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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El mundo de las luciérnagas

Entrada de un edificio en Suecia

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El mundo de las luciérnagas

Ha invadido mis recuerdos

Y un corazón diminuto

Me va brotando en los dedos.

 

Federico García Lorca

-Los espíritus de los difuntos se recrean en la luz y el calor de las velas… Debe ser por eso que aquí las ponen en cada ventana.

Entre los árboles y arbustos del parque, asoman las lápidas de piedra del antiguo cementerio.

- ¿De dónde sacas eso?

-De un cuento de Selma Lagerlöf -responde Lady Chorima-. Es la historia de una anciana que vive sola y aislada en una granja, al lado de un glaciar. Esa soledad la hace sufrir y la tortura tanto, que piensa incluso en quitarse la vida. Un día, aparece por allí un monje y le explica que lo que ella toma por nieblas y brumas son las almas de los difuntos, que se sienten aún más solos y abandonados que ella. A partir de ahí, la anciana Agneta enciende velas para reconfortarlos. Y cuando ella muere, los espíritus iluminan toda la montaña con pequeñas llamas como las que ella encendía para ellos.

En contraste con la oscuridad y el frío, las ventanas de las viviendas se iluminan con velas, lámparas o estrellas de adviento; las fachadas de los edificios con un alumbrado cálido y discreto. Nada que ver con la estridencia de Vigo o de la calle Larios de Málaga. En Suecia, al caer la noche, las ciudades son tomadas por miríadas de luciérnagas. La gente, me digo con la cabeza medio volada, debe poseer una gran vida interior. Este aire gélido achispa, al aspirarlo sientes el típico puntillo que te produciría una copa y andas medio en sueños.

Un árbol de navidad de unos seis metros preside la plaza junto a la estación de Lund. Lo rodean suntuosos edificios art nouveau, no mucho más altos, de ventanas y balcones iluminados, sin cortinas. En los bajos, entre cafés y comercios, nos acercamos a la vitrina de un bonito anticuario que exhibe cristalería, lámparas y alguna ave disecada.

En el tren somos muy pocas las personas que usamos mascarilla. Las chicas que viajan a nuestro lado, dos sílfides que parecen primas de Lady Chorima, se consultan con la mirada y al poco se calzan también unas máscaras de tela. Uno de los revisores se mueve con la cara al aire. 

-Parece que el personaje de Agneta está inspirado -me sigue contando Chori, al bajarnos en Landskrona-, en Elise Malmros, una empleada de banco interesada en cuestiones sociales y feministas, amiga de Lagerlöf. La conoció aquí, durante los años en que ejerció como maestra en la escuela de niñas.

-Te voy a contar una cosa -le digo a Chori-, aunque espero que luego no la utilices en mi contra…

Chori me mira con una sonrisa pícara, me agarra del brazo, y pega la oreja.

-De pequeña, con un amigo, capturamos una luciérnaga que encontramos entre las matas de un terreno baldío, en uno de los muchos solares que tenía mi barrio en los ochenta. Estábamos tan fascinados que teníamos mucha curiosidad por verla a la luz… ¿Cómo sería? ¿Seguiría brillando? ¿Se moriría? La metimos con mucho cuidado en un tarro y nos la llevamos a su casa. En cuanto llegamos, sacamos el tarro y lo pusimos encima de la mesa de la cocina, bajo la luz del tubo fluorescente. Su madre y hermanos se acercaron intrigados. Pero lo que descubrimos fue un insecto común, feo, inmóvil… La decepción fue grande. Me da tanta pena pensar en aquel momento.

-Pequeños monstruos -murmura Lady Chorima-. ¿Qué hicisteis con ella?

-No lo recuerdo, ni siquiera sé si murió a consecuencia del transporte y exposición. Me quedó el sentimiento de culpabilidad por haber llevado a cabo una mala acción, por haberle arrebatado la magia a una luciérnaga.

-Ya os vale…

-Por cierto -le digo, para cambiar de tema- ¿no conoces un club ni una liga de mujeres que se reúnan los domingos por la noche? Digo para unirnos a ellas… Seguro que se lo están pasando genial bebiendo glogg y discutiendo temas sociales.

En ese momento pasamos por delante de varios cafés bien caldeados y llenos de gente.

- ¿Te das cuenta? Aquí la gente hace su vida como antes de la pesadilla covidesca -me dice Lady Chorima-, no usan mascarillas ni en los comercios, ni dentro de los cafés. En cambio, las noticias sobre la pandemia en el resto de Europa son cada día más preocupantes.

-En España mucha gente ha tenido que pasar a solas, aislada, las navidades -le respondo-. Las cosas se están poniendo muy chungas y yo no estoy dispuesta a vacunarme cada seis meses ni a favor del pasaporte covid… Pienso en lo bien que estaría poder hacerme pequeña y volar a bordo de un ganso, como Nils Holgersson. 

Lady Chorima sonríe encantada.

- ¡Un vuelo directo con la provincia de Escania! ¡Estaría genial!

-Sí, pero, ¿cómo te haces pequeña?

Chori lo tiene claro:

-Leyendo la prensa. Tú léete todos los titulares, verás como encoges. Si lees las noticias enteras, podrás ir reduciendo a medida. ¡Y mucho ojo con el telediario!

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