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¿La gente quiere cambio o recambio?

Foto: Efe

Isaac Rosa

  • El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha cargado contra este artículo en una posterior entrevista en Público y Crític: “Es muy revelador de lo que son algunos. Desprecian al país”

Ya han aparecido varias encuestas en las que Ciudadanos iguala o incluso supera a Podemos, y Pablo Iglesias advierte a los votantes: “No es lo mismo el cambio que el recambio”.

Cuidado con los juegos de palabras, que los carga el diablo. Iglesias puede intentar un ataque a Ciudadanos y acabar haciéndole un favor sin querer: que los votantes den por buenas sus palabras y entiendan que, frente al “cambio” que promete Podemos, está también la opción del “recambio” que traería Ciudadanos. Y que acaben prefiriendo un recambio.

Siguiendo su juego de palabras, la pregunta decisiva no es si Podemos representa el cambio (y Ciudadanos el recambio), ni qué tipo de cambio es ese: la pregunta es si “la gente” que invoca Podemos está de verdad por un cambio o se conforma con un recambio.

Que el viejo coche ya no tira es algo obvio. Que la avería es seria y múltiple (democracia, instituciones, economía, sistema productivo, Estado de bienestar, organización territorial…) es algo compartido por cada vez más españoles que en los barómetros del CIS vienen expresando ese malestar. La duda es si la mayoría piensa que el coche hay que dejarlo en el desguace y comprar uno nuevo o si todavía confía en una visita al taller y que con unos arreglos y recambios siga tirando.

En las elecciones andaluzas, por ejemplo, aunque ya había disponibles ofertas de cambio y de recambio, una mayoría eligió seguir con el viejo coche averiado una temporada más. No tiene por qué pasar lo mismo en ayuntamientos y comunidades en mayo, pero si la apuesta de Podemos es el cambio, y sitúa a Ciudadanos como recambio, puede llevarse la sorpresa de que en más de una plaza haya más partidarios del taller que del desguace. Y lo mismo en las generales.

En los análisis solemos obviar una realidad con la que quizás se acaben estrellando los discursos rupturistas: que hace poco más de tres años (antes de ayer, como quien dice) hubo una mayoría de ciudadanos que dio al PP una mayoría absoluta. Absolutísima. Y que poco antes le había entregado también ayuntamientos y comunidades, en las mismas fechas en que “la gente” hablaba de “fallo de sistema” (cambio, no recambio) en las plazas del 15M.

Es cierto que en estos pocos años han pasado demasiadas cosas. Y que el hartazgo ciudadano y la desconexión con los viejos partidos están en máximos. Pero parece verosímil pensar que, sin un cambio de mentalidad (que es mucho más que estar cabreados), millones de votantes conservadores desencantados del PP (y no pocos ex del PSOE) preferirán un recambio previsible frente a la incertidumbre del cambio. Un Podemos sin lo malo de Podemos.

El discurso del cambio, que hace unos meses podía sonar ilusionante, muestra hoy señales de agotamiento. Si Podemos pretende convencer a una mayoría social de que hace falta un cambio, y que además ellos son los mejores para conducirlo, parece una tarea titánica, sobre todo si quieren hacerlo solos, sin contar con otras fuerzas. Mientras aterrizan (ya no se les oye hablar de “abrir un proceso constituyente”) y moderan sus pretensiones (y sus propuestas), la operación Ciudadanos sigue ganando terreno. De seguir la tendencia, a la vuelta de unos meses Iglesias puede acabar teniendo razón: que la democracia española pase por el taller, y Ciudadanos ayude al PP y al PSOE a cambiarle algunas piezas para tirar otros cuarenta años.

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