Hasta que se privaticen los enfermos
Leo en una publicación en Instagram que una mujer con cáncer metastásico que es atendida en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) pide ayuda. Una de las pruebas de imagen que le realizan para las revisiones que tiene cada cuatro meses se retrasa más de veinte días de la cita que tiene programada con su oncólogo. Quizá ustedes no lo sepan, pero para las mujeres y hombres con metástasis en sus cuerpos a causa del cáncer el tiempo es oro. Su vida depende de la gestión de su tiempo. Este representa más probabilidades de más vida al poder poner en el momento correcto los tratamientos adecuados. Cuenta la mujer, que se llama Aida Fernandez y tiene 46 años, que la gestión del hospital es nefasta y va por la tercera reclamación.
Si esta publicación ha llegado hasta mí es porque se está compartiendo por varias cuentas con miles de seguidores, yo entre ellos. Algunos de los mensajes que la acompañan o de los comentarios hacen referencia a nuestros impuestos, a que la Salud no se vende, a que la Sanidad Pública es un derecho de todos, que es una vergüenza que esto pase... Mi primera reacción es también compartir: hace poco más de dos meses que mi cuñada falleció a consecuencia de un cáncer metastasico y yo misma soy paciente oncológica con revisiones mensuales a causa de un tratamiento dirigido a evitar la recidiva. No solo comparto la indignación, es que no me cuesta ponerme en el lugar de Aida Fernández y sentir la rabia, la impotencia y el miedo. Sin embargo, antes de compartir la indignación, hago una búsqueda rápida sobre el Hospital de Burgos.
Para mi sorpresa no son pocas las noticias que señalan a ese Hospital como un coladero de dinero público por su mala gestión. Fue el primer hospital de “colaboración público-privada” en Castilla y León y su gestión se adjudicó a un consorcio privado hace más de una década cuando se inauguró. Hace unos años todos los grupos políticos de las Cortes de Castilla y León, menos el PP, que gobernaba, denunciaban las “irregularidades, sobrecostes y opacidad” de la concesión privada y pedían recuperar la gestión pública. De hecho, un acuerdo de reversión del HUBU se aprobó en octubre 2021 en el Parlamento regional, pero no fue materializado porque el entonces consejero de Sanidad de la Junta de CYL creía (atención al hecho de que un cargo público base su decisión de este calado en una suposición) que la gestión privada es algo que no afecta a la calidad asistencial que recibe el ciudadano, según informaron varios medios.
Sigo indagando sobre el HUBU y veo en una información de no hace mucho, de 2023, que apenas tiene cuatro áreas asistenciales (importante lo de “asistenciales”) acreditadas con sellos de calidad, en comparación con el hospital de Valladolid, que es 100% gestión pública y tiene esa acreditación en 59 servicios asistenciales, además de contar con varios sellos de excelencia, certificaciones internacionales que reconocen su gestión “excelente, innovadora y sostenible de las organizaciones”. Los otros sellos de calidad (muchos) que tiene el HUBU son de servicios no asistenciales, que es donde tiene gran parte del negocio la empresa concesionaria (Eficanza).
Ya tengo información suficiente y vuelvo a la publicación de Aida Fernández dispuesta a difundir su situación. Es entonces cuando pienso en los comentarios indignados que hacen referencia sobre a dónde van nuestros impuestos y cómo se gestionan estos cuando está en juego la vida de alguien. Es en ese momento cuando me alegro de haber hecho esa búsqueda y saber que, en este caso concreto, el dinero de los impuestos de las y los ciudadanos burgaleses, y castellanos y leoneses, se los está llevando con intereses y sobrecostes la empresa que gestiona el Hospital de Burgos, es decir, que el Gobierno de Mañueco destina sus impuestos a pagar la gestión privada de un hospital que no le sale rentable más que a la empresa que lo gestiona.
Ojalá que no solo Aida Fernández logre que los resultados de sus pruebas de imagen vayan a la par que sus revisiones oncológicas, ojalá que ella y todas las personas que reciben atención asistencial en el Hospital de Burgos pudieran ser tratadas con los mismos sistemas de gestión de calidad de los jardines, la cafetería, la limpieza, el aparcamiento, la seguridad, los residuos… de los que presume la empresa que gestiona el HUBU. Ojalá que la gestión de la asistencia sanitaria, de la salud y la enfermedad, fuera también de calidad en ese hospital más allá de la dedicación y entrega de sus profesionales. Pero imagino que mientras no se puedan privatizar los pacientes y los enfermos, ese tema no deja tanto margen de beneficio, e incluso implica mas gastos de los que están dispuestos a asumir los que solo quieren ganar. Hasta que se puedan privatizar las personas enfermas, al negocio de la sanidad privada no les interesará lo que nos pasa porque les renta más gestionar el aparcamiento de un hospital que hacer a una enferma oncológica un TAC. Ese es su modelo de “sanidad”.
29