Bolonia, la gran desconocida italiana: más genuina que Florencia, menos turística que Roma

Roberto Ruiz

15 de marzo de 2025 21:55 h

Bolonia es una ciudad cuya identidad no está vendida al turismo. No se trata de una vitrina cuidadosamente preparada para el visitante, sino de un lugar en el que la cotidianidad se respira en cada esquina. Lejos de los destinos maquillados y las atracciones demasiado empaquetadas, Bolonia se muestra tal como es: una urbe en la que el paso del tiempo se refleja en sus calles empedradas, sus pórticos y los monumentales testigos de su historia medieval. Aquí, la autenticidad se encuentra en el diálogo constante entre lo antiguo y lo actual, que es como sus habitantes viven y comparten su día a día.

Su animado ambiente universitario es otro de sus rasgos distintivos. La ciudad alberga una de las universidades más antiguas del mundo, lo que ha contribuido a forjar un carácter especial. Las calles y cafés se llenan de estudiantes, creando un ambiente dinámico de convivencia y aprendizaje permanente. Este entorno educativo hace que la oferta cultural de Bolonia no se centre en impresionar al turista, sino en adaptarse a un día a día cuyo ritmo marcan sus vecinos.

La vida en Bolonia se desarrolla sin colorantes ni conservantes, con un estilo genuino y sin pretensiones. La ciudad ofrece una experiencia basada en lo real: se vive en el ritmo pausado de sus mercados, en las conversaciones de sus plazas y en la autenticidad de su gastronomía, que ha pasado de generación en generación. Este estilo de vida, marcado por la cercanía de la gente, es el que hace de Bolonia un destino para descubrir Italia poco a poco y lejos de presiones turísticas.

Historia que se siente en cada rincón

Desde sus orígenes como asentamiento umbro, pasando por la influencia etrusca, celta y romana, hasta llegar a la Bolonia medieval, la ciudad guarda en sus calles y edificios la huella de su pasado. Cuando paseamos por el centro vamos entrando en aquella época en la que las luchas entre bandos iban definiendo el paisaje urbano. Las enormes torres, como la de Asinelli y la inclinada Garisenda son un buen ejemplo de ese tiempo en el que estas construcciones servían tanto para defensa como para marcar la identidad de las familias que las levantaron. Sin necesidad de grandes adornos, la arquitectura boloñesa habla por sí sola de un pasado lleno de vida y esplendor.

Los pórticos, que se extienden a lo largo y ancho del casco antiguo, permiten pasear sin preocuparse por las inclemencias del clima. Algo así como los soportales de Santiago de Compostela, por poner un ejemplo. Estos arcos han sido siempre un refugio para la gente que, a lo largo de los siglos, se ha servido de ellos para charlar, descansar o simplemente observar el ir y venir de la ciudad. Es en espacios como estos donde mejor se nota la esencia de Bolonia.

La Ciudad Universitaria y su ritmo 

La vida estudiantil es otro de los pilares de la identidad boloñesa. Fundada en 1088, la Universidad de Bolonia ha atraído a generaciones de jóvenes que han aportado a la ciudad un aire de renovación y diálogo constante. Las calles cercanas a los centros de estudio se llenan de cafés, librerías y pequeños bares donde se conversa y se comparten anécdotas. Un ambiente estudiantil que, además de protagonizar la vida nocturna, ayuda a alimentar la oferta cultural con exposiciones y eventos que cualquiera puede aprovechar.

Los estudiantes son parte de Bolonia, por lo que la convivencia entre quienes estudian y quienes llevan años recorriendo estas calles es de lo más natural, la universidad está integrada en la ciudad.

El sabor de Bolonia: entre mercados y platos típicos

La gastronomía en Bolonia es otra parte fundamental de su identidad. Aquí, la comida se vive de manera sencilla y sin pretensiones, porque no necesita más. Los sabores tradicionales se transmiten en cada receta, sin la necesidad de recurrir a nuevas alternativas. Por ejemplo, la famosa mortadela, los tortellini o la lasaña a la boloñesa son platos que se disfrutan tanto en un pequeño local familiar como en los puestos de un mercado. Por su oferta gastronómica, comer en Bolonia no se siente tanto como una experiencia turística, sino como un acto de compartir y de recordar recetas que han pasado de generación en generación. 

En el corazón del centro histórico se encuentra el Quadrilatero, una zona donde las calles estrechas y empedradas acogen tiendas de productos frescos y locales. Aquí, en el Mercato delle Erbe, se pueden encontrar frutas, quesos, embutidos y otros productos que forman parte de la dieta diaria de los boloñeses. Este mercado, lejos de ser un simple punto de paso para turistas, es un lugar donde la comunidad local se junta y donde cada producto cuenta parte de la tradición culinaria boloñesa. 

Rincones y secretos que hablan de la ciudad

Más allá de los grandes monumentos y las atracciones más conocidas, Bolonia esconde pequeños rincones que cuentan historias menos conocidas pero igual de importantes. El Guetto Ebraico, antiguo gueto judío del siglo XVI, ofrece un recorrido por enrevesadas callejuelas que, aunque en la actualidad han perdido mucho del pasado que les dio nombre, aún guardan la esencia de una época diferente. Estos pasajes, a veces difíciles de percibir, nos llevan a una Bolonia más íntima y menos preparada para el turista.

Otro ejemplo son los “7 secretos de Bolonia”, una ruta que nos lleva desde la Finestrella, en Via Piella, hasta la Cara del Diablo, en la Piazza de Santo Stefano, pasando por Las Tres Flechas, en las cercanías del pasaje Corte Isolani, Los Atributos de Neptuno, en su fuente, El Arco de los Susurros, en la Piazza Maggiore, el Cannabis Medieval, en el Canton de Fiori, y La Luz de Petronio, en la Basílica de San Petronio.

Merece la pena empaparse del ritmo de la ciudad a través de sus plazas o en alguno de sus cafés al aire libre. No es un destino donde todo brilla por su espectacularidad, sino uno donde cada detalle, desde el color de los tejados hasta el sonido de las campanas, tiene su propio encanto y significado.

Conexiones y contrastes

Todos sabemos que ciudades como Florencia o Roma suelen ocupar un lugar destacado si de destinos turísticos se trata. Sin embargo, Bolonia ofrece una experiencia distinta. Mientras Florencia a menudo se asocia a un turismo que busca la monumentalidad en sí, Bolonia se presenta como un lugar en el que la vida se vive a un ritmo más natural.

Roma, por su lado, se percibe en muchas ocasiones como una ciudad de contrastes extremos: por un lado, por la magnitud de su patrimonio y, por otro, por el altísimo número de visitantes que la recorren cada día. Bolonia, en cambio, se distingue por mantener un equilibrio: es un centro histórico con importantes monumentos y, a la vez, una ciudad donde la rutina y la vida diaria tienen su propio protagonismo.

Cada cual, con sus peculiaridades, resalta la diversidad que ofrece Italia. Bolonia, al mostrarse tal cual es, se descubre a través de una mirada cercana, donde cada visita a una cafetería, cada paseo bajo sus pórticos y cada comida en un pequeño restaurante cuenta cómo es la ciudad.