Hay un gran edificio de aire fantasmagórico en la calle de San Bernardino que se puede ver en la película Malasaña 32…y en muchos otros títulos de películas y series, pues es uno de los grandes platós de rodaje de la ciudad. Si te fijas bien, lo reconocerás en Torrente 5, Las Brujas de Zagarramurdi, Que dios nos perdone o No le culpes al Karma, entre otros títulos.
Se trata del edificio Montano y, hace solo unos años, en sus pisos vivían vecinos y en la planta baja había una gran tienda de decoración llamada Rústika que guardaba con mimo y enseñaba a los amantes del patrimonio los tesoros ocultos del que fuera salón de venta de pianos y sala de conciertos: la taquilla trabajada en madera a su entrada, las columnas policromadas y el trabajo de los hermanos Daniel y Germán Zuloaga –tíos del famoso pintor Ignacio Zuloaga– en los frescos y tapices que decoraban las estancias.
En 2019 la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio solicitó su declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento a la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid. Ahora, los servicios técnicos del Área de Catalogación de Bienes Culturales de la Subdirección General de Patrimonio Histórico han hecho su propio informe y la institución ha incoado el expediente de declaración de Bien de Interés Patrimonial, en la categoría de Monumento, del Edificio Montano y fábrica de pianos aneja, ocupada actualmente por el Centro de Mayores Dos Amigos.
¿Cómo llegó el edificio a estar en la Lista Roja del Patrimonio y en la agenda de los planificadores de rodajes? Cambió de manos en 2011 tras quedar inacabadas unas necesarias obras de rehabilitación, que a día de hoy siguen provocando humedades y siendo una amenaza para el patrimonio contenido en el edificio. María Jesús Moreno, heredera de Hijos de Montano y dueña del edificio, tenía ya muchos años, vivía en una residencia de la Fundación Afal Futuro y presentaba síntomas de demencia. La anciana cambió el testamento en favor de la Fundación Reina Sofía, produciéndose luego una venta muy por debajo de su valor a Afal Futuro a través de una sociedad de nueva creación. Los problemas legales estancaron la vida del edificio y expulsaron a los inquilinos que quedaban. Por el camino, quedó un proyecto de residencia universitaria que preveía la restauración de los frescos. En el eterno interin, se convirtió en un enorme plató de rodaje ocasional, lo que suscitó algunas molestias por parte del vecindario por el continuo ir y venir en la calle.
El siguiente paso será que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a la Real Academia de la Historia emitan un informe en el plazo de dos meses (se considerará favorable de no hacerlo). A la vez, comenzará el período de un mes de información pública. La consideración de BIP (que no de BIC, como pretendía Madrid, Ciudadanúa y Patrimonio), enumera las partes del edificio que deben conservarse en futuras intervenciones y viene a sumarse a la protección urbanística integral, Nivel 1, que ya tienen ambos inmuebles.
A día de hoy, el edificio de viviendas presenta distintos desperfectos ocasionados por los años de abandono y las filtraciones de agua desde cubiertas y patios que han afectado, entre otras cosas, a parte de las pinturas del salón realizadas por los hermanos Zuloaga. Es acerca de estas sobre los que el informe llama más la atención, urgiendo a su rehabilitación.
Los tapices y lienzos pintados que adornan las paredes y techos de la sala grande, que recordarán los visitantes de la antigua tienda Rústika, presentan sin embargo un buen estado de conservación, y la antigua fábrica ya fue rehabilitada para albergar el centro de mayores.
La historia de los edificios es, desde luego, única en Madrid y una rara avis de conservación de sus contextos interiores en estos tiempos de fachadismo. Al principio de todo fue la fábrica de pianos, que abrió sus puertas en el número 2 de la calle Dos Amigos en 1853 y continuó hasta los años treinta del siglo XX. En 1885 se construyó el edificio Montano en la calle San Bernardino –la M del chaflán remarca su nombre– que albergó en su planta baja el salón de venta y conciertos. Los pianos de Montano (y, luego, de Hijos de Montano) tuvieron gran fama y obtuvieron en 1878 la medalla de bronce en la Exposición Universal de París, entre otros reconocimientos en los años posteriores, entre otras cosas por su sistema de fabricación que permitía ver el mecanismo interior del instrumento a través de un cristal. En la sala de conciertos, con capacidad para más de doscientas personas, velaron sus primeras armas jóvenes músicos como el violonchelista Pau Casals o el guitarrista Daniel Fortea.
Del edificio de viviendas, cuyo proyecto firmó Ricardo Montano (todo queda en casa), el informe destaca que es “un notable ejemplo de arquitectura doméstica madrileña del siglo XIX, dentro de la línea tradicional, sencilla, austera, en el que destaca fundamentalmente la decoración mural del salón de música situado en la planta baja del edificio”.
Además, el documento hace referencia a la febril actividad cultural del lugar, como una de las salas de audiciones más importantes del Madrid de la época. El espacio es, pues, recuerdo único de un género de salones comerciales de música ya desaparecidos. Esperemos que el edificio encuentre pronto un proyecto a su medida que le dé una nueva vida preservando sus numerosos valores patrimoniales y el ambiente cultural que siempre emanó de sus paredes.