El problema no era sólo Donald Trump
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El problema no era solo Donald Trump. De hecho, es la consecuencia. De una sociedad que aborda cuestiones fundamentales por el método más irracional: creer emocionalmente, sin basarse en datos reales. Pocas cosas más erráticas que ser incapaces de ver un peligro cierto, negarlo, y al menor atisbo reaccionar ante él con cobardía. Pensando incluso que pasará de largo. Creyendo, que no es lo mismo. Están aposentados en la mentira y el triunfo de Trump ha revelado el inmenso riesgo de no pisar la tierra firme de las ideas y los valores.
Donald Trump y toda la corte de políticos populistas -de neta ideología ultraderechista-, los medios a su servicio y el dinero que les apoya nos han situado directamente, en pocos días, ante la amenaza consumada. A la que queda un largo recorrido si no se le pone remedio, que no lo parece, porque esa especie de nube tóxica es colectiva. Millones de ciudadanos están entregados a ella. 77 millones de ellos votaron a Trump, el delincuente convicto, el autócrata; ahora cumple lo previsto; esta vez no ha engañado a nadie sobre sus planes.
Muy perdida ha de estar una sociedad para que 77 millones de seres elijan a Trump y el resto de los ciudadanos no impidan sus desmanes, ni lo hagan las instituciones, locales y mundiales, una vez vista la marcha del destrozo, su equipo delirante. La velocidad con la que el edificio se desmorona. Una democracia no se derriba por el voto de 77 millones de creyentes irracionales. Hay algo más.
Ya pasó. Lo de Hitler era una buena lección, hoy desdibujada por eso de la fe que cree sin ver. Y aún se diría que el asunto ha empeorado con ese empoderamiento de millones de idiotas y haters que suponen saber por tener cuatro datos sobre algo y odiar por un no sé qué les molestó, o alguien les dijo qué. O lo que sea.
Sonroja leer las declaraciones de los dirigentes europeos, de la OTAN también, ante el sopapo que les ha dado Trump tomando el mando de la guerra en Ucrania, llamando a Putin y haciendo planes conjuntos. Hasta para que el presidente estadounidense visite Moscú durante unos festejos próximos.
“Europa se enfrenta a una de sus peores pesadillas”. No debería haberse dormido. “Europa empieza a quedarse sola y teme un mal acuerdo forjado por EEUU”. Quizás estuvo siempre sola, a lo suyo, sin enterarse de nada, sin querer hacerlo. Porque de la amistad y colaboración entre Trump y Putin se sabe desde hace más de diez años. “Las señales que llegan de EEUU como la calidez del tono de Trump en su comentario sobre la conversación con Putin —ambos líderes acordaron visitarse mutuamente y el estadounidense habló de las posibilidades de colaboración de los dos países— preocupan en Europa”. Se dieron cuenta del tono, menos mal, porque parece que no tanto de lo que dijo el Secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, ese presentador de la Fox en altas funciones políticas: “Estoy hoy aquí para expresar directamente y sin ambigüedades que las crudas realidades estratégicas impiden que Estados Unidos sea el principal garante de la seguridad en Europa”, comenzó explicando.“Estados Unidos está dando prioridad a la disuasión de una guerra con China en el Pacífico”, dijo. “Estados Unidos ya no tolerará una relación desequilibrada que fomente la dependencia. EEUU dará prioridad a capacitar a Europa para que asuma la responsabilidad de su propia seguridad”, añadió.
Estados Unidos pide, exige, que compremos armas a Estados Unidos, y que Europa se apañe solo por su cuenta en su “seguridad”. Nuestra seguridad por cierto, se nutre de bases estadounidenses en suelo europeo que en estas circunstancias suponen prácticamente “tener al enemigo en casa”.
De entrada no, claro. No le van a levantar la voz a Trump y su equipo. De palabra, cuesta poco. “El secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, ”avisa“ que Kiev debe participar en cualquier negociación de paz”. Zelensky también dice que sin él no puede ser, después de haber cedido ya a entregar a Estados Unidos, algunas de las famosas y productivas tierras raras. Pete Hegseth les dice más: “Es Trump quien decide lo que está prohibido y no lo está”.
Aterrado está Trump con la firmeza europea a todos los niveles, en la guerrra económica también ¿Verdad?
Es tanta la firmeza y la clarividencia de los análisis que no es para menos Europa pierde la confianza en los EEUU de Trump: de “aliado” a mero “socio necesario”, según un estudio del ECFR, leo. Mero solo, no se preocupen.
También se ha venido a Europa, a Munich, para participar en la Conferencia de Seguridad, el vicepresidente de Trump J.D. Vance y lo ha hecho para insultar directamente a los europeos y soltar inequívocas consignas racistas y fascistas. El mayor problema de Europa, dice, es la inmigración, y la libertad de expresión es la del bulo y el insulto implantada por Elon Musk, mientras dure su protagonismo. El típico discurso ultra que ahora ocupa tribunas en un tono de superioridad e insolencia intolerables. Vance ha concluido en el mismo tono: “Ahora hay un nuevo sheriff en la ciudad”. Y Kaja Kallas la representante de la política exterior europea ha dicho: “Parecería que están buscando pelea”. Sí, ¿verdad?
