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La perpetuación del conflicto y la falta de recursos merman la ayuda humanitaria en los campos saharauis

Vistas de la planta de agua de Smara © Ángel L. Martínez

Ángel L. Martínez

La ayuda internacional ha mantenido con vida a la población saharaui refugiada durante casi cuatro décadas de exilio. Los dispensarios del hospital de Navarra Tifariti, en los llamados territorios liberados bajo la administración de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), se abastecen con las medicinas enviadas por las agencias humanitarias. Médicos del Mundo, junto con las autoridades locales, se encarga de hacer llegar esta ayuda médica financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Alí Salem, director del centro en Tifariti, explica: “El pueblo español tiene los brazos abiertos, pero el Gobierno no ayuda políticamente. El Gobierno español está con el Sáhara solo cuando hace campaña”.

Pese a que España es el mayor donante bilateral de ayuda humanitaria en los campamentos saharauis después de Argelia, ni refugiados ni autoridades olvidan su implicación política en el conflicto. Así lo reconoce Brahim Mojtar, Ministro de Cooperación de la RASD: “La responsabilidad de España es enorme, política e históricamente, y de ahí esa ayuda humanitaria”.

De acuerdo con Buhobeini Yahia, presidente de la Media Luna Roja Saharaui, socio local de AECID en los campamentos, las responsabilidades de España son aún mayores: “Según la legalidad internacional el Sáhara es territorio administrado por España. La contribución de España es mínima comparada con su responsabilidad política después de 92 años de ocupación del Sáhara y de sus lazos con Marruecos”.

España no es el único país donante con implicaciones políticas en el conflicto. Estados Unidos es el mayor financiador (21% en 2013) de las actividades del Programa Mundial de Alimentos (PAM), encargado de la seguridad alimentaria de los campamentos. “A veces es más fácil para los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU financiar y recaudar fondos que tomar políticas para presionar al Gobierno de Marruecos”, señala Abdelkader Taleb Omar, primer ministro de la RASD, en referencia al veto ejercido para buscar soluciones al conflicto, y continúa: “Esto se debe a uno de los Estados miembros del Consejo de Seguridad, Francia, que no quiere obligar a Marruecos a respetar sus propios compromisos frente a la comunidad internacional ni a seguir las resoluciones de la ONU”. Como miembro de la UE, Francia también financia la ayuda alimentaria recibida por los refugiados saharauis mediante la Comisión Europea para la Ayuda Humanitaria (ECHO), que aportó el 15% de la financiación del PAM en el presente año.

Las políticas de la ONU tienen su efecto en el día a día de los campamentos de refugiados. “Se estiman unos 165.000 refugiados, según Argelia y la población saharaui; 94.144 según agencias de la ONU (Naciones Unidas)y, aunque existen diferencias, se ha acordado una cifra aproximada de 125.000 personas”, señala Ventura Rodríguez, Responsable de Programas de la Oficina Técnica de Cooperación de la AECID. El número de refugiados saharauis siempre ha sido un asunto sin esclarecer. Mientras las agencias de la ONU establecen un número por debajo del calculado por el Gobierno saharaui y piden a las autoridades llevar a cabo un censo de la población refugiada, la RASD aduce que el censo solo se llevará a cabo cuando se inicie la repatriación, como se estableció en los acuerdos de paz de 1991. Entretanto, la cesta básica de alimentación se ve aún más mermada por la crisis.

Según el Gobierno saharaui, ACNUR cifra las necesidades alimentarias en 42.000 toneladas para 2013, de las que hasta ahora solo se han conseguido 13.000. “Esto, unido a la disminución del volumen de la ayuda descentralizada que se recibe desde España en un 60%, ha hecho que reaparezca la anemia entre los más vulnerables: niños menores de 5 años y embarazadas”, confirma el ministro de Cooperación. Pero, al mismo tiempo, la situación de refugio prolongado ha creado síntomas de dependencia en la población. “Es poco, pero estamos satisfechos. Comida no falta, porque nos la proporciona el Estado”, contesta Salek Mohamed M’barek, conductor de ambulancia del hospital Mohamed Mohamed Lamin (Bojador), cuando se le pregunta acerca de las necesidades en los campamentos.

También la postergación del conflicto y la dilatación de la estancia de la población refugiada en los campamentos han afectado las actividades de las ONG en el terreno, que se debaten entre la emergencia de la situación y la perpetuación del refugio. “Primero se crearon las instalaciones con vistas a un periodo corto de tiempo porque se pensaba que en un par de años se volvería al Sáhara Occidental, y luego se creó un muro de protección en torno a la planta a sabiendas de que esta situación va para largo”, comenta Abdel Fatah, técnico local del ministerio en la planta potabilizadora de Smara. El Ministerio de Agua y Medio Ambiente de la RASD trabaja conjuntamente con Solidaridad Internacional en proyectos de agua y saneamiento. La ONG española se ha visto muy afectada por la reducción de la ayuda internacional, y recibe un 80% menos de financiación respecto al año 2011.

La política interna de la ayuda internacional también afecta a la eficacia de las tareas de cooperación. José Girón, técnico expatriado de Solidaridad Internacional, explica el funcionamiento de la toma de decisiones: “Solo hay un técnico y una decena de jefes. Esto mejora la coordinación pero ralentiza el trabajo. Para tomar una decisión hay que discutir mucho y las necesidades cambian rápidamente”. La prolongación del refugio también ha llevado a cambios en la distribución del trabajo y los pagos. A los trabajadores locales de las ONG se les paga salarios, mientras que los técnicos saharauis del ministerio (contraparte) reciben incentivos, que son una cuarta parte de lo que reciben sus homólogos de las ONG. Sin embargo, tanto los incentivos del Ministerio como los salarios de las organizaciones llegan de los financiadores a petición intermedia de las ONG. Y esto crea fricciones entre trabajadores saharauis con la misma cualificación.

Después de 38 años de exilio en la hamada argelina, la ayuda internacional mantiene las esperanzas de los refugiados saharauis mientras que la política que rodea esta ayuda crea incertidumbres acerca de una solución a su exilio forzoso. “Se trata de la crisis más larga del mundo después de la palestina. No creo que haya habido en la historia un éxodo del mar al desierto, ni emigración económica del norte al sur. Son refugiados por motivos políticos, no de hambruna ni de catástrofe natural”, explica Buhobeini Yahia, presidente de la Media Luna Roja Saharaui. Y muchos de los actores que intervienen en la ayuda humanitaria coinciden en señalar: “Las instituciones que invierten dinero en los proyectos de desarrollo, deberían invertir su voto político en la resolución del conflicto”, sentencia Abdel Fatah.

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