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Tres semanas del juicio Pelicot, las claves de un proceso que radiografía la cultura de la violación

Gisèle Pelicot, a su llegada a la séptima jornada del juicio contra su exmarido Dominique Pelicot, acusado de drogarla y violarla durante nueve años junto a decenas de hombres

Amado Herrero

París —
23 de septiembre de 2024 22:32 h

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Hubo que esperar a la tercera semana del juicio para escuchar las explicaciones del principal acusado. La mayor parte de los primeros 12 días del caso que ha sacudido a Francia, el mayor juicio relacionado con la sumisión química en la historia del país, tuvieron que desarrollarse sin la presencia de Dominique Pelicot, por problemas de salud que hicieron temer, incluso, por un aplazamiento del proceso.

Porque su participación y su testimonio son cruciales para la acusación contra los otros 50 hombres, de edades comprendidas entre los 26 y 74 años, a los que también se juzga en el Palacio de Justicia de Aviñón por haber violado a la que entonces era su mujer, Gisèle Pelicot. “Reconozco la totalidad de los hechos. Soy un violador, como todos los que están en esta sala”, afirmó Pelicot en su primera declaración, el pasado 17 de septiembre. “Todos ellos sabían, no pueden decir lo contrario. Aceptaron con perfecto conocimiento de causa. La única pregunta que hacían a veces era ‘¿cuánto es?’. Yo no he manipulado a nadie”.

Varios elementos han convertido este juicio en un proceso emblemático de las violencias sexuales contra las mujeres. Uno de ellos es la cantidad de acusados y la diversidad de sus perfiles, que han situado en primer plano en Francia el debate sobre la cultura de la violación. Diferentes trabajos, diferentes edades, diferentes orígenes sociales... todos ellos aceptaron la oferta de Dominique Pelicot. Además de los que no han podido ser identificados y de aquellos que declinaron la oferta pero tampoco denunciaron los hechos.

Esa primera declaración de Dominique Pelicot marcó el verdadero arranque del juicio. Primer cara a cara entre él y los 35 acusados que niegan los cargos que pesan contra ellos. Catorce no los discuten, uno se encuentra en paradero desconocido y está siendo juzgado in absentia. En cuanto a los que se declaran inocentes, aportan explicaciones diversas: unos niegan “haber tenido la intención de violar”, otros afirman que pensaban que la víctima estaba de acuerdo –aunque en ningún caso hablaron con ella–, otros consideraban suficiente el consentimiento del marido.

Desconocimiento como defensa

En general, la mayoría sostienen haber sido manipulados por Dominique Pelicot, que les habría convencido para participar en una fantasía de pareja. “Lo sabían todo, no pueden negarlo”, les ha respondido él. En uno de los casos, Dominique Pelicot suministró drogas a otro acusado para que ambos violasen, mediante sumisión química, a la mujer de éste.

Por otro lado, para explicar su propio comportamiento, Pelicot se presentó a sí mismo como víctima y enumeró diversos episodios de su infancia y juventud. Entre ellos una violación que dijo haber sufrido en un hospital cuando tenía nueve años, la participación –obligado por sus compañeros de trabajo– en una violación colectiva a una chica a los 14 años, la exposición precoz a la sexualidad de sus padres y las violencias sexuales infligidas por su padre a su hermana adoptiva. “No se nace pervertido, te haces”, afirmó ante el tribunal.

También ha evocado a un enfermero que, en 2011, le habría dado una idea para “dormir a su esposa sin hacerle daño”, según sus propias palabras. En realidad, después de años de ser drogada y víctima de abusos, Gisèle Pelicot comenzó a padecer problemas neurológicos y ginecológicos para los que no encontraba explicación.

Según el sumario y su declaración, a partir de 2015 habría encontrado la dosis ideal del ansiolítico para llevar a cabo las violaciones y la frecuencia aumenta. En total, los investigadores han contabilizado más de 90 violaciones grabadas en vídeo entre julio de 2011 y octubre de 2020, perpetradas por más de 80 hombres, de los que sólo 50 han sido identificados. Las primeras se remontan a 2011, cuando la pareja aún vivía en la región de París, antes de trasladarse al departamento de Vaucluse en 2013, tras su jubilación. 

En esos años Dominique Pelicot puso a punto un modus operandi preciso, que incluía instrucciones estrictas a los hombres que invitaba a violar a su mujer: no llevar perfume ni oler a tabaco, dejar el coche en un aparcamiento a poca distancia del domicilio y hacer a pie el resto del camino, y calentarse las manos en el radiador para que el frío no despertase a la víctima.

Uno de los interrogantes que tratará de despejar el juicio es si otros miembros de la familia han sido víctimas directas de Dominique Pelicot. Fotos de su hija desnuda y dormida, tomadas hace décadas, fueron encontradas en el ordenador. Pelicot niega haberlas tomado. También han aparecido vídeos de sus nueras cambiándose, grabados con cámara oculta.

Sin recuerdos

El caso también ha puesto de relieve la realidad de las violaciones cometidas mediante sumisión química y la dificultad de llevar ante la justicia estos casos, en los que a menudo las víctimas no tienen ningún recuerdo de los hechos. En este caso en concreto, las grabaciones realizadas y almacenadas durante años por el acusado son un elemento central de la acusación.

En las próximas semanas la defensa de los otros inculpados interrogará a Dominique Pelicot tratando de encontrar contradicciones en su relato de los hechos y desmentir sus acusaciones de que todos estaban al corriente. Una nueva etapa en la que ha comenzado también la difusión de esas imágenes.

