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El partido de los pobres

El Polígono Sur de Sevilla lidera el ranking de los barrios más pobres de España.
3 de julio de 2022 20:28 h

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“¿Ucrania? Esto es Ucrania. Me dan envidia sus parques y avenidas. Cuando acabe la guerra, aquí seguiremos igual de pobres”. Anotación en mi siempre a mano cuaderno de campo. Estamos en Los Pajaritos, el barrio más pobre de Sevilla, Andalucía y España, compitiendo desde décadas con otro barrio, el Polígono Sur, también en Sevilla.

Lo de los Pajaritos no es una maldición ni una fatalidad. Ha sido un barrio peleón, escenario de mil revueltas de la vecina Fábrica de Contadores. Contra Franco, luego esperanzados vino la democracia, la UCD, el PSOE varias veces, el PP, el autogobierno y sus 37 años de izquierdas, los ayuntamientos democráticos. Y todo sigue igual.

Conozco a mucha gente que vivió allí. Se han ido yendo, solo quedan los que no han podido irse y ya no pueden más. Unos, huyeron a la emigración interna o catalana; otros, llegaron a la Universidad. No es fatalidad, son oportunidades y abandono. Sus gentes son trabajadores, marginados, pero importantes.

En estos barrios nadie se ha enterado del éxito espectacular de la cumbre de la OTAN a la sombra del Museo del Prado, de lo bien que ha quedado España, su cocinero estrella ni, afortunadamente, han notado los ardores guerreros de sus jefes de estado y gobierno y de algún ministro que nos ha salido farruco y nos ha vuelto a meter en un lío. Tampoco saben que vamos a echar el resto en gasto militar. Les da simplemente igual.

"Demagogo es el que dice lo que quiere oír el pueblo, cortesano es el que dice lo que quiere oír el rey". Sitúenme siempre con los primeros. No es un insulto

Para ellos, Joe Biden está al mismo nivel que Rociíto en el espectáculo en el que se ha convertido su vida en la que solo les espera el papel de espectadores o víctimas. A veces, por allí paraba el autobús que llevaba a los trabajadores a la base de Morón y están muy cerquita de Santa Clara, el barrio fetén de los americanos con sus bicis en la yerba y campo de béisbol incluido. Si sabrán ellos. ¿Resignación? No, hartura. Desconfianza, en cierto sentido. Sabiduría.

¿Demagogo? Antes cito a Raoul Frary y su Manual del demagogo: “Demagogo es el que dice lo que quiere oír el pueblo, cortesano es el que dice lo que quiere oír el rey”. Sitúenme siempre con los primeros. No es un insulto.

En otro barrio de Sevilla, Los Remedios, la participación en las últimas elecciones autonómicas ha sido en torno al 80%, es decir, movilización de las derechas. Ganó el PP con más del 64% de los sufragios. Más de 20 puntos por encima de la media y otros 20 más de participación.

En el distrito Sur, también de Sevilla, donde está el Polígono Sur, hubo zonas en donde la abstención rozó el 90%. Este barrio me hace tener siempre presente a Manuel Chaves Nogales, La ciudad. Ahí cuenta cómo con la expansión miles de sevillanos fueron expulsados de las casas de vecinos. Luego fueron ghetizados.

En los dos únicos distritos en los que ganó la izquierda en Sevilla se quedaron muy por debajo de la media del PP y, en participación, más de lo mismo.

De Sevilla hablo porque en ella vivo y en ella hago mi trabajo, pero extiéndanse ustedes si quieren a todas las ciudades y pueblos de Andalucía y España, pongamos que a Madrid.

Lo de Sevilla tiene jugo porque seis de sus barrios están entre los 15 más pobres de España. Pero, entonces ¿cuál es el partido de los pobres? Pues la abstención, creo. Es un poné.

Y nos dicen los asesores que Andalucía ya no es de izquierdas, pero la pregunta es si alguna vez lo fue o si es que no encuentra en los supermercados de la política ese producto que satisfaga sus necesidades, los haga dignos y puedan salir de la miseria. La gente hubo un tiempo que pedía Cacao Maravillao pero no existe, es un producto de la mercadotecnia.

Al final, la política está ceñida a un escenario muy limitado con protagonistas que se dan el turno pero casi nunca ofrecen soluciones alternativas. Lo cómodo es jibarizar la política, hacerla chica, a su medida, para qué meterse en líos

Otra nota de mi cuaderno de campo: ¿Pero, cómo valoran la subida del salario mínimo, las pensiones, el control de los precios del alquiler? Respuesta: qué salario, que pensión, qué vivienda.

Al final, la política está ceñida a un escenario muy limitado con protagonistas que se dan el turno pero casi nunca ofrecen soluciones alternativas. Lo cómodo es jibarizar la política, hacerla chica, a su medida. Para qué meterse en líos. En la jerga futbolera inaugurada por César Luis Menotti, achicar espacios. Y así, la política vive en su burbuja, mediática sobre todo, y sucede que la izquierda pierde elecciones y utilidad y nadie se lo quiere explicar.

Decía Pedro Sánchez en la SER que ellos siempre gobernaban para los suyos. No parece. Los sesudos asesores de campaña parecen haber olvidado para quién gobiernan sus clientes. Al natural, la izquierda debería basar sus resultados no en arrancar votos en Los Remedios sino en incorporar a la democracia y a la confianza en la política a los barrios de los pobres. No es solo una cuestión de aritmética electoral, es de decencia democrática. La abstención activa es un problema severo.

Al reducir la arena electoral, los asesores se quedan solos ante una minoría ideologizada que siempre vota igual, una minoría orgánica constituida por cheerleaders, majorettes y devotos en general, organizados en las redes sociales, en ausencia de los desaparecidos clubes parroquiales, y una mayoría de intereses. Esa mayoría, que no es el centro, oscila por interés pero no contribuye a grandes cambios de modelo. Y queda la abstención, el partido de la mayoría, un ejército que movilizado sí podría cambiar las cosas. Pero me da la impresión que han acabado jartitos.

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