Hace aproximadamente un año llegaban las primeras noticias de un brote de una extraña neumonía en Wuhan, una provincia china de la que pocos habíamos oído hablar. Según pasaron las semanas, las noticias cada vez eran más preocupantes: confinamiento estricto en China, casos en aumento y en expansión global. En este contexto de alarma, sabíamos muy poco sobre la amenaza a la que nos enfrentábamos. Todo eran incógnitas: ¿Cómo se transmite el virus? ¿Cuál es la tasa de mortalidad? ¿Cuándo habrá una vacuna? En la búsqueda apremiante por obtener respuestas, el mundo acudió a los expertos: virólogas, epidemiólogas, médicos de salud pública. Ante nuestro desconocimiento, quisimos que su saber especializado, acumulado por décadas de formación, pudiera guiarnos como sociedades.
La necesidad de expertos era particularmente evidente ante los dilemas a los que se enfrentaban los gobiernos. ¿Qué tipo de medidas tomar para frenar el avance del virus? ¿Es necesario adoptar un confinamiento estricto? ¿Cómo conjugar el combate del virus con la protección de la economía? En estas primeras semanas los expertos al frente de las comisiones de asesoramiento a los gobiernos se convirtieron en nombres familiares. Anthony Fauci en Estados Unidos, Neil Ferguson en el Reino Unido, o Fernando Simón en España. Eso sí, sus recomendaciones no eran unánimes. Mientras que en China, Italia, o España los científicos proponían frenar la curva de manera vigorosa. En Suecia o en el Reino Unido entendían que la mejor opción era no establecer grandes restricciones y así avanzar hacia la inmunidad de rebaño. Según se empezaron a notar los terribles efectos de la pandemia sobre la actividad económica, al debate se incorporaron también economistas. En resumen, en tiempos de incertidumbre, el saber experto parecería ser un atributo en alza.
Sin embargo, es precisamente en este contexto cuando las teorías de la conspiración han tenido un mayor eco. Su principal elemento en común es un cuestionamiento de los mensajes de los profesionales especializados: (a) se ha sostenido que el virus había sido manufacturado por un laboratorio chino, (b) se ha dicho que Bill Gates está detrás del virus para hacerse rico con las vacunas, o (c) se ha cuestionado la utilidad de las mascarillas. Al éxito de estas teorías ha contribuido el amparo político que han recibido desde dirigentes y partidos muy importantes a nivel global como Trump o Bolsonaro.
En este contexto que combina dependencia del saber experto con cuestionamiento sin precedentes de ese mismo conocimiento, los autores de este post hemos estudiado cómo ha afectado la pandemia en la percepción sobre el rol de los expertos. Para ello, hemos realizado dos encuestas, una antes de la pandemia -marzo 2019- y otra en pleno desarrollo de la misma -mayo de 2020-. Las mismas 1.200 personas respondieron a las dos encuestas (financiadas por el proyecto de I+D+i CSO2017-89847-P del Plan Nacional de Investigación), con lo cual podemos comparar cómo han evolucionado sus opiniones. En ambos cuestionarios incluimos una batería completa de preguntas sobre actitudes tecnocráticas. Estas preguntas están tomadas prestadas de la publicación reciente de Eri Bertsou y Daniele Caramani.
Cada una de las 10 preguntas de la batería se presenta como una afirmación ante la cual el entrevistado debe indicar su grado de acuerdo, donde el mayor desacuerdo se mide como un 0 y el mayor acuerdo como un 10. Esta batería busca capturar las tres dimensiones de la preferencia a que los expertos tomen decisiones: elitismo, apoyo a decisiones basadas en el conocimiento y el anti-partidismo. La batería de preguntas es la siguiente:
Elitismo
- La gente común no sabe qué políticas son buenas para ellos/as mismos/as.
- Los líderes políticos deben tomar decisiones de acuerdo con su opinión, no con la voluntad del pueblo.
Apoyo a decisiones basadas en el conocimiento
- Los políticos deben ser como gerentes y arreglar lo que no funciona en la sociedad.
- Los líderes políticos deben tener mayor nivel educativo y estar más capacitados que los/as ciudadanos/as comunes.
- Los problemas sociales deben abordarse teniendo en cuenta la evidencia científica, no las preferencias ideológicas.
- Los problemas que afronta el país requieren de expertos/as para resolverlos.
- Las mejores decisiones políticas son las tomadas por expertos/as que no son políticos,
Anti-partidismo
- Los partidos políticos en vez de ayudar perjudican a la sociedad.
- Los políticos solo quieren promover los intereses de quienes los votan y no los intereses de todo el país.
- Los políticos dedican todo su tiempo a buscar ser reelegidos en lugar de solucionar problemas.
Para analizar el cambio de opiniones producido por la pandemia, hemos tomado la diferencia entre las opiniones dadas en mayo de 2020 y las opiniones emitidas un año antes. El gráfico siguiente muestra la media de estas diferencias para cada una de las preguntas de la batería.
Como podemos ver, con la pandemia ha aumentado en términos generales el grado de apoyo al rol de los expertos. La mayor parte de las diferencias son positivas, es decir, hay mayor apoyo a las afirmaciones de corte tecnocrático en mayo de 2020 que en marzo de 2019. En los casos en los que la media de apoyo ha bajado, lo ha hecho en muy pequeña medida y podemos decir que estadísticamente esa bajada no es significativa.
En concreto, del conjunto de preguntas, ¿Cuáles son las actitudes que más se han reforzado con la pandemia? Como podemos ver, son las preguntas 4-7. Esas cuatro afirmaciones reflejan la dimensión de apoyo a que las decisiones estén basadas en el conocimiento (expertise en inglés). El grado de apoyo a esas afirmaciones ha aumentado notablemente y de manera estadísticamente significativa. La magnitud de ese aumento es de 0.4, 0.7, 0.3, y 0.4, respectivamente. Pueden parecer cambios menores, pero reflejan el 17%, 29%, 17% y 18% de la desviación estándar de la respuesta en cada caso. Por lo tanto, podemos decir que con la pandemia se ha acentuado la preferencia de los ciudadanos por que los expertos estén involucrados en la toma de decisiones.
En conclusión, en un contexto que conjuga dependencia del saber profesional y experto con cuestionamiento de los argumentos científicos sin precedentes en los tiempos recientes, vemos que el resultado neto en la opinión pública española es muy claro: Los ciudadanos han redoblado su confianza en que las decisiones se basen en el conocimiento de los expertos.
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