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Restaurantes clásicos de Malasaña que cierran para siempre: el chino de Bruce Lee, la Catrina y la pizzería más antigua

La Catrina, el Kung Fu y el Mastropiero

Diego Casado

Madrid —
22 de agosto de 2024 01:01 h

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El verano siempre es sinónimo de cambios en Madrid y, en algunos casos, de amargas despedidas. El de este 2024 no es una excepción y en él se han marchado alguno locales clásicos para comer en Malasaña, sustituidos rápidamente por otros en varios casos.

El que más tiempo llevaba era el Mastropiero, que clausuró su local hace meses después de décadas de pizzas argentinas siempre coronadas por un postre regalo de la casa, con tarta y dulce de leche. El pequeño restaurante de San Vicente Ferrer (aforo para solo 22 personas), esquina con la calle Dos de Mayo, fue gestionado por varias generaciones de una misma familia, con la incombustible Lilia Mirta Agostini Castro como referencia para la mayoría de sus clientes.

Con 81 años, Mirta celebró las cuatro décadas de su local con este completo artículo en Somos Malasaña, en el que resaltaba que fue la primera pizzería del barrio, un tipo de negocio ahora abundante pero que resultó toda una innovación a principio de los años ochenta. Las palabras que la dueña de aquel negocio dejó en el reportaje se leen ahora como una premonición de lo que acabó pasando con su local: “Una pena que todo eso se vaya a perder. Esto se está llenando de pijos. Los vecinos y clientes de siempre se están teniendo que ir por el precio de la vivienda. Malasaña ha caído en las fauces de la especulación. Los fondos de inversión están sacando la esencia de la vida de un lugar que siempre fue lindo por ser medio barrio y medio pueblo”, sentenciaba antes de mudarse lejos del lugar donde montó su negocio.

Hoy el cartel del Mastropiero ha sido sustituido por el de Pistola, un bar de bocadillos de estilo canalla que abrió en julio. Con él desapareció la historia de la primera pizzería de Malasaña y también los murales con poemas que cubrían sus puertas desde la primera edición de Pinta Malasaña, obra de Diego Ingold y Leti Gar.

El último día de junio se marchó otro clásico de Malasaña, La Catrina. Un restaurante mexicano con un cuarto de siglo a sus espaldas, donde siempre se podía cenar tarde, que dedicaba estas palabras a los que pasaron son la Corredera de San Pablo buscando sus mezcales, sus nachos y sus margaritas.

“Fue un sueño hermoso convivir con ustedes estos 25 años en esta tierra extraña y hermosa. Les deseamos lo mejor. La vida es cambio. Los tiempos son complicados, siempre lo fueron. Mantengan la llama y el placer de compartir. La Catrina les bendice y les da la gracias por su querida presencia. Qué les vaya bonito!!”, era el mensaje de despedida colgado en sus redes sociales. Varios días antes dejaban una imagen de parte del equipo que había acompañado su viaje gastronómico.

Su responsable, Caimán Montalbán, era entrevistado con profundidad hace tres años en El País. En dicha publicación se acordaba de los viejos tiempos del barrio: “La Malasaña de antes era salvaje: había violencia y había mucha droga”, decía mientras aseguraba que “los bares eran todos diferentes, con personalidad, y de ellos surgían cosas, había creatividad, se cerraban tratos culturales en las barras”. Una gente creativa ahora desplazada a otros barrios por la presión del turismo y la gentrificación.

El último emplazamiento gastronómico en decir adiós en Malasaña ha sido uno de sus restaurantes chinos más singulares, el Kung Fu de la calle Luna. Conocido por la pintura de Bruce Lee cocinero en su interior, el local se caracterizaba por ofrecer platos muy picantes, propios de la región de Guizhou, de donde eran sus fundadores. Su pericia culinaria le hizo merecedor de aparecer en varias de nuestras guías sobre locales chinos recomendados en Madrid.

El negocio cerró el pasado 31 de julio coincidiendo con su primera década en Malasaña. Lo hizo dejando un post de despedida en Instagram, donde antes presumía de platos sabrosos y de clientes ilustres como Álex de la Iglesia. “Agradecemos profundamente a todos ustedes que han cruzado nuestra puerta, que han compartido su tiempo con nosotros y que han hecho de Kung Fu un lugar especial”, escribían como parte de un mensaje que reproducimos a continuación.

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