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¿Por qué las vacunas de mpox no llegaban a África? No alcanza con la solidaridad

Operativo de prevención de mpox en un campo de desplazados en República Democrática del Congo.

Sergio Ferrer

28 de agosto de 2024 21:47 h

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Este verano el mundo recordó que la viruela símica —rebautizada como mpox— existía cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a declararla “emergencia de salud pública de importancia internacional” ante el aumento continuado de casos en la República Democrática del Congo (RDC). Los brotes no habían dejado de empeorar en el continente desde 2022 pero, de forma incomprensible, África todavía no había recibido ni una sola vacuna. Esto, a pesar de que países como RDC llevaban dos años pidiéndolas y que los estados más ricos habían prometido donaciones. No faltaron las llamadas bienintencionadas a la solidaridad ante lo que parecía una repetición de los errores de la covid-19.

“Se están haciendo muchos paralelismos con la época de la covid-19 y el acaparamiento de vacunas por parte de la Unión Europea y Estados Unidos, pero en este caso no es tan evidente hasta qué punto esto ha jugado un papel fundamental en los retrasos de la entrada de vacunas en África y RDC”, explica a elDiario.es la investigadora en políticas farmacéuticas del Instituto de Medicina Tropical de Amberes (Bélgica) Belén Tarrafeta. ¿Dónde estaban las dosis y por qué no las recibían estos lugares?

Según publicó The New York Times, lo que había pasado con las dosis de vacunas es que estaban “atrapadas en un bizantino proceso regulatorio de medicamentos de la OMS”. El resumen de este culebrón burocrático: muchos países de ingresos medios y bajos dependen de la OMS a la hora de juzgar qué medicamentos y vacunas son seguros y efectivos, pero el organismo todavía no había aprobado las dos vacunas existentes contra el mpox. Como resultado, no podían recibir las dosis porque las organizaciones que les ayudan a comprarlas —a Alianza para la Vacunación (Gavi)— solo pueden comenzar a adquirirlas una vez que tienen el visto bueno de la OMS.

Que la OMS no se hubiera pronunciado todavía puede parecer contradictorio si tenemos en cuenta que la vacuna está aprobada para su uso en sitios como Estados Unidos y Europa, donde millones de personas han recibido su dosis sin problemas. El diablo está en los detalles: “Las vacunas para mpox se desarrollaron inicialmente para la viruela, y esa era la autorización inicial”, asegura Tarrafeta.

Las agencias reguladoras de Estados Unidos (FDA) y la UE (EMA) autorizaron su uso para mpox mediante procesos de emergencia condicionados a tener más datos. Por lo tanto, aclara Tarrafeta, la OMS “no puede considerar que la vacuna haya recibido autorización por agencias reguladoras rigurosas y se considera como ‘sin licencia’, no autorizada”.

Han fallado muchas cosas y es un poco paradójico que el año en el que no se hablaba más que del tratado de pandemias hubiera tantas negligencias para responder a la emergencia de mpox en RDC

Belén Tarrafeta investigadora en políticas farmacéuticas (Instituto de Medicina Tropical de Amberes)

Que estemos ante epidemias diferentes con variantes distintas del virus tampoco ayuda. Los datos que requieren la FDA y la EMA no tienen por qué coincidir con los que desearía ver la OMS: “En Estados Unidos y Europa ha circulado el clado II, mientras que lo que más interesa a la OMS es cómo recoger datos del clado I [que circula en RDC], particularmente el Ib, y en poblaciones diversas”, afirma Tarrafeta.

La parálisis muestra que es difícil aplicar procesos de regulación cuando faltan datos, algo que se produce especialmente durante las emergencias. El viernes pasado, la OMS inició el desbloqueo al asegurar que Gavi podía empezar a comprar dosis a través de Unicef antes de que la OMS las apruebe —presumiblemente en septiembre—, para así acelerar el proceso de llevarlas a los países africanos.

A pesar de todo, las donaciones son todavía más complejas de lo que parece. Aunque Gavi no pudiera comprar vacunas sí podía facilitar las donaciones de terceros, siempre que la agencia reguladora del país receptor lo hubiera autorizado. RDC aprobó la vacuna del mpox en junio de este año, por lo que podía recibir donaciones —pero nadie estaba donando antes de la declaración de emergencia de agosto— y comprarlas era algo impensable dado su precio: unos 100 dólares por dosis.

Finalmente, las primeras vacunas contra el mpox han empezado a llegar a África esta semana, más de dos años después de que la OMS declarara por primera vez la emergencia. Este retraso, sumado a la falta de fondos y la difícil situación política que atraviesan países como RDC han empeorado una epidemia evitable que países ricos como España pudieron controlar en 2022. Eso sí, queda por ver si los fabricantes serán capaces de hacer frente a la demanda.

“Han fallado muchas cosas y es un poco paradójico que el año en el que no se hablaba más que del tratado de pandemias hubiera tantas negligencias para responder a la emergencia de mpox en RDC”, lamenta Tarrafeta. “Es muy difícil explicar que la OMS y Gavi trabajan conjuntamente para facilitar donaciones de vacunas mpox, pero que estas no puedan ser adquiridas a través de las instituciones de la ONU”.

