Los Ayuso Amador y el poder
La historia y la literatura están llenas de parejas que se aposentaron en un territorio para, fruto del amor o del interés, apoyarse en sus desmanes. No se trata, claro está, de los Curie, paladines de la ciencia por el bien de la Humanidad, sino todo lo contrario: me refiero a parejas como Bonnie and Clyde o Ferdinand e Imelda Marcos. No me pregunten por qué, pero algunas imágenes de esas me vienen a la memoria al contemplar cómo Isabel Díaz Ayuso y su novio Alberto González Amador se han instalado en el Estado “independiente” de Madrid para con ellos trastocarse algunos equilibrios que parecían seguros. Que los lawfare se habían enseñoreado de España por no pararlos enérgicamente a tiempo es un hecho, pero el caso de los Ayuso Amador se encuentra ya en otra dimensión.
Vaya por delante que una dirigente política que, entre otras cosas, autorizó un protocolo por el que murieron sin asistencia médica y enorme angustia 7.291 ancianos no merece el menor respeto. La justicia mira para otro lado pero las personas no pueden hacerlo sin retratarse malamente. Los negocios del novio, sus chanchullos con Hacienda –en donde está denunciado por doble fraude fiscal–, tampoco son los de un ser ejemplar en lo más mínimo. Así que la pareja está a juego.
Lo que está ocurriendo en España es de frotarse los ojos para tener la seguridad de que no se trata de una pesadilla. No solamente goza el dúo de total impunidad en lo que se sabe, no solo no explican sus pisos y vehículos de alta gama, sino que disponen de los más altos tribunales del Estado español para solventar un asunto de tan menor relevancia como los emails sobre los fraudes de él. Es tan desproporcionado invadir la Fiscalía General del Estado como si tratara de un crimen terrorista.
Estamentos que han permanecido mudos antes las cloacas policiales organizadas desde el ministerio del Interior de Rajoy y ante tantos otros atropellos a la justicia ahora se apuntan a criminalizar al fiscal general. Admitirán, incluso ellos, que sectarios son.
Apenas media docena de juristas de gran prestigio –y acreditados demócratas durante décadas– se muestran verdaderamente alarmados. Marcando una serie de puntos esenciales que han convertido este caso en una excepción en la historia de la democracia española. González Amador es una excepción por ser novio de Ayuso. Aunque tampoco sabemos con certeza el papel de la pareja, o si se utilizan como excusa para tumbar al gobierno de Pedro Sánchez.
El magistrado emérito del Supremo Perfecto Andrés Ibáñez, esencial en la Transición, afirma sobre el caso contra el fiscal general del Estado y la fiscal jefe de Madrid, que “hay razones sobradas para cuestionar la apertura de la causa” pero que “lo más cuestionable es la obsesiva persecución de los investigados”. Muchos puntos de este proceso los califica de “alarmantes” y añade que “la gravísima decisión adoptada cuenta, por toda justificación, con una evanescente referencia a los derechos a la presunción de inocencia y de defensa del supuesto perjudicado por la filtración, tan inocua como de imprecisa autoría”. Merece la pena leer toda la exposición.
Como la del también magistrado José Antonio Martin Pallín, aquí, en elDiario.es el sábado. Con varios puntos especialmente interesantes. Como la “extraordinariamente singular, anómala y sin precedentes” intervención del Colegio de Abogados personados en el caso a favor del novio de Ayuso, con “una querella inédita, por lo menos en los anales recientes de esta institución”. Lean el artículo, no le falta un detalle, pero lo más destacable, si cabe, es esta terrible sospecha: “Es casi seguro que alguna de las acusaciones solicitará que se eleve una exposición razonada a la Sala Segunda del Tribunal Supremo para que se investigue al presidente del Gobierno y posiblemente se acuerde, es una hipótesis, la nulidad del procedimiento seguido contra Amador González ('Un ciudadano muy particular') por vulneración de derechos fundamentales”.
Ésa es la clave: que el novio se vaya de rositas –dejando algún reguero de paganos– como ella sigue estando con su protocolo de la vergüenza para las residencias.
No se entiende quién infló el ego desmedido que despliega una persona con las carencias intelectuales y éticas de Ayuso para hacer gala de tal soberbia que le lleva a soltar, por ejemplo, en una de las innumerables entrevistas felpudo que le realizan sobre si su jefe de Gabinete filtró el email con la confesión de su pareja: “No tengo que dar explicaciones”. En efecto, se le consiente que esté por encima de todo. ¿Por qué? ¿Y él? Se ha permitido denunciar y pedir alta compensación económica a periodistas tan sólidos como Xabier Fortes o Enric Juliana y a la vicepresidenta del Gobierno María Jesús Montero por decir que es autor confeso de fraude fiscal. Esto evidentemente es para acallar cualquier crítica o información periodística que no les guste. Solo se admiten felpudos para los Ayuso Amador
¿Qué papel tienen ambos en lo que está pasando, que va mucho más allá de lo que parece? ¿Cómo se está dejando que todo esto transcurra así? Porque la avalancha de corrupciones que quieren cargar a sus oponentes es una auténtica filfa al lado de cuanto perpetra el PP. ¿Han visto lo de Valencia? ¿Los contratos que se merca Mazón? ¿La insolencia que despliega también en sus circunstancias? Es de pasmo.
Y aquella terrible soflama de la presidenta de Madrid el año pasado involucrando a la Corona, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y la Policía. ¿Con ella vale todo? ¿No hay un solo juez que ose recordarle que hay cosas que no se deben hacer?
Las parejas de amorales dan juego en la ficción. En el mundo de antes donde existían los valores de verdad –la decencia, la dignidad, la justicia, la empatía, la generosidad– la narrativa les castigaba siempre de una forma u otra. Pero hasta eso cansa ahora y en las series triunfan los malos más de lo habitual sin el menor problema.
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