La madre de todas las procesiones le costará a Sevilla hasta 12 veces más que organizar una final de la Copa del Rey

Un mar de gente ve pasar la Macarena un Viernes Santo de mañana.

Antonio Morente

Sevilla —

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En Sevilla es tan recurrente usar el concepto de que algo es histórico, sobre todo en cuestiones relacionadas con la propia ciudad, que la idea está un poco devaluada. Pero el macroevento cofrade que se celebra esta semana ha puesto a todos de acuerdo en que sí, que va a ser algo sin precedentes, incluso en una capital tan acostumbrada a todo lo que tiene que ver con hermandades y procesiones. Hablamos del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, pero el sevillano medio esto lo traduce en la madre de todas las procesiones que servirá para clausurarlo el 8 de diciembre, un acontecimiento que le supondrá al Ayuntamiento hispalense un desembolso hasta 12 veces superior a la organización de la última final de la Copa del Rey.

El choque entre Athletic Club de Bilbao y Mallorca el pasado abril obligó al Consistorio hispalense a movilizar 203.000 euros en materia de seguridad, movilidad, limpieza o transporte público, una factura pública que en esta procesión Magna se elevará a 2.450.000 euros. A esto hay que sumar el imponente despliegue de recursos públicos por parte de otras administraciones, sobre todo en forma de agentes de Policía Nacional (1.100) y Guardia Civil (274).

Con los datos en la mano, ¿puede compararse la final de la Cartuja con esta Magna que lleva meses organizándose? Pues no mucho, porque si el partido atrajo a Sevilla a 100.000 personas, para ver la Magna se espera una concentración que puede superar el millón. El delegado de Fiestas Mayores, Manuel Alés, ha sido bastante gráfico a la hora de traducir esto a dimensiones locales: “Es como tres Domingos de Ramos en el centro”. Y el primer día de Semana Santa ya es, por sí solo, un mar de gente que dificulta moverse por las calles.

Más aparcamientos que en la Feria

Otra muestra de las dimensiones de la que se viene es que se han habilitado en la Cartuja y el Charco de la Pava 18.156 plazas de aparcamiento y 1.916 para autobuses, cuando para la última edición de la Feria de Abril hubo 14.582 espacios para estacionar. De hecho, el espacio del centro de la ciudad en el que se va a mover tanta gente es el equivalente al del recinto ferial, pero con la particularidad de que se concentrará muchísimo público y en una horquilla reducida de horas, ya que la procesión en sí se prolongará aproximadamente entre 16.30 y 21.30 horas del domingo.

¿Y por qué este gentío y que no dejen de pronunciarse frases como “acontecimiento sin precedentes” o “evento con trascendencia más allá de nuestras fronteras”? Pues porque el gran desfile procesional que cerrará el congreso congregará a las cuatro imágenes más populares de la capital en sus pasos (Macarena, Esperanza de Triana, Gran Poder y Cachorro) con tres de las principales devociones de la provincia, las de Valme (Dos Hermanas), Consolación (Utrera) y Setefilla (Lora del Río). A ellas se une la patrona de Sevilla, la Virgen de los Reyes.

En la práctica es como una Champions de las cofradías, que pondrá el colofón a un congreso que en esta segunda edición (la primera fue en 1999) arranca el día 4 y contará con actos paralelos en forma de exposiciones y conciertos. El acontecimiento dejará también su huella en forma de una obra social valiente, con un albergue para personas sin hogar que impulsa el propio Arzobispado hispalense en la calle Don Remondo, en pleno centro, justo cuando hay revuelo vecinal por la intención municipal de abrir instalaciones similares en barrios obreros como El Cerro o San Jerónimo.

Cuantiosas ayudas públicas y privadas

Y hablando de revuelo, otra cuestión que la ha provocado son las ayudas públicas que está recibiendo el evento, especialmente los 600.000 euros que ha puesto sobre la mesa el Gobierno andaluz de “sobrantes” de la Consejería de Cultura, lo que ha soliviantado a buena parte de un sector cultural que ya ha hecho llegar una carta de protesta. Asimismo, la Diputación de Sevilla aporta 49.900 euros con el argumento de que estamos ante “un acontecimiento para la provincia tan multifacético” que la institución provincial “no podía no estar”.

El Ayuntamiento, por su parte, no aporta ninguna subvención directa, aunque el despliegue de servicios le cuesta los ya referidos 2.450.000 euros y además no cobra al Consejo de Hermandades –que es el que organiza el evento– la tasa por ocupación de la vía pública por las 21.000 sillas (a 35 euros cada una) que se colocarán para seguir en vivo la procesión. Los más de 750.000 euros recaudados se invertirán en afrontar los gastos de un congreso que reunirá a más de 1.800 personas, reservándose un 30% para obra social.

Con el Gobierno central ocurre otro tanto de lo mismo: no pone dinero contante y sonante, pero sí un enorme dispositivo de policías y guardias civiles. Así que si a todo lo anterior le unimos numerosos patrocinios privados, es muy probable que se pueda conseguir el objetivo que se marcaron tanto el Arzobispado como el Consejo: no tener que poner un euro de fondos propios. Por cierto, que el presupuesto de congreso en sí asciende a 1,2 millones de euros.

Eventos que “aportan más que restan”

Pero volviendo a la comparativa con la última final de la Copa del Rey, el Consistorio sevillano puso 203.000 euros frente a los entre 55 y 60 millones de retorno económico que generó en la ciudad, sobre todo en los sectores de hostelería y turístico. “Por cada euro gastado se han generado poco más de entre 250 y 300 euros”, resaltaba en su momento el alcalde, José Luis Sanz, que mantiene la tesis de sus predecesores: los grandes eventos “aportan más a la ciudad de lo que les restan”.

Lo que está por ver es qué impacto va a tener este Congreso de Hermandades, aunque a la hora de la verdad lo que hay es que hablar de la procesión extraordinaria que lo cierra, que además tendrá prólogo y epílogo: las cuatro devociones principales de la ciudad se trasladarán a la Catedral entre la tarde del sábado 7 y la madrugada del 8, volviendo a sus templos ya entrados en el día 9. Y hay detalles que dan pistas de la singularidad de lo que viene, como que se están engalanando los recorridos (algo que no se hace en Semana Santa) y que se anuncian medidas como la prohibición de sentarse en la calle con sillas de playa o que los bares del entorno pongan veladores o vendan alcohol a la calle. Un “acontecimiento sin precedentes”, en definitiva, que tiene a la ciudad patas arriba.

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