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'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

“¿Cómo se verá el barrio desde arriba?”: `La última vez que fue ayer´, de Agustín Márquez

El autor de `La última vez que fue ayer´, Agustín Márquez

Paco Paños

Murcia —

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Muchos factores se confabularon para que leyera `La última vez que fue ayer´ de Agustín Márquez: que me lo recomendó, vivamente, Lola, que está editado por Candaya y que Agustín nos lo dedicó en la pasada Feria del Libro de Madrid.

Tentaciones, algunos libros son eso, tentaciones a las que no puedo resistirme y haber caído en esta, haber leído este libro, “estas historias de periferia”, tal y como las llama el autor en su amable dedicatoria, ha sido una experiencia que no puedo señalar como de reconciliación con la literatura, puesto que nunca he roto con ella, pero sí una experiencia entrañable, muy satisfactoria y de esperanza o más que esto, de constatación de un hecho: a la literatura siguen llegando voces que la reinventan, que la revitalizan, que la enriquecen, que hacen que no me canse de leer y releer, de añadir nombres a la larga lista de autores a los que seguir. Lista a la que ahora se incorpora con todos los derechos, Agustín Márquez que ha escrito un libro maravilloso, brillante, arrollador, emotivo y evocador. Efectivamente, como ya me había comentado Lola, parece escrito por alguien con un don natural para la narración, escrito aparentemente sin esfuerzo por lo fácil que fluye la lectura. Es inteligente, lúcido, duro, violento y tierno.

Agustín Márquez ha escrito una novela donde el principal protagonista, el personaje principal es un barrio periférico de una gran ciudad, el barrio del narrador, un joven periférico rodeado de otros jóvenes, de niños, adultos y animales también periféricos. A lo largo de 160 páginas el joven narrador nos cuenta, en primera persona, los avatares del barrio, su transformación y las peripecias de supervivencia de sus habitantes. Con naturalidad irónica, con agilidad, con dura y ácida crítica se nos cuentan las historias de unos personajes que parecerían imposibles, exagerados, esperpénticos si no fueran tan reales. Reales como el padre del narrador, fracasado, acabado, con su única esperanza puesta en el cupón de la ONCE: “El día que me toque pienso irme de este barrio de mierda. Aquí os quedareis tu madre y tú.” Más adelante nos cuenta que: “Los pies de mi padre echaron a andar poco después de lo de Chico B, se cumplieron sus mejores augurios: se fue de casa con un reintegro bajo el brazo: . Después de esto no cabe explicación o interpretación, solo silencio.

Muchos hemos olvidado a este tipo de personajes que, sin duda, nos han rodeado durante muchos años solo porque hemos dejado de observar, de convivir en nuestro barrio, hemos olvidado quiénes somos. Solo tenemos que levantar un poco la mirada del ordenador, del móvil o del libro y mirar a otros sitios, de otra manera y encontraremos personaje parecidos a los del libro de Agustín. Luego, claro, nos haría falta esa mirada profunda, esa capacidad de observar y fijarse en los detalles, esa mirada de cercanía, de empatía, de comprensión que tiene el narrador y por tanto el escritor.

Pongo otro ejemplo, el último ya, de esa capacidad de Agustín para la síntesis, para la metáfora justa:

“¿Cómo se verá el barrio desde arriba? Supongo que será un Monopoly (edición especial barrio).

¡Juguemos!

Reglas: tire el dado y haga avanzar a los seres-ficha de colores a golpe de azar, alea jacta est*. Si puedes comprar, compra; si no puedes comprar, compra; si no puedes pagar, a chirona.

*Advertencia: la dirección del juego no se hace responsable de las consecuencias si algún jugador intenta cambiar el rumbo de su vida tal y como está escrito en las instrucciones de uso.“

Otra vez silencio. No comment.

Los personajes que inventa o rescata de su memoria el escritor son, junto con sus historias, los que conforman, dan vida y dotan de sentido y paisaje al barrio. Y esto está hecho con tal calidad literaria, con tal capacidad de evocación en el lector, que asombra que esta sea la primera novela de Agustín Márquez. Quizá aquello de la facilidad, del don para la escritura no sea tanto eso como un paciente trabajo de orfebre.

No debe ser fácil hablarnos de un piso, de un bloque o de un barrio sin descripciones detalladas que nos ayuden a imaginarlos, pero todo lector de `La última vez que fue ayer´ tendrá en la mente, mientras lee, los pisos, los bloques, las calles, el descampado, la carretera…el barrio, en definitiva, por cómo son los personajes que lo habitan, por cómo viven o cómo mueren. Es la capacidad evocadora de la buena literatura y este libro es buena literatura.

`La última vez que fue ayer´, de Agustín Márquez (Candaya, 2019)

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