responsabilidad que tienen en la ocultación de miles de abusos a menores cometidos por sus representantes durante decenios.

Es repugnante y absolutamente inaceptable que, en pleno siglo XXI, la Iglesia católica siga protegiendo, justificando y dando cobertura a los grupos que promueven estas prácticas que suponen un insulto a los derechos humanos y a los valores de una sociedad democrática, porque no se trata de una cuestión de libertad religiosa, sino de la vulneración sistemática de los derechos más básicos de miles de personas. 

No estamos hablando de creencias o dogmas, sino de vidas humanas destruidas por la intolerancia disfrazada de una supuesta fe que no puede utilizarse como excusa para pisotear la dignidad de nadie.

Pero tan grave o más que las terapias, es la descarada permisividad con la que ciertas instituciones judiciales y políticas toleran estas prácticas ilegales, al mismo tiempo que organizaciones ultraconservadoras como “Abogados Cristianos” o “Manos Limpias” dedican su tiempo y recursos a entorpecer el avance de los derechos sociales mediante denuncias falsas, bulos y manipulaciones mediáticas. Estas asociaciones fariseas, que se autoerigen en defensoras de la moral y la decencia amparadas por la Iglesia y apoyadas por la derecha más reaccionaria del PP y de VOX, han convertido la justicia española en un campo de batalla ideológico, en un lodazal en el que algunos jueces se revuelcan jactanciosos, actuando a su dictado y conveniencia y priorizando sus intereses sobre el respeto a la legalidad y los derechos fundamentales.

Es escandaloso que mientras estas organizaciones persiguen con saña cualquier avance en materia de igualdad, las terapias de conversión sigan sin ser erradicadas y perseguidas de oficio por jueces y fiscales. Es urgente que el Estado actúe con determinación para poner fin a estas prácticas y que quienes las promueven sean llevados de inmediato ante la justicia. 

No podemos permitir que el fanatismo siga destrozando vidas, ni que la impunidad se mantenga por la complicidad de sectores judiciales y políticos que, lejos de defender el Estado de derecho, lo utilizan como arma contra la igualdad y la convivencia democrática.

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