Seguimos, pero sin fotos

Una cosa tengo clara: el Gobierno tiene la intención de acabar la legislatura; y otra más, la parte minoritaria de ese gobierno tampoco está interesada en que se acabe. Y otra: la coalición de investidura, tomados de uno en uno o a pares, tampoco quiere que caiga el Gobierno. El que el Gobierno aparezca continuamente en tenguerengue no debe alarmar, está construido como los edificios japoneses, preparado para los sismos, que ya se esperaban frecuentes en la previsión meteorológica de esta legislatura. Se cimbrea, da camballás. Sin embargo, no cae pero da su miedo y pasto al periodismo. Ciertamente -esto ya es más especulativo-, en el fondo, ni Feijóo quiere que caiga, aún no.

El PSOE tiene como acentuada tradición, costumbre observada en gobiernos de coalición en todos los niveles, maltratar a sus coaligados. Resistir dentro de sus gobiernos se debe, a veces, más a la firme convicción de que fuera es peor la supervivencia o a que son antesala de proyectos unitarios futuros.

De ese mal trato se escapó Podemos, resabiado de cómo se vive en un gobierno, además, siendo minoría de minoría, coaligado de los coaligados del patrón. De estas maneras de vivir, los que más saben son los catalanes y vascos, desde los tiempos de Pujol y Arzalluz, es decir, de Aznar y González y sus concesiones para mantenerse. Pero de todo se aprende, ya no hay monopolio a dos y todos los socios quieren su dividendo y el mínimo de arañazos.

La incomparecencia y la huida de la performance parlamentaria aumenta la especie difundida de que el Gobierno está haciendo mutis por el Congreso de los Diputados

El actual gran meneo lo protagoniza la aprobