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La Vía de la Plata: historia, cultura, naturaleza y gastronomía cruzando España de Gijón a Sevilla

Ruta Vía de la Plata, miliario en Béjar, Salamanca

Roberto Ruiz

18 de agosto de 2020 21:54 h

Todo nace en una calzada romana de orígenes prehistóricos que nada tuvo que ver con la plata, una vía de comunicación que ha cruzado la península ibérica desde tiempos remotos. El Imperio Romano dio una importancia fundamental a sus calzadas y tras afianzar el camino que conectaba Emerita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga) prolongó esta calzada hasta Sevilla en el sur y Gijón en el norte para encontrar dos salidas al mar. 

Esta calzada, hecha con losas de piedra, sirvió de comunicación a lo largo de los siglos y se cree que el origen de su actual nombre sería árabe al derivar de ‘BaLaTa’ (losa, ladrillo), lo que fonéticamente fácilmente se convertiría en ‘plata’, haciendo referencia así al material en el que estaba construido y no a las mercancías o minerales que por ella se transportaban. 

Hoy la Ruta Vía de la Plata atraviesa España de norte a sur y de sur a norte a lo largo de más de 800 kilómetros, pasando por cuatro comunidades autónomas y siete provincias, conectando a su paso lugares como Sevilla, Badajoz, Cáceres, Salamanca, Zamora, León y Asturias. La actividad cultural y comercial que ha mantenido durante prácticamente dos mil años hace que ahora, si la recorremos de punta a punta durante un viaje de una semana, podamos encontrar a nuestro paso un rico patrimonio salpicado de numerosos rincones de interés. 

Un viaje por la huella cultural de la Vía de la Plata

Si partimos desde el norte pasaremos por Gijón, Llanera, Ribera de Arriba, Morcín, Riosa, Mieres, Aller, Lena, La Pola de Gordón, León, Astorga, La Bañeza, Benavente, Zamora, Guijuelo, Béjar, Hervás, Baños de Montemayor, Plasencia, Casar de Cáceres, Cáceres, Aldea del Cano, Mérida, Los Santos de Maimona, Zafra, Medina de las Torres, Calzadilla de los Barros, Fuente de Cantos, Montemolín, Carmona y Sevilla. Y, tras tantos años al servicio de la humanidad, encontramos aportaciones culturales de todas las épocas y para todos los gustos.

Como es lógico el peso romano se deja notar en todo el recorrido y aunque Mérida se lleva la palma encontramos restos arqueológicos en prácticamente casi todas las paradas. Pero eso es solo el principio, porque al mundo romano hay que sumar un importante legado árabe, el prerrománico asturiano, el esplendor del románico en Zamora, el gótico, el barroco sevillano… y así hasta llegar a la arquitectura contemporánea que se ha convertido en otro de los protagonistas de la ruta. 

La variedad está garantizada porque un viaje por la Vía de la Plata te llevará por lugares tan distintos como la catedral o el Alcázar de Sevilla, la Casa Botines o el MUSAC de León, la muralla medieval de Plasencia, el Palacio de Gaudí de Astorga, la iglesia de San Juan del Mercado de Benavente o el Castillo de la Encomienda de Medina de las Torres. Eso, además, sin tener en cuenta que Mérida es uno de los principales y más extensos conjuntos arqueológicos de España. 

Naturaleza: tres Reservas de la Biosfera y dos Parques Nacionales 

Si la diversidad cultural es enorme también lo es si lo que vamos buscando es naturaleza. Vamos a poder pasar por zonas marítimas, por cursos fluviales, por valles y por montañas. Los más de 800 kilómetros de la ruta dan para mucho, los paisajes cambiarán a cada paso y la riqueza ecológica nos acompañará durante todo el viaje. 

Si hacemos la ruta de punta a punta atravesaremos tres Reservas de la Biosfera, dos en Castilla y León y una en Extremadura, y dos Parques Nacionales, el de Doñana en Sevilla y el de Monfragüe en Cáceres. Todo ello, junto a su riqueza floral y su variada fauna, hace que la Vía de la Plata también ofrezca un importante aliciente para los amantes del turismo rural.

Poco tiene que ver la Vega del Guadalquivir andaluza con las encinas y el monte bajo extremeño, o las dehesas salmantinas con los humedales de Villafáfila, y menos aún la Cordillera Cantábrica y el verde de los prados asturianos con las llanuras de cereal castellanas. Y eso, esos contrastes, es lo que hace que la Vía de la Plata llame la atención de todos los que se animan a recorrerla.  

La deliciosa diversidad gastronómica

Si mezclamos culturas, climas y paisajes, lo lógico es que también contemos con una gastronomía de lo más variada. Las tradiciones culinarias y las influencias que han llegado a cada región poco tienen que ver entre sí, lo que nos permite disfrutar de una gama de olores y sabores de lo más apetecible.

Si empiezas desde el norte podrás empezar tu viaje degustando los pescados y mariscos de la costa, con lácteos y quesos de primer nivel. Si sigues bajando llegarás a los asados y potajes castellanos, justo antes de llegar a la tradición chacinera tanto salmantina como extremeña, donde tampoco faltan quesos que tienen nombre propio. En el sur, ya en Andalucía, la cocina mediterránea con influencia andalusí te espera con toques de aceite de oliva.

A lo largo de la ruta nos encontraremos con más de 60 productos con denominación de origen, indicación geográfica o marca registrada, símbolos del valor gastronómico de la Vía de la Plata. Por lo que estamos ante un viaje más que recomendable para los amantes del buen comer. 

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