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El CIS retrata la disparidad entre la sociedad y los políticos con la legalización de la marihuana

Un documental explica "el porqué" de la legalización del cannabis en Uruguay

Daniel Sánchez Caballero

La sociedad vuelve a atropellar a los políticos. Se conocía cierta simpatía de la población con la legalización de la marihuana, pero el CIS la acaba de cuantificar: el 84% de las personas apoya la regulación del cannabis con fines terapéuticos y el 47% es partidario de la legalización total (el 41% la rechaza), incluyendo el uso lúdico.

Frente a esta realidad, especialmente por el lado del cannabis con fines terapéuticos, las propuestas para su regulación duermen el sueño de los justos en el Congreso. Ciudadanos registró una Proposición No de Ley para regular el cannabis con fines terapéuticos que espera para ser abordada un turno que nunca llega. Unidos Podemos presentó otra para la legalización total, al estilo de Uruguay o Canadá, que fue vetada, según el partido morado, bajo el pretexto de que ya existía la de Cs.

Desde Podemos explican que no se van a quedar ahí. “Los datos del CIS demuestran que hay una mayoría social que cree necesario un cambio hacia la regulación”, explican fuentes del partido, que anuncian novedades. “Estamos impulsando nuestra propuesta de regulación con la redacción de la Proposición de Ley e impulsando el debate”, añaden.

Aquí la formación que dirige Pablo Iglesias daría un salto de calidad: las PNLs presentadas solo informan al Gobierno del sentir del Congreso respecto a un tema determinado. Las Proposiciones de Ley se convierten automáticamente en leyes si el Congreso las aprueba. Y la composición de la Cámara invita a pensar que, de llegar una ley, podría aprobarse. Aunque desde UP hablan de “ley integral”, esto es, que incluya el consumo lucrativo, y esta circunstancia puede echar para atrás a algún partido.

El estancamiento sigue hasta hoy, pese a que, si se pregunta a los partidos uno a uno, ninguno responde “no” abiertamente a regular el consumo de cannabis con fines terapéuticos.

Otros países están avanzando en la regulación en distintos grados. Desde EE UU, principal impulsor de la ilegalización a mediados del SXX, donde ya es legal en al menos nueve estados en diferentes niveles, hasta Uruguay pasando por Canadá, Israel, Alemania o Portugal, en todos estos países se puede consumir cannabis en el peor de los casos con fines terapéuticos.

“Tiene que salir adelante”

“Esto tiene que salir adelante, es una cuestión de urgencia médica”, explica Carola Pérez, presidenta del Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM) y de la asociación Dos Emociones de atención a pacientes.

Porque la realidad, explica Pérez, es que hay miles (“¿decenas de miles? No lo sabemos ni podemos saber”) de consumidores terapéuticos de cannabis, y para ellos que sea ilegal adquirirlo es un problema a muchos niveles.

El primero, explica Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid e investigador durante más de 20 años de las propiedades del cannabis, es que la gente no sabe lo que está tomando. “Es la diferencia entre que se lo compres a un narco o a un Estado. No sabes la composición, estabilidad, pureza, etc. La estandarización es totalmente necesaria. Cuando tomas un paracetamol tienes que saber si tiene 100 mg o 500 mg. Obviamente, hay que saber cuando se toma un aceite [de cannabis] cuánto principio activo está tomando para tener una previsión de sus efectos”, explica en esta entrevista.

Los efectos del cannabis son conocidos y están demostrados científicamente. Esta planta se utiliza para combatir el dolor crónico en forma de artritis, fibriomialgia, migraña o dolor neuropático. También alivia los espasmos, las convulsiones y los temblores, además de ser un conocido estimulante del apetito o de inhibir las naúseas y los vómitos asociados a la quimioterapia. Quienes lo consumen para tratar dolencias, como Pérez o Mercedes de la Mata, explican que es ha “cambiado la vida”.

Otra consecuencia derivada del consumo habitual de cannabis es que, si te hacen un control de drogas en la carretera, vas a dar positivo aunque hayan pasado varios días desde el último consumo. El cannabis se acumula en el tejido adiposo, que lo va liberando paulatinamente.

Y un consumidor habitual puede tardar hasta un mes en expulsarlo del todo de su organismo: durante todo ese tiempo dará positivo en un control, un problema real para los consumidores terapéuticos. Real pero irreal a la vez, ya que algunos, como Carola Pérez, consumen una variedad de marihuana (en forma de aceite) sin THC, el principal componente psicoativo de la planta, pero no pasaría el control en cualquier caso.

La última vertiente, tampoco menor, es que, aunque la marihuana se mueve en un extraño limbo legal, lo que es seguro es que no se puede transportar ni consumir en la calle. Y como es ilegal, si uno no la cultiva en casa (permitido mientras sea para autoconsumo) solo queda salir a la calle a por ella, sea literalmente en la calle o en alguna de las asociaciones de consumidores de cannabis que proliferan por España.

Pero hay que hacer el desplazamiento desde el punto de adquisición a casa, periodo durante el cual el consumidor está expuesto a una intervención policial que le cueste la multa por posesión, además de perder lo adquirido. Los consumidores terapéuticos se sienten criminales en ocasiones, según relatan.

Consumir no, hacer negocio sí

Pero que no haya una voluntad expresa de legalizar el consumo de cannabis no quiere decir que España le dé la espalda al cáñamo. El negocio se permite, de forma limitada y con permiso del Gobierno. Así, en España hay autorización para cultivar hasta 20.000 hectáreas de cannabis para exportar con fines medicinales, según ha admitido el propio Ejecutivo. Dónde están esas plantaciones es un secreto.

Hasta el pasado mes de enero, el Ejecutivo había recibido al menos 160 solicitudes de autorización de cultivo de cannabis con fines terapéuticos y de investigación, pero solo había aprobado seis. Una de ellas le cayó al multimillonario Juan Abelló, que se ha aliado con el grupo inversor británico GHO “para el cultivo, producción, fabricación, importación, exportación, distribución y comercio de Cannabis sativa y sus productos. El destino del cannabis y de los productos del cannabis obtenidos de estos cultivos [extractos, tinturas, principios activos como cannabidiol (CBD), cannabinol (CBN), etc.] sería tanto la exportación, como la fabricación de medicamentos en entidades autorizadas (...), la realización de ensayos clínicos autorizados por esta Agencia o fines de investigación”, según el permiso concedido por el ministerio de Sanidad.

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