Los almanaques toledanos del exiliado Ramón Gaya

El 13 de junio de 1939 el vapor 'Sinaia' arribó a Veracruz tras diecinueve días de singladura desde el puerto francés de Séte, cerca de Marsella. A bordo viajaban 1.620 españoles, quienes derrotada la República buscaban iniciar una nueva vida en México acogidos a la solidaridad que el presidente Lázaro Cárdenas brindó a nuestros exiliados tras la victoria de las tropas de Franco.
Entre quienes viajaban en este vapor se encontraba el pintor y escritor Ramón Gaya, quien había realizado distintas copias de obras del Prado para las Misiones Pedagógicas y su itinerante 'Museo del Pueblo'.
Durante la guerra formó parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y vio cómo su mujer, Fe Sanz, murió en un bombardeo sobre Figueras, al que sobrevivió su hija de apenas dos años. En su retirada hacia el sur de Francia, Gaya cruzó la frontera con el ejército republicano, siendo internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien, desde que el que pudo exiliarse a México.

Nacido en Murcia, en 1910, Ramón Gaya mostró inclinación por las bellas artes desde niño. Su padre era obrero litógrafo. A los diecisiete años, becado por el ayuntamiento murciano, se trasladó a Madrid, conociendo bien los fondos del Museo del Prado, manteniendo una cercana amistad con Juan Ramón Jiménez y los miembros de la Generación del 27.
Como todo creador que se prestase en aquella época, marchó a París, si bien no se alineó con las vanguardias, cultivando un estilo más figurativo y realista. Proclamada la II República, como antes apuntamos, colaboró con las Misiones Pedagógicas. En 1937, en plena guerra, fue uno de los fundadores de la revista antifascista Hora de España, siendo su único ilustrador.
Ya en México, años que sus biógrafos califican como “de gran soledad e intenso trabajo”, Gaya incorpora a su obra homenajes a grandes pintores como Murillo, Velázquez, Tiziano, Rembrandt o Picasso. También se acerca a la pintura oriental, dando a sus paisajes un tono que recuerda la plástica china y japonesa. Colabora con las publicaciones de la Casa de España y con distintas revistas mexicanas: Taller, El Hijo Pródigo, Romance y Las Españas, manteniendo relaciones con exiliados como Luis Cernuda, José Bergamín, Juan Gil Albert, Tomás Segovia o Concha de Albornoz.

En aquellas tierras mexicanas, tan generosas con los republicanos españoles, también se encontraba un nutrido grupo de toledanos, como Manuel Díaz-Marta Pinilla, ingeniero; Manuel Medina García, veterinario militar; Manuel Álvarez-Ugena, ingeniero agrícola; Santiago Muñoz Martínez, funcionario, expresidente del C.D. Toledo, ex secretario de la Federación Provincial Socialista de Toledo y expresidente de la Comisión Permanente de la Diputación Provincial durante la guerra; Rafael Sánchez Paredes Pastor, militar profesional quien llegó a estar al frente de la División de Ingenios Blindados de la República; Moisés Gamero de la Fuente, abogado, considerado como el “alma del socialismo talaverano” de los años treinta; o el industrial Luis García-Galiano Rodríguez, representante en Toledo de la casa “Ford” y exconcejal del ayuntamiento de la capital en los años republicanos.
Además de solidaridad política con la II República, la acogida que el presidente Cárdenas dio a los exiliados españoles conllevaba un claro componente económico, social y cultural, pues muchos de ellos eran reconocidos profesionales, obreros especializados o intelectuales de prestigio. Todo ese conglomerado de talento contribuyó a generar instituciones como el Ateneo Español, el Colegio Madrid, el Fondo de Cultura Económica o nutrieron claustros universitarios, editoriales y redacciones de revistas.
Una tienda de mazapanes en el Distrito Federal
Intentando encontrar un nuevo camino para su vida, dos de los exiliados toledanos citados Luis García-Galiano (natural de Sonseca) y Moisés Gamero de la Fuente (de Noez) crearon la empresa Mazapanes Toledo, desde la que popularizaron el consumo de este dulce tan toledano, abriendo su primera tienda en el número 17 de la calle Uruguay, en el Distrito Federal.

