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ENTREVISTA
Investigador especializado en ultraderecha

Felipe G. Santos: “La ultraderecha busca estigmatizar con mentiras la defensa de los derechos sexuales”

El investigador Felipe G. Santos.

Laura Galaup

5 de octubre de 2022 22:52 h

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El triunfo en Italia de la coalición encabezada por el partido de Giorgia Meloni es el último éxito de la ultraderecha, pero no el único que se ha producido en los últimos meses. Los lobbies y partidos que llevan décadas tratando de influir en la agenda para limitar los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI también celebraron en junio la decisión del Tribunal Supremo norteamericano de revocar la sentencia que garantizaba el derecho al aborto en Estados Unidos.  

El investigador posdoctoral de la City, University of London Felipe González Santos, especializado en las redes de la ultraderecha europea, lleva años investigando las estrategias de estas organizaciones para conseguir imponer su agenda. En su último trabajo, publicado en European Journal of Cultural and Political Sociology junto a Dorit Geva –decana fundadora de estudios de pregrado de la Central European University–, analiza la estrategia desplegada por los movimientos antigénero para boicotear las iniciativas políticas que garantizan derechos sexuales y reproductivos.

El punto de partida de la investigación es un informe, conocido como informe Estrela –impulsado por la socialista portuguesa Edite Estrela–, que se debatió en el Parlamento Europeo en 2013 y que pedía una garantía en la UE para el derecho al aborto de las mujeres embarazadas fruto de una violación y un impulso a la educación sexual en las aulas. Ese texto, según destacan en su última investigación, supuso un punto de inflexión.

Ese informe marcó un cambio absoluto en la movilización ultraconservadora y antigénero. Fue la primera vez que los grupos ultras fueron capaces de tener una victoria en 20 años de políticas de género del Parlamento Europeo. Supuso un gran cambio.

Las organizaciones ultraconservadoras consiguieron tumbar el informe desarrollando varias estrategias que siguen vigentes actualmente. ¿Qué líneas de actuación han detectado en ese caso de estudio?

El objetivo último de todas las estrategias era evitar que se debatiese sobre derechos sexuales y reproductivos. Además, vemos que las diferentes ultraderechas van aprendiendo unas de otras. Se buscaba estigmatizar a través de mentiras y exageraciones no solo las posiciones en favor de los derechos sexuales y reproductivos; también a las personas que las defendían.

Algo muy común, que estamos viendo ahora con el caso de la ley trans y la campaña de acoso que está recibiendo Irene Montero, es asociar los derechos sexuales y reproductivos y su educación [en las aulas] con la pedofilia. Esto no es nuevo de Vox ni de los grupos ultras españoles, también pasó con el informe Estrela.

La asociación de la educación sexual con la pedofilia no es algo nuevo [impulsado por] Vox ni de los grupos ultras españoles, también pasó con el informe Estrela

Esa no es la única estrategia que citan en el artículo. 

Otro caso consistió en montar campañas conspiranoicas en las que, por ejemplo, decían que el informe no había sido escrito por Edite Estrela y en su lugar lo había redactado la líder de International Planned Parenthood Federation [Federación Internacional de Planificación Familiar]. Se intentaba estigmatizar a quienes defendían los derechos sexuales y reproductivos como personas que pertenecen a una élite que no entiende a la gente real, una estrategia muy populista. Por ejemplo, presentaban a Estrela como una mujer lesbiana y sin hijos que no era capaz de entender las necesidades de los padres comunes. 

Otra campaña de desinformación bastante relevante fue el hecho de que el día que se iba a votar por primera vez el informe Estrela en el Parlamento Europeo en Estrasburgo enviaron a todos los eurodiputados y eurodiputadas unos muñecos de un bebé –que estaba perfectamente formado– chupándose el dedo. [Los grupos ultras] aseguraron que era un feto de diez semanas y dijeron que ratificar el informe Estrela era apoyar el aborto y el asesinato de esos bebés. 

¿Qué consiguieron con esas actuaciones? 

Que muchos eurodiputados que no estaba al tanto de lo que sucedía pensaran que había pasado algo terrible en el voto de la Comisión de Derechos de las Mujeres y que ya no quisiesen apoyar el informe Estrela, a pesar de que esa fuese la línea de su grupo político europeo. Es decir, que ya no que quisieran asociarse con esas posiciones, aún sin saber lo que había pasado, simplemente por todo el revuelo mediático que había sucedido. Hay que tener en cuenta que en el Parlamento Europeo cada diputado trabaja en unos temas [determinados] y la mayoría desconocen gran parte del resto de asuntos que se votan porque hay comités muy especializados.

Finalmente, el informe Estrela nunca se votó y se aprobó un texto alternativo. ¿Cómo se llegó a esa situación?

En lugar de centrar el debate sobre el contenido del informe, se intentó desarrollar una moción alternativa en la que se repetía la legislación europea. Básicamente no decía nada, recogía que había que respetar algo que ya se estaba respetando. Las mociones alternativas se votan antes que los informes y si se aprueba esa moción el informe ya no se vota. Como [los grupos ultraconservadores] consiguieron crear un montón de confusión, la gente prefirió votar sobre algo que no los posicionaba ideológicamente. Votaron el texto vacío en lugar del informe Estrela y, finalmente, no se debatió el tema de los derechos sexuales y reproductivos. 

Si lo llevamos al caso español, muchas veces cuando se alude a la objeción de conciencia –que es algo totalmente comprensible y defendible– lo que también se permite es que muchas personas que la defienden no tengan que posicionarse sobre si están a favor o en contra del aborto. El caso del “pin parental” de Vox es básicamente lo mismo. No se están posicionando sobre si se debe dar cierta educación a niños y niñas en las escuelas. Se están posicionando sobre algo que es otra cosa: sobre si los padres deberían permitir o no [que sus hijos acudan a esos cursos]. 

