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Presupuestos para cooperación: no se puede hacer más con menos

Mercedes Ruiz-Giménez Aguilar

Presidenta de la Coordinadora de ONGD —

En una esta semana se decidirá si España ocupa un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El empeño del Gobierno para conseguir este puesto le ha llevado hacia un periplo por distintos foros internacionales para explicar sus compromisos con la paz y el bienestar de la humanidad. Coincide, sin embargo, que en estos días se han presentado los Presupuestos Generales del Estado 2015, cuyas cifras resultan ser poco coherentes con esos supuestos compromisos.

Según los datos presentados la semana pasada, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) para 2015 se reduciría 17 millones con respecto a lo aprobado en el pasado año. Esto supone un 0,17% de la Renta Nacional Bruta; un porcentaje muy alejado de la media europea (0,50%), y que además nos sitúa a la cola de los donantes europeos, solo por delante de Grecia. Para entender la dimensión real de estas cifras deben entenderse en perspectiva ya que desde 2011 la cooperación ha sufrido un recorte de más del 60%. Es más, han sufrido un recorte respecto a sus metas establecidas por el propio Ejecutivo en el IV Plan Director donde se establece una previsión mínima de 2.300 millones, casi 600 más de los que se contemplan en estos presupuestos.

Esta falta de compromiso real contrasta con las buenas palabras y los llamados “presupuestos de la consolidación de la recuperación económica”. ¿De verdad pretende España ser líder en la defensa de la dignidad de la humanidad con estas cifras? Moncloa se empeña en decir que se trata de hacer más con menos; pero cómo hacerlo cuando los fondos son tan escasos y los retos tan enormes. No, no se puede hacer más con menos, sobre todo cuando ese menos resta a lo que ya era casi nada.

Debilitamiento de los principales actores de la cooperación

Más allá de estas alarmantes cifras, al adentrarse en ellas y ver la relación de unas con otras se observa un cambio de modelo realmente preocupante. El Ministerio de Asuntos Exteriores –que también es de Cooperación y que por ley debería dirigir esta política– gestionará tan sólo un 46% de la AOD. Y la Agencia Española de Cooperación Internacional, que desde 2011 ha visto reducido su presupuesto un 71%, continúa en un descenso en picado y recibe apenas un 13% de la totalidad de la ayuda. Entonces, cómo es posible que se haga más con menos si cuando quien debe hacerlo no tiene recursos.

No se puede recortar más

El debilitamiento de los principales actores hace que, al hablar de cooperación, hablemos en realidad de contribuciones que España tiene que aportar forzosamente a la UE y a organismos internacionales; aportaciones que representan casi la mitad de la ayuda española para 2015. Gran parte de los fondos quedan de esta forma en manos del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas que es quien se encarga de hacer efectivos esas aportaciones.

Por otra parte, el 21% del total de la AOD está formada por el llamado Fondo para la Promoción del Desarrollo. Se trata de créditos a países empobrecidos, que se otorgan en condiciones favorables y que deben ser devueltos. Su porcentaje respecto al total ha crecido progresivamente en los últimos años. Este crecimiento confirma una peligrosa tendencia a la financiarización de la ayuda en detrimento de otros instrumentos igualmente pertinentes y necesarios, que no son de carácter reembolsable.

Enorme preocupación por el escaso presupuesto para Acción Humanitaria

Asistimos a graves crisis humanitarias en varios lugares del planeta. Algunas más mediáticas que otras, pero todas ellas igualmente graves. El impacto de estas crisis en la vida de millones de personas y en la estabilidad de amplias regiones del planeta exige más que buenas declaraciones. En tales circunstancias, la acción humanitaria es clave para asistir a las víctimas de estas crisis y asegurar su camino hacia un futuro estable. Es lamentable que el presupuesto de ayuda humanitaria acumule un recorte del 81% desde 2011. Cómo pretende España con recursos tan escasos, responder de manera rápida y efectiva al estallido de este tipo de crisis.

La paz y la seguridad significan mucho más que la ausencia de guerra; significan capacidad para acceder a niveles de vida dignos, garantía de los derechos humanos y de futuro. Por eso, más allá de la ayuda inmediata en las emergencias, es necesario garantizar procesos de desarrollo integral. El propio Rey Felipe VI así lo aseguró el pasado 24 de septiembre en la sede de la ONU, donde defendió la candidatura de España al Consejo de Seguridad: “No puede haber paz duradera o seguridad sin desarrollo sostenible y no puede haber desarrollo sostenible sin mayor solidaridad –tanto entre países como en el interior de las naciones”. Exacto. ¿Escuchará el gobierno?

El folleto en el que España presenta las virtudes que le hacen merecedora del deseado asiento en la ONU afirma que “el objetivo primordial es la lucha contra la pobreza y la determinación en el logro del desarrollo humano sostenible”. Una vez analizados los Presupuestos para 2015, nos tememos que el peso de esa determinación también ha sufrido recortes y que se centra en lo que no hay más remedio que asumir porque es obligatorio.

Ya lo decíamos hace un tiempo: que España asuma un liderazgo en la gobernanza global será una realidad si se enfoca desde una visión coherente con la defensa de los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la equidad; sólo así podrá otorgar consistencia a su deseo de ser un socio internacional merecedor de un asiento en la ONU.

La esta semana volveremos a las calles para recordarle al gobierno que la política de cooperación es mucho más que una dádiva en tiempos de bonanza. Basta de políticas que permiten una riqueza que engorda los bolsillos de una minoría a costa de empobrecer a la inmensa mayoría de la población mundial. Si el gobierno quiere hacer de este país un actor internacional responsable y relevante, urge un cambio de timón radical, tanto en las políticas domésticas como en las internacionales.

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