En agosto de 1946 llegó hasta México otro exiliado toledano, el jurista Javier Malagón, quien hasta entonces había permanecido en Santo Domingo. Conocía ya a Galiano y a Gamero de sus años en Toledo, por lo que no tardó en buscarlos. No se habían visto desde el inicio de la guerra civil. La tienda de mazapanes de la calle Uruguay se convirtió en lugar de tertulia y encuentro para los tres. Y allí, Malagón les sugirió que una buena forma de publicidad para su comercio sería confeccionar cada año un almanaque. Dicho y hecho.
El primer año recurrieron para ilustrarlo a grabados con lugares toledanos del volumen Recuerdos y bellezas de España, monumental obra editada entre 1839 y 1865 con láminas de Francisco Javier Parcerisa, que les facilitaron en la biblioteca del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. A partir de 1948 Gaya comenzó a colaborar con estos calendarios aportando acuarelas y conformando una singular colección de obras cuya temática toledana es notable, destacando las tituladas 'Toledo, meridiano del mundo' (1951), en el que también incluyen dibujos del pintor José Bueno Díaz, y 'El Greco, naturaleza en pena' (1957).

Además de dibujos vinculados con nuestra ciudad y otras alegorías a la cultura española, Gaya completó los calendarios con textos suyos, compilados ambos bajo títulos como 'Páginas de la literatura española', 'Milagro español', 'Cuaderno de Viaje', 'Holanda y sus tres pintores', 'Recinto español' o 'Balcón español'. En este último, refiriéndose a Toledo escribió: “Toledo, visto desde la otra orilla del Tajo, está como deshaciéndose en calles, cayéndose en calles hasta el agua; no parece construido encima de un suelo, sino brotado, asomado a la superficie como los huesos devueltos por la tierra; no parece haber sido levantado, edificado, sino excavado allí, puesto al descubierto…”
Esta colaboración con 'Mazapanes Toledo' se mantuvo durante la década de los años cincuenta, hasta que, como seguidamente veremos, el artista regresó a nuestro país.
Después de algunos viajes a Europa, en 1956 Ramón Gaya abandonó México, instalándose provisionalmente en Roma. Cuatro años después regresó definitivamente, si bien mantuvo su estudio en capital italiana, donde pasaría algunas temporadas. Atrás quedaban veintiún años de exilio.
Restablecida la democracia, en 1979, una exposición retrospectiva en una galería de Madrid le hizo 'reencontrarse' con la realidad cultural española, sucediéndose los reconocimientos y exhibición de sus obras. En 1985 el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Oro de las Bellas Artes.
Cinco años después, en Murcia, su ciudad natal, se abrió un museo dedicado a su persona, donde se recogen medio millar de obras suyas, entre ellas algunas de las acuarelas utilizadas para los calendarios que comentamos, como la titulada 'Profecía del Tajo', donado por la familia Galiano. Y en 1997 se le otorgó el Premio Nacional de Artes Plásticas. Falleció en octubre de 2005 en Valencia.
Unos calendarios codiciados y cotizados
Pero, ¿qué fue del resto de protagonistas de esta historia?
Luis García-Galiano, cuya esposa Encarnación Pérez Gallego, toledana, también marchó después que él a México, falleció allí en 1976. Sus familiares mantienen abiertas en el D.F. cuatro sucursales de 'Mazapanes Toledo', no faltando entre sus elaboraciones las típicas anguilas. Cada vez que alguno de ellos viene a nuestra ciudad, no duda en pasar por la calle Venancio González, en cuyo número 11 residieron sus antepasados antes de exiliarse.
Moisés Gamero presidió entre 1979 y 1984 el Ateneo Español de México, desde el que promovió la edición del libro Homenaje a México. Historia contemporánea de una emigración, también presidió el Instituto Superior de Intérpretes y Traductores. Fue miembro de la Agrupación Socialista Española en aquel país, falleciendo en 1994, habiendo realizado algunas visitas esporádicas a España y a Talavera.

Y Javier Malagón desarrolló una intensa carrera como profesor y jurista en México, organizaciones internacionales, como la OEA, y otros países americanos, siendo reconocido con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, caballero de la Orden de Carlos III y Medalla de Oro de Castilla-La Mancha.
Donó su biblioteca personal (20.000 volúmenes) a la Biblioteca Pública de Toledo, falleciendo en Washington en 1990. Ese mismo año había publicado el libro Historia y leyenda del mazapán de Toledo, financiado por sus amigos de “Mazapanes Toledo” en el cincuentenario de la apertura de la primera de sus tiendas.

En el Archivo Municipal de Toledo se conservan algunos ejemplares de los calendarios ilustrados por Ramón Gaya, así como otros de años posteriores a su colaboración. En estos últimos no faltan, tampoco, referencias toledanas como los que se confeccionaron con grabados de Pérez Villamil o detalles de cuadros del Greco.
En algunos portales de venta de publicaciones y subastas de material gráfico, estos almanaques dibujados por Gaya son codiciados y bien valorados.
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