Su investigación también ha constatado que la estrategia de spam que se desarrolló desbordó a la Eurocámara.

Lo que sucedió en el Parlamento Europeo es que fue la primera vez que recibieron una campaña de spam. Los servidores no estaban preparados. Los eurodiputados, las eurodiputadas y sus oficinas tampoco pudieron afrontarlo. Muchas de las personas a las que entrevisté me contaban que no eran capaces de trabajar con el email porque constantemente les llegaban decenas y decenas de correos electrónicos, terminaban perdiendo emails de trabajo porque no eran capaces de filtrarlos. 

Al ser la primera campaña de spam orquestada contra el Parlamento Europeo, el problema que afrontaron era que no sabían si los emails que recibían eran de verdad de la ciudadanía que estaba preocupada por el informe Estrela o eran bots. [Desde entonces], se ve la evolución que ha habido de esa campaña hasta la inversión que realiza ahora la ultraderecha con bots en Twitter y otras redes sociales. De nuevo se busca a través de estas estrategias silenciar las voces que defienden, en este caso, los avances en derechos de género, sexuales y reproductivos.

En lugar de entrar en las contradicciones que existen en [la variedad de coaliciones de la ultraderecha] que podría dividir a su base de votantes, utilizan el tema del género como un pegamento unificador

¿Por qué han asumido los grupos de ultraderecha que uno de sus objetivos son los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI?

De primeras, creo que es por un tema ideológico. Son grupos ultracatólicos que, como cualquier persona que hace política, intentan traducir sus valores personales en valores sociales. Segundo, yo creo que les permite evitar ciertas contradicciones. En la ultraderecha hay una variedad de coaliciones: algunas son un poco más obreristas, otras más neoliberales... En lugar de entrar en esas contradicciones, que a lo mejor dividirían a su base de votantes o militantes, utilizan el tema del género como un pegamento unificador. Por eso, la batalla cultural –como lo llaman en la derecha– es tan importante para ellos. Es un asunto en el que están bastante seguros de que hay un acuerdo entre la mayoría de sus votantes y sus militantes.

Y después, una tercera razón, aunque ahora está cambiando, los partidos populares europeos y cristianodemócratas habían movido sus posiciones sobre el tema del género debido a la fuerza y a la hegemonía del movimiento feminista. Por lo tanto, habían enfatizado mucho más la parte económica y de gestión y dejado de lado el tema de los derechos sexuales y reproductivos. Ahí dejaron una laguna y cuando la ultraderecha emergió y entró en el escenario político apuntaron: “Nosotros somos lo que votabais antes. No somos algo nuevo. Somos simplemente la vuelta a las raíces”. A través de las políticas antigénero [pudieron] absorber parte del voto que antes estaba tradicionalmente unido al centroderecha.

¿Cómo funcionan las redes de la ultraderecha? ¿Cómo logran compartir estrategias?

Funcionan de diferentes formas. Como parte de esas redes, se apuesta por que la gente de diferentes lugares de la ultraderecha conecten entre ellos. Se hace a través de encuentros como el Congreso Mundial de las Familias, pero también con eventos más privados e incluso con viajes particulares. 

Cuando llegan al Gobierno ya no necesitan poner en marcha estas estrategias de presión. ¿Cómo valora las políticas que están desarrollando los gobiernos de extrema derecha en asuntos que afectan a los derechos sexuales y reproductivos?

Si nos centramos en Hungría lo que estamos viendo es que los derechos de las mujeres están en el centro de la política de su Gobierno. Ahora, una vez que Viktor Orbán ha ganado las elecciones [de nuevo], acaba de aprobar la obligación de que cualquier persona que quiera abortar tenga que escuchar el latido del feto antes de interrumpir su embarazo. 

En Hungría tienen una ley del aborto de casos, como la que había anteriormente en España, y también contemplan el supuesto de peligro para la madre, que es un coladero de todos los abortos. Las mujeres pueden abortar, pero lo están intentando dificultar. Y lo que es interesante es que actualmente se ha reducido por tres el número de abortos en Hungría si se compara con el año 2000. Por lo tanto, no es un asunto político con el objetivo de disminuir las cifras, porque eso ya está sucediendo, es un tema de generar conflicto a través de los derechos de las mujeres. 

Del Gobierno de Meloni creo que podemos esperar ataques a los derechos de las personas LGBTI, a los derechos de las mujeres y políticas ultras en cuanto a temas de migración

En relación a los derechos sexuales y reproductivos, ¿qué espera por parte del futuro Gobierno italiano liderado por Meloni? 

Creo que las políticas de género van a ser uno de los temas centrales del gobierno de Italia. Se ha publicado que ha habido un acuerdo entre entre Meloni y Mario Draghi para respetar ciertas líneas económicas y relaciones internacionales, a cambio de que interceda también un poco con Bruselas.

Por lo tanto, ya no solo porque ideológicamente Fratelli d`Italia es un partido ultraconservador en cuanto a políticas de género, puede ser incluso peor en relación a otras cosas; además, porque va a ser de las pocas cosas que tengan para mostrar a sus votantes, que de verdad son capaces de aprobar leyes. Van a ir mucho en dirección de las políticas de Viktor Orbán en cuanto al tema del aborto, de la concepción de la familia y demás. Creo que sí que podemos esperar ataques a los derechos de las personas LGBTI, a los derechos de las mujeres y políticas también ultras en cuanto a temas de migración y demás.

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