Presión sobre la víctima

El pasado miércoles, antes incluso de que los primeros vídeos se emitiesen en las pantallas de la sala Voltaire del Palacio de Justicia de Aviñón, los abogados de la defensa mostraron varias fotografías en las que Gisèle Pelicot aparecía desnuda en diferentes posturas.

La víctima afirmó ante el tribunal que en varias de las imágenes que se mostraron no se trataba de ella, mientras que en otras no tenían ningún recuerdo de haber posado. Y declaró que tuvieron que haber sido tomadas mientras se encontraba bajo el efecto de las drogas.

Con esas fotografías los abogados esperan convencer al tribunal de que sus defendidos creían ir a casa de Dominique Pelicot para encontrar a una mujer que había aceptado participar y no para violar a una víctima drogada. Algunos van más allá e intentan convencer de que Gisèle Pelicot no es víctima de los actos de su marido y de sus invitados, sino que estaba al corriente. “Intentan tenderme una trampa con esas fotos para mostrar que yo traje a esos individuos a mi casa y que consentí”, protestó la víctima durante su declaración del pasado miércoles.

“Observo que [en las fotografías] la señora Pelicot está despierta y la vemos sonreír”, afirmó la abogada Isabelle Crépin-Dehaene, que representa a uno de los acusados. “No todas las mujeres aceptarían este tipo de fotos. Había una demanda por parte del marido perfectamente conocida por la esposa, de lo que deduzco que había un juego sexual entre ellos”.

Otro de los abogados de la defensa, Philippe Kaboré, preguntó directamente a la víctima si tenía “inclinaciones exhibicionistas” que no estaba asumiendo. “No hay ni siquiera que responder a esa cuestión, que encuentro muy insultante”, respondió Gisèle Pelicot. “Ahora entiendo por qué víctimas de violación no denuncian: porque se les hace pasar por esta exposición humillante”.

Las crónicas judiciales en los medios de comunicación franceses estos días subrayan que la decisión de Gisèle Pelicot de que el proceso esté abierto a la prensa y el público incomoda particularmente a los acusados y a su defensa. La presencia de periodistas obliga a mantener, hasta cierto punto, las formas y algunos presentes en los interrogatorios se preguntan hasta dónde hubiese podido llegar la presión sobre la víctima en un juicio a puerta cerrada.

La difusión de las imágenes

Un día después se difundió en las pantallas del tribunal la primera de las grabaciones realizadas por Dominique Pelicot. En ella se ve cómo él y otro de los acusados (de 72 años) abusan de Gisèle, que yace inerte en la cama. “Mi mujer toma un somnífero por la noche y cuando se duerme hago venir a hombres”, le escribió Dominique Pelicot cuando ambos contactaron por internet. El otro acusado, por su parte, niega ser un violador, asegura haber sido engañado por Dominique Pelicot y “haber creído que se trataba de una pareja liberal”. Sólo reconoce haber sido un poco “ingenuo”.

El tribunal estima que cada semana debe examinarse el caso concreto de unos seis acusados, de manera que esta fase de interrogatorios y exposición de vídeos debería prolongarse hasta principios de noviembre.

A pesar de la publicidad deseada por Gisèle Pelicot y sus abogados, el presidente del tribunal penal, Roger Arata, anunció el viernes que la pertinencia de la difusión de fotos y vídeos se decidirá caso por caso, “a la demanda de una o varias partes” y sin la prensa y el público en la sala. “Teniendo en cuenta que las imágenes son chocantes e indecentes, solo las partes y el tribunal estarán presentes”, explicó Arata.

No se difundirán los vídeos de todos los acusados y, en aquellos casos en los que se haga, solo los abogados, el personal judicial y la acusación podrán estar presentes. La defensa de Gisèle Pelicot y su familia habían solicitado que el juicio no se desarrollase a puerta cerrada, “para que la vergüenza cambiase de lado”.

Por eso la decisión ha sido criticada por la acusación. Uno de los abogados de Gisèle Pelicot, Stéphane Babonneau, defendió que “para que la sociedad cambie es necesario tener la valentía de ponerse cara a cara con lo que es realmente la violación. En un proceso excepcional como este tenemos la representación precisa de lo que es una violación y no simplemente una declaración”. Y añadió que “cuando escuchamos que hay que proteger la dignidad de la señora Pelicot y de los acusados cerrando las puertas de la sala, es difícil no tener la impresión de que lo que se quiere proteger es la indignidad”.

En la misma línea, el fiscal, Jean-François Meyer, había pedido ese mismo día la difusión sistemática de las imágenes de todos los acusados. “Sin estos elementos de prueba, no habría juicio”, afirmó, en una exposición en la que subrayaba la dificultad que afrontan los casos de violaciones con sumisión química. “La señora Pelicot no se acuerda de nada. Y aunque se acordase de algo, sus declaraciones habrían sido aquí discutidas y rebatidas”.

Está previsto que el juicio se prolongue hasta diciembre. En paralelo, otras investigaciones siguen su curso. La muestra de ADN obtenida de Dominique Pelicot en el momento de su detención y los interrogatorios han permitido a la Policía relacionarlo con otros dos casos abiertos. Por un lado, la agresión sexual a una mujer en mayo de 1999 en la región de París. Por otro lado, la violación y asesinato de Sophie Narme en París, el 4 de diciembre de 1991, un caso que desde entonces ha permanecido sin resolver.  

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