Enorme el problema creado por esos 77 millones de votantes en EEUU, algunos de los cuales cuentan con familiares candidatos a la deportación por su origen geográfico y étnico. Con el desprecio manifiesto del racista Trump y de todo el MAGA que le aupó al poder. Ya andan con problemas los venezolanos “que huyeron de Maduro”, los potentes cubanos de Miami, y a los argentinos de su gran adorador Javier Milei también les va a clavar aranceles. Pero como ellos, como los votantes de Trump, cuantos se achantan son también culpables. Dice Liz Cheney, republicana, hija de un vicepresidente de amargo recuerdo: “Trump pasará pero no su deshonra.” En fin, se están jugando el mundo y apostando intensamente por sus beneficios, la honra no parece importarles demasiado. Los conflictos de intereses con las empresas de Elon Musk y él -que autoriza los contratos- no existen. Dice que son entes separados, él y sus empresas. Testimonialmente, sus coches Tesla se están hundiendo en ventas en Europa. Nada más, pero le sobra el dinero.
Si es terrible la destrucción del Estado, de la justicia en particular – Musk apunta y Trump dispara-, atisbar a los millones de fanáticos entusiasmados con “estos cambios” que les estallarán en la cara con gran probabilidad y con deseable justicia, muestra un futuro preocupante. Muy preocupante. El odio ha crecido desde que Elon Musk compró Twitter para convertirlo en X y plataforma de la ultraderecha mundial. Aunque el odio estaba allí ya, en quienes no tienen otra cosa.
Es esa progresión desde los creyentes en el error, al poder del insulto, a situar la mano ejecutora, hasta llegar a la obediencia con miedo, siempre con el recurso de cambiar la cara del verdugo para seguir engañándose.
Opinan de todo, menosprecian cuanto ignoran. Creen, sin base, sobre las raíces de los conflictos, procesos y soluciones, y se lo discuten a estrategas profesionales. Saben más que nadie. Te mandan a escribir “de nacional” porque “no se sabe quién te influye” al establecer paralelismos entre Trump y Putin, como antes te mandaban a fregar. Vuelven esos tiempos. La realidad les abofetea en la cara y creen que ha sido el viento.
La deriva trumpista es tan desmesurada que, por pura lógica, tiene que romper por algún lado. Por el partido republicano de los Estados Unidos no parece. El Senado confirma el polémico nombramiento de Robert F. Kennedy como secretario de Salud en Estados Unidos. Solo un republicano ha votado en contra de la designación del conocido antivacunas. Y eso que su prima, la hija del presidente asesinado, pidió expresamente que no se le confirmara, que es “un depredador” no apto para formar parte de ningún gobierno. De momento le leen múltiples comentarios emocionados por la esperanza que se les abre. Muy atentos a los fanáticos del nuevo régimen estadounidense.
En el fondo, el trumpismo se está mostrando terrible, más salvaje de lo esperado, pero de forma es un espectáculo grotesco. Rueda de prensa en el despacho oval con Trump sentado y Elon Musk de pie, con su hijo de 4 años al que inscribió como X Æ A-12 (nombre futurista según alguna publicación española) y al que llaman X para abreviar, dando saltos y que termina increpando al “jefe” de su padre: “Tú no eres el presidente, vete”.
Parece que a los fieles de Trump/Musk no les importa, les gusta. ¿Cuánto puede durar esto? ¿Lo mismo que el odio guardado durante años recordando ante las críticas que un día “se aplaudió con la entrepierna” la presencia de bebés en el congreso español?
Cada día da un paso más, una zancada a la barbarie. Los bulos y el odio de Musk, órdenes que Trump parece obedecer, y las respuestas fanáticas que encuentran dibujan un clima en el que ya se menciona la caza del demócrata. El cuento de la criada es de hadas rosas al lado de la realidad que se está cociendo en Estados Unidos. Absolutamente delirante y violento. Con posible extensión a otros países donde hierve el mismo caldo.
En España, afamados ultras del misterio suplican información al “Sr. Elon” sobre los daños que haya podido hacer USAID en nuestro país, como fuente fiable de información parece. Otro de los bulos que está haciendo un daño inmenso a personas vulnerables que dependían de esas subvenciones.
Nos enfrentamos a la misma idiocia cruel que ya manda en Estados Unidos, y en Europa, y en Oriente Medio y donde le venga en gana, podría ser. Es inevitable constatar que aunque España tiene un gobierno nacional más o menos progresista, está lleno de mugre en varias comunidades autónomas cargadas de suciedad y trampas. Y que ni la justicia, ni buena parte de los medios cumplen los estándares de un país democrático con separación de poderes y derecho a la información veraz. Y que, y es la clave, no pasa nada tampoco. Ahí siguen cada día apretando más para estupefacción de los ciudadanos normales siquiera.
No, el problema no es solo Trump: Trump y los demás son el resultado. Todos los nombres de aquí que se les ocurran, con razones no vómitos viscerales, también. Aunque a veces la impotencia ante la impunidad los haga coincidir, no es el camino.
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