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El curioso invento que ayudaba a los pianistas a calentar sus dedos y que se le regaló a Isabel II

Mujer tocando un piano

Raquel Sáez

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Cualquier deportista tiene la obligación de estirar y calentar antes de realizar un ejercicio físico, centrándose bien en aquella parte del cuerpo de la que necesitará un rendimiento mayor en los minutos posteriores. Esa es una idea que viene de lejos, que es aplicable a un buen número de disciplinas y que se puede ejecutar de forma manual o con la ayuda de algún aparato, como fue el caso el quirogimnasio, un singular invento que ayudaba a los pianistas a calentar y fortalecer sus dedos durante el siglo XIX. 

Este original dispositivo llevó a tener una popularidad enorme, encandilando incluso a los monarcas de la época. Prueba de ello es el quirogimnasio que se guarda en la Real Biblioteca del Palacio Real de Patrimonio Nacional y que fue un regalo para la reina Isabel II, que ocupó el trono entre 1833 y 1868. 

El quirogimnasio llegó con toda normalidad, si se tiene en cuenta de que el siglo XIX estuvo lleno de inventos, unos con mayor éxito que otros. Y el mundo de la música no se mantuvo ajeno, explica Patrimonio Nacional en su página web. El autor de este curioso aparato fue el francés Casimiro Martín, que concibió un aparato de carácter técnico y con una aspiración práctica: que los pianistas hiciesen calentamientos y estiramientos de las manos y los dedos. 

El resultado fue un dispositivo de forma rectangular y de tamaño considerable, donde se distribuyen nueve aparatos de menor tamaño que permitían, de diferente forma, fortalecer las falanges y adquirir agilidad y fuerza en los dedos que debían recorrer posteriormente las teclas de los pianos. 

Quirogimnasio con manual de instrucciones

Después de obtener la patente francesa, Martín decidió regalarle un ejemplar de quirogimnasio a la reina Isabel II. No fue cualquier ejemplar. Lo construyó con materiales “nobles” de alta calidad: madera de ébano y caoba, cuero teñido de color rojo, elementos de carey, marfil y metal dorado. Y dejó un sello único que aún se puede observar: el nombre de la monarca en el pomo de marfil que lo decora y que se encuentra en la parte izquierda. 

Su uso no parecía fácil, a juzgar por el manual de instrucciones de uso que publicó en 1843. De hecho, en la Real Biblioteca del Palacio Real se conserva una primera edición de este manual titulado Méthode de Chirogymnaste ou gymnase des doigts

El éxito del quirogimnasio duró poco tiempo. De acuerdo con Patrimonio Nacional, durante algunos años tuvo una gran demanda por parte de numerosos intérpretes, compositores y otros profesionales de la música. Su uso decayó durante la primera década del siglo XX y ahora se puede contemplar este peculiar dispositivo en nuestro país, pero también en los Museos de Instrumentos Musicales de Bruselas y Berlín, así como en el Museo de la Música de París.

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