Dentro de la base militar de las Bardenas: un reducto de la OTAN en Navarra

Situado en el corazón de las Bardenas Reales, un paraje semidesértico a sur de Navarra declarado Parque Natural, Reserva de la Biosfera y Zona de Especial Conservación (ZEC) en el que habitan especies protegidas, se encuentra un pequeño reducto de la OTAN, un polígono de tiro que es el único de Europa en el que se ensayan bombardeos con munición real. Este hecho genera el rechazo frontal de partidos antimilitaristas, así como de organizaciones y colectivos ecologistas por el impacto medioambiental que generan las maniobras que allí se realizan. Al mismo tiempo, las poblaciones limítrofes apuestan por mantener operativa la base por el canon millonario que reciben anualmente del Ministerio de Defensa por el uso de las instalaciones.
En medio de este paraje, en la confluencia de dos de las rutas que se pueden realizar por las 42.000 hectáreas que tiene el parque natural y que cada año recorren miles de turistas para ver los senderos y cabezos, se yergue la base militar del polígono de tiro del Ejército del Aire y del Espacio. En ella están destinados 110 militares, de los que 19 son mujeres, un porcentaje similar al de otras unidades, asegura una militar destinada en esta base. Desde el Ejército destacan la función “esencial” que tiene el polígono en el adiestramiento de los pilotos y ensalzan la ubicación “idílica” del polígono para realizar las maniobras. “Estamos cerca de la base de Zaragoza, lo que permite ahorrar combustible, y además generar poco impacto ambiental”, apunta el coronel José Manuel Bellido.
El polígono de tiro sirve de zona de pruebas para la práctica de tiro y bombardeo desde el aire con cazas, pero también para ejercicios de lanzamiento de paracaidistas y de cargas, el adiestramiento en rescates de combate, ejercicios en tierra o incluso el vuelo de aeronaves no tripuladas.

Son en total 2.244 las hectáreas que el Ejército español, así como otros de países de la OTAN, utilizan para sus maniobras, si bien, matizan desde esta unidad, “únicamente” se utilizan “unas 300” para las prácticas de tiro con fuego real. Desde el Ejército del Aire y del Espacio aseguran que “el 95%” del material que se emplea en las prácticas son bombas de 60 centímetros sin carga explosiva y que al contactar con el suelo desprenden humo “como el de los petardos” que sirve para comprobar si el piloto ha acertado en el blanco. Insisten además en que, una vez finalizan los ejercicios, hay equipos que se encargan de recoger todos los desechos y depositarlos en un punto limpio. “No contaminamos el suelo”, asevera el coronel al frente del polígono.

Las maniobras con fuego real, añaden desde el Ejército del Aire y del Espacio, “son muy limitadas” y se concentran en una única semana al año, si bien puntualizan que en los últimos años, por la situación geopolítica que atraviesa Europa, las tripulaciones se encuentran “muy dispersas en diferentes misiones”, por lo que ha sido necesario ampliar el tiempo. En concreto, en el último año se realizaron prácticas de este tipo durante seis semanas, con ejercicios de tres horas durante tres días a la semana. “Cuando va a haber actividad avisamos a la Guardia Civil y anunciamos el cierre de caminos para que no haya viandantes por la zona”, apunta el coronel Bellido. También ha apuntado que durante las épocas de anidamiento de aves, así como cuando se avistan animales sobrevolando la zona, se suspenden las maniobras.
El ejercicio de estas prácticas cuenta con el rechazo de colectivos ecologistas por el impacto que tienen para el medioambiente: desde la contaminación acústica que producen los cazas cuando rompen la barrera del sonido, hasta los daños que producen los bombardeos, que en varias ocasiones han provocado incendios. A ello se le suma además el “riesgo” que generan las prácticas de tiro y bombardeos para especies protegidas como el águila real o el alimoche.
Es el caso también de la alondra de Dupont, ave en peligro de extinción que requiere de un hábitat muy específico con un vegetación de una altura máxima de 30 centímetros, de la que hay documentadas dos poblaciones en la zona del polígono de tiro. “El hábitat de las Bardenas Reales es propicio para esta especie porque el terreno no ha sido rotulado para la agricultura y la alondra de Dupont no vive allí donde hay agricultura. Eso no quiere decir que subsista gracias al polígono de tiro, sino que lo hace a pesar de que ahí se realicen bombardeos. Uno no bombardea poblaciones de alondras para protegerlas”, apunta Eduardo Navascués, portavoz de Ecologistas en Acción y de la Asamblea Antipolígono, quien asegura que varios nidos de esta especie se han visto afectados por las maniobras con fuego real del Ejército del Aire y del Espacio.
Desde el Ejército del Aire y del Espacio, sin embargo, aseguran que durante las épocas de anidamiento de aves, así como cuando se avistan animales sobrevolando la zona, se suspenden las maniobras y que están preocupados por la gestión del medio ambiente y que destinan recursos para ello. 18 de los 110 militares destinados en este acuartelamiento se dedican a estas labores y exhiben “como una medalla” el certificado ISO 14001 de Gestión Ambiental con el que cuentan desde 2018. Potabilizan su propia agua que cogen del Canal de Navarra, han reducido un 33% el consumo eléctrico anual gracias a unas placas solares que han instalado que les permiten ser autosuficientes durante los meses de verano. Además, recientemente han incorporado a su flota de vehículos un coche eléctrico para pequeños traslados, como el que comunica el polígono de tiro con el aeródromo de Ablitas.
“Qué menos que si tiras bombas que recojas los restos o que depures el agua que utilizas. Pero eso no quiere decir que protejas la biodiversidad”, señala el portavoz de Ecologistas en Acción y de la Asamblea Antipolígono. “Es verdad que ahora tienen más cuidado que hace unos años, pero históricamente han realizado maniobras sin importarles el medio ambiente”, añade.

