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Diseño equitativo, diseño para todo el mundo

3 de enero de 2023 06:02 h

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Creo que es necesario aportar maneras de resolver situaciones cotidianas vividas desde la discapacidad, desde los profesionales de la accesibilidad y haciendo entender a personas que ni sean del sector ni tengan discapacidad cómo pueden colaborar. Y esto es algo en lo que todos podemos y debemos tomar parte.

Cuando en el artículo anterior comentamos los siete principios del diseño universal, vimos de pasada una serie de cuestiones en las que me gustaría ir ahondando; sobre todo porque no suelen ser tenidas en cuenta al no ser parte del día a día de una inmensa mayoría. Quiero detenerme en cada una y poner varios ejemplos para que tengamos claro que vivimos en un mundo pensado para cierto tipo de personas, y del cual a veces se quedan fuera bastantes otras por sus circunstancias.

Vamos, por tanto, con el primer principio de diseño universal: el diseño equitativo. Como vimos, esto consiste en que todo el mundo pueda usar cualquier objeto, aplicación o servicio; si no del mismo modo para el que fue diseñado, sí lo más parecido posible.

¿A qué nos referimos con esto? Pues a que tanto una persona con discapacidad visual, entre ellas baja visión —pérdida de la capacidad visual que no puede ser corregida con gafas, lentes de contacto, fármacos o cirugía— o daltonismo, una persona con discapacidad auditiva, intelectual o física, pueda usar los objetos o servicios, digitales o no, de la misma manera que una persona sin discapacidad. Las personas con daltonismo, por ejemplo, no pueden diferenciar bien ciertos colores, por eso en los semáforos no hay una luz que cambia de color, sino varias posiciones de la misma (rojo arriba, ámbar en medio, verde abajo).

Otro ejemplo de uso equitativo es la puerta que se abre automáticamente cuando nos acercamos a ella en el centro comercial: funciona con una célula fotoeléctrica que detecta nuestra presencia y se abre permitiendo el paso. Así, nadie tiene que empujarla, abrirla ni activar la apertura. Es un buen diseño porque tanto las personas con discapacidad como las personas que no la tienen, es decir, todas las personas, podemos usarla. 

En siguientes artículos hablaremos sobre ello para explicar con detalle a qué me refiero, pero en el mundo digital también sucede, y es algo más llamativo puesto que son problemas que tenemos en cuenta porque los usuarios de las webs nos suelen dar más feedback. El hecho de que una web contemple la diversidad de los usuarios es un acierto porque genera empatía y mejora la imagen de marca, además de permitir ejercer un derecho esencial de la ciudadanía: el de participar de la vida pública, ya sea de forma digital (los certificados de la AEAT, el censo, todas las gestiones que se pueden hacer vía telemática, sin tener que ir a la oficina) o física.

Es fácil no cuestionarse esto —o no parar siquiera a pensarlo por unos momentos— cuando no se tiene discapacidad o limitaciones sensoriales, ya que no es algo con lo que hay que convivir. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, solo si toca vivirlo en primera persona se entiende que el diseño del mundo no contempla la discapacidad, y que hay mucha gente a la que le cuesta hacer una vida completamente normal porque no está incluida en el diseño de lo que nos rodea. Es decir, no se piensa en nosotros en una primera instancia. 

Don Norman, padre de la usabilidad, reflexiona en su libro La psicología de los objetos cotidianos sobre el diseño y explica que el usuario no utiliza mal las cosas, sino que las cosas están mal diseñadas. Es trabajo del diseñador estudiar bien cómo se va a utilizar ese producto o servicio, y muchas veces no se tiene en cuenta —aunque esto ocurre cada vez menos gracias a la fuerza que está cobrando el diseño inclusivo— a diferentes grupos de usuarios.

Esto del diseño equitativo no es más que pensar en cómo se podría usar algo de igual modo por cualquier persona, independientemente de que utilice o no muletas, silla de ruedas o cualquier vehículo motorizado; o de que carezca o no de algún miembro, o sufra de ceguera, daltonismo o cuestiones de comprensión lectora. Por eso es importante que, sobre todo, las personas sin discapacidad que diseñan y proponen el modelo de mundo sean conscientes de que el diseño tiene que ser para todos igual —y si no, parecido—, para que todos podamos sentirnos incluidos.

Creo que es necesario aportar maneras de resolver situaciones cotidianas vividas desde la discapacidad, desde los profesionales de la accesibilidad y haciendo entender a personas que ni sean del sector ni tengan discapacidad cómo pueden colaborar. Y esto es algo en lo que todos podemos y debemos tomar parte.

Cuando en el artículo anterior comentamos los siete principios del diseño universal, vimos de pasada una serie de cuestiones en las que me gustaría ir ahondando; sobre todo porque no suelen ser tenidas en cuenta al no ser parte del día a día de una inmensa mayoría. Quiero detenerme en cada una y poner varios ejemplos para que tengamos claro que vivimos en un mundo pensado para cierto tipo de personas, y del cual a veces se quedan fuera bastantes otras por sus circunstancias.