La salud global no puede depender de la solidaridad

Esta historia recuerda que en salud global los retos y soluciones van mucho más allá de la solidaridad y las donaciones de los países ricos, aunque muchos discursos todavía se centren en ella.

“No hay un único factor que determine la falta de acceso a medicamentos, pero afecta de manera transversal la falta de alineamiento entre el ecosistema de la industria farmacéutica y las necesidades de salud pública”, dice Tarrafeta sobre estas complejidades. Considera que las iniciativas de salud global intentan hacer de “amortiguación” entre ambos, pero que “se ha creado dependencia económica y de otros tipos”.

Así, Tarrafeta considera que “las donaciones [de vacunas] pueden ser una solución temporal a un problema muy concreto”, pero que “esto no es una solución”. En su opinión, “es necesario que los ministerios de salud de los países afectados puedan planificar y gestionar la cadena de suministros desde las compras hasta su utilización final”.

Como sucedió con las donaciones de vacunas de la covid-19, recuerda que “los planes de distribución y la logística serán complicados”. No se trata solo de que países como RDC reciban vacunas, sino de que sean capaces de gestionarlas, almacenarlas, transportarlas, inocularlas y eliminar las dosis caducadas. Esto sin contar con las posibles reticencias vacunales por parte de la población.

La capacidad de República Democrática del Congo de hacer frente al mpox, a pesar de la asistencia internacional, está mermada por una situación sanitaria precaria, siete millones de desplazados y la falta de higiene en las ciudades

“Entiendo que se llama a la solidaridad como respuesta internacional ante una situación que sobrepasa a un país, pero lo ideal sería que cada región tuviera capacidad de respuesta, la cual está muy condicionada por el contexto económico, social y político”, afirma la experta.

“Lo más importante es que la capacidad de reacción de un país a una emergencia sanitaria depende fundamentalmente de su estructura y de la solidez de su sistema sanitario de base, y no de la ayuda exterior”, añade Tarrafeta. “Ningún tratado de pandemias ni ningún mecanismo de coordinación internacional puede compensar la falta de sistemas de base”.

En este sentido la capacidad de RDC de hacer frente al mpox, a pesar de la asistencia internacional, está mermada por una situación sanitaria extremadamente precaria. A los siete millones de desplazados internos se suman los problemas de seguridad, las inundaciones de 2023, la falta de higiene en las ciudades, la dificultad para las comunicaciones dentro del país y una capacidad operativa muy afectada por los conflictos internos.

Por todo esto, Tarrafeta incide en que “no habrá ningún acuerdo [de pandemias] válido mientras no haya sistemas sanitarios sólidos”. Además, aunque juntemos a más de 50 países al hablar de África, no todo el continente es igual: “Kenya, Ruanda y Uganda tienen más capacidad y es posible que consigan contener los brotes de mpox con mayor facilidad incluso en zonas conflictivas”.

“Quizás ese sea el primer paso, reconocer que hay muchos panoramas y que nadie tiene la solución universal. A veces hay un discurso condescendiente respecto a la capacidad de otros países y también una visión muy eurocentrista sobre cómo abordar soluciones”, añade la investigadora. “Mientras tanto, seguimos parcheando. No es que la declaración de emergencia no sirva para nada: sirve dentro de un contexto de muchas deficiencias”.

El altruismo egoísta solo piensa en pandemias

Las llamadas a la solidaridad suelen recurrir a un altruismo egoísta como argumento: hay que ayudar a estos países frente a emergencias como el mpox, si no por ética, para evitar que esas enfermedades terminen afectando a los países ricos. El problema es que esto reduce la salud global a un asunto puramente microbiológico, algo que muchos expertos critican.

“Me causa mucho pesimismo ver que estamos pasando casi inadvertidamente de un discurso de ‘derecho a la salud’ como base de la salud global a uno de ‘solidaridad frente a nuevas emergencias’ como si todo se redujera a las enfermedades infecciosas”, dice Tarrafeta.

El propio tratado de pandemias se basa en las enfermedades infecciosas con potencial de pandemia. “La cuestión es si la respuesta internacional quiere simplemente frenar riesgos sanitarios globales a través de medidas extraordinarias de control o si la salud global la entendemos desde el derecho a la salud y volvemos a poner en el centro el objetivo de la cobertura de salud universal, el acceso a medicamentos de calidad, el desarrollo de sistemas sanitarios y, cuando sea necesario, el acceso a ayuda humanitaria”, defiende Tarrafeta.

La solución no es simple, pero la Unión Africana y el Africa CDC [Centros para el Control y Prevención de Enfermedades] ya trabajan para reforzar la soberanía en salud del continente a través de la producción local, sistemas de regulación regionales y transferencia tecnológica. “Son planes innovadores, pero son a largo plazo, costosos y aún ahí muchas incertidumbres”, concluye Tarrafeta. “Sin lugar a dudas se está instaurando una dinámica diferente en la relación entre la Unión Africana y la UE”.

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