La historia del polígono, inaugurado en 1951, es la historia del rechazo popular a su existencia ante el silencio de las entidades que viven de los millones de euros que reciben por parte del Ministerio de Defensa. Los terrenos de las Bardenas eran en origen propiedad de la Corona de Navarra, que cedió su uso y disfrute a varias localidades en pago por sus servicios durante las guerras o en contraprestación por sus préstamos para cubrir los gastos del reino. Fueron 19 pueblos de la Ribera, a los que posteriormente se sumaron el Valle de Salazar y el de Roncal, situados a más de 100 kilómetros de este paraje, así como el monasterio de la Oliva, cuyos monjes reciben el mismo dinero que cualquiera de los municipios. A este conjunto de entidades y poblaciones se les conoce como “entes congonzantes”, quienes se benefician del canon por el alquiler de las instalaciones.
La última vez que se renovó fue en 2008 y por 20 años. Desde entonces, las entidades locales han cobrado siete millones de euros anuales durante los 10 primeros años –hasta 2018– y 14 millones durante los diez siguientes –hasta 2028, cuando deberá volver a renovarse–. 210 millones de euros en total. Sin embargo, otros municipios colindantes de Aragón no tienen esa suerte, y no se llevan dinero, pero sí ruidos, vibraciones y peligros. “Solemos decir que esos municipios no son congozantes, pero sí consufrientes”, ironiza Eduardo Navascués.
Así las cosas el desmantelamiento del polígono se antoja “complicado”, pese a que cuente con el apoyo en Navarra de partidos como EH Bildu, Geroa Bai y la coalición Contigo/Zurekin (Podemos, IU y Batzarre). Pese a que el terreno fue declarado Parque Natural en 1999 y Reserva de la Biosfera en 2000, movimientos orientados a su cierre definitivo, el Gobierno Aznar reaccionó declarando el polígono Zona de Interés para la Defensa, lo que en la práctica blinda la continuidad de las instalaciones ya que en caso de que los entes congozantes rechazasen ampliar el acuerdo de alquiler, el Ministerio podría expropiar los terrenos.
Desde el Ejército del Aire y del Espacio no quieren llegar a ese extremo y aseguran que la interlocución con los municipios y entidades propietarias de los terrenos es “fluida” y “muy buena”. “Hablo más con el presidente [de la Junta de las Bardenas] que con mi pareja, estoy todo el día al teléfono con él”, bromea el coronel José Manuel Bellido.
Lo que también seguirán serán las movilizaciones para reclamar su desmantelamiento, una de las reivindicaciones de más arraigo en la comunidad foral. Así cada año se repiten los bombardeos, el reparto de dinero entre los entes congozantes, pero también las protestas contra la existencia de la base militar, un pequeño reducto de la OTAN en Navarra en el que ensayar con fuego real en la época de mayor tensión geopolítica de la historia reciente.
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