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Yo, por un empleo en el partido, mato

Ana R. Cañil

Que Rajoy regrese de Bruselas y tras seis meses de Gobierno en funciones opte por tomarse los contactos con calma, no asombra a nadie, pese al medio año sin Gobierno. Ni grandes titulares, ni grandes dramas atacando la parsimonia con la que ha decidido empezar las consultas. Los sobresaltos no van con su agenda. Todo se soporta de este hombre que ha logrado triunfar como candidato al frente de un partido roído por la corrupción, buena parte de cuyos viejos amigos o están siendo juzgados, en la cárcel o a punto de ir a ella. Ocho millones de españoles no ven problema en el asunto, ni siquiera dudan de la capacidad de gestión de un tipo que se rodea de tal personal.

Tampoco nos ocupa más de lo necesario el que Podemos intente cerrar en falso su crisis. Las preguntas teledirigidas a las bases, que causan vergüenza hasta al peor de los demóscopos, colarán como si tal cosa. Nadie se atreve a poner sobre la mesa que quizá el problema de fondo es Pablo Iglesias o el detalle de que la alianza con Izquierda Unida ha sido un fiasco para todos, como demuestran los datos. Los equipos de redes de Princesa 2 -sede de la organización en Madrid- taponan todas las vías por donde se escapa la sangre, ya sea jugando a los troll o acosando a los críticos.

La claridad de Echenique fue meridiana: “Se arrancarán las malas hierbas”. La frase acogota al personal errejonista, poco bragado en los navajazos de partido. De momento, el mensaje de Echenique y la falta de autocrítica de Iglesias han tenido el efecto de devolver la discusión a sus cauces internos y susurros por los pasillos. La sangre a lo Tarantino les entusiasma, pero por ahora salpicar fuera es un poco ordinario.

Con este repliegue de PP y Podemos a sus cuarteles de verano, esperando que el sopor de la capital anestesie a todo el que disiente, ¿de qué vivirá el titular de la política mientras se discute si hay o no investidura de Rajoy? Siempre nos quedarán los socialistas, tan dados al espectáculo de enseñar sus enaguas, aunque estén viejas, con el encaje roto y amarilleen las puntillas. Hace tiempo que nadie luce sus tobillos como los socialistas del sur, que para eso el flamenco y los faralaes les dan remango hasta para mover diputados si Rajoy lo necesita. “Quien la hace la paga. Si hubiera escisión para votar a Rajoy, el peso de la disciplina caerá sobre ellos” claman desde la cúpula.

Y es que a los socialistas, el aperturismo y la transparencia no se les puede negar. ¿Para qué dejar que sea Rajoy quien curre, quien protagonice el momento, quien nos saque de este lío porque así lo han querido millones de españoles? ¿Y para qué cederle más tiempo a Iglesias las primeras páginas y dejarle que siga mostrando sus contradicciones? Ya llevaba días acaparando titulares, ¿cómo soportarlo? Si no han logrado el sorpasso, que les echen una mano.

Mientras exista una Susana Díaz dispuesta a amagar con su asalto final a la secretaria general -¡señora, decida de una vez que al final a nadie le va a importar!- o un Madina al que no le basta haber recuperado su escaño ni haber perdido unas primarias, e incluso Fernández Vara, el espadachín de la dama, el espectáculo está asegurado. Tres nombres clave, solo por mencionar a los que dan la cara con sus cuitas continuas contra Pedro Sánchez, ese señor sin empatía ni carisma, que estuvo desaparecido hasta el domingo por la noche. Confirmado, es verano y hay guateque -o party que a los cuarentones del PSOE les suena bien- porque Sánchez ha vuelto. Habrá que mantener las formas hasta este sábado, 9 de julio, fecha del Comité Federal.

Pero la aparente buena educación no ocultará las viejas, manoseadas, cansinas amenazas de los últimos tres años. Ya se ha recuperado la primera: una docena -¿o quincena?- de diputados que podrían romper la disciplina de voto y apoyar un Gobierno de Rajoy con tal de retar a Sánchez. Las broncas falseadas de quienes apuestan por el no a Rajoy, pero partidarios de esperar al último minuto, víspera de la convocatoria de terceras elecciones, y cederle algún diputado -repentinamente indispuesto con un cólico el día de la investidura- que salve la situación; están también quienes antes muertos que darle el Gobierno al PP, porque nunca antes el segundo partido de este país, el líder de la oposición, ha votado la investidura del presidente del Gobierno. Ni siquiera en la votación de Calvo Sotelo, pocos días después del 23F. Con estas y otras cuitas -que no son moco de pavo, es cierto- el PSOE seguirá siendo centro de atención, cuando debería permanecer en la calma chicha, pero es superior a sus fuerzas.

“Seguiremos ocupando titulares, matándonos unos a otros, porque es en lo que están inmersos desde que triunfó Pedro Sánchez. Hasta el Congreso de otoño. Persiste un odio irracional a Sánchez y, desdichadamente, en la mayoría de los casos de quienes protagonizan ese odio solo se esconde una cuestión de supervivencia. Desde el Comité Federal del 28 de diciembre sigo de cerca la situación. No ha habido disidentes ideológicos, ni un solo debate de ideas. Nada de nada. Unos luchan por mantener su presidencia autonómica o su alcaldía, otros por defender su empleo. Han comprobado que estos seis meses en la calle han sido durísimos”. La afirmación pertenece a un destacado socialista que tiene un dato a su favor, y es que cuando deje de estar por los pasillos del Congreso o de Ferraz, tendrá un empleo al que volver, un sueldo asegurado para dar de comer a sus hijos.

El diagnóstico es certero. Hay una generación de políticos en el PP y en el PSOE -en Podemos y Ciudadanos la habrá en cuanto envejezcan- que hace tiempo que confundieron la lucha por sus ideas con la pelea por mantener su puesto de trabajo. Han echado los dientes dentro del partido, no sabrían adónde ir fuera de sus estructuras, nunca tuvieron que pelear en el terreno de las ideas porque les vinieron impuestas por sus mayores -se llamen Felipe González o José María Aznar- pero no es lo mismo. Mientras que los del PSOE son tan descarnados que convierten la exhibición de la lucha en una pelea televisada a navajazo limpio, los “despedidos” por el PP, todos los que han ido perdiendo su sillón o lo van a perder en los próximos tiempos, no airearon tanto resentimiento de puertas afuera.

“La razón es obvia. Es mucho más fácil encontrar empleo en un despacho de abogados, en una oficina de una gran empresa, ya sea multinacional o de provincias, a un tipo del PP. Los rincones de este país están repletos de ejemplos a patadas. El político o expolítico de izquierdas, que también hay que incluir a Izquierda Unida, lo tiene más difícil. La derecha siempre ha repartido mejor las dádivas entre los suyos, en todos los sitios”, argumenta un exministro que tiene claro que ya no funcionan las puertas giratorias ni para los altos cargos.

La explicación no es suficiente. Se trata de saber de dónde nace ese afán del PSOE de suicidarse cada cierto tiempo, de exhibir sus miserias, aun siendo incluso mayores las de los otros. Las de ahora lo que están dejando claro es que en vez de la batalla por las ideas, de ese drama de la socialdemocracia en crisis, lo único que les ocupa a los herederos de 1982 es la pelea por el poder sin tiempo para pensar un rato en lo que sucede. Aunque sea muy importante salvar el trasero y el empleo, disimulen por favor. Son 137 años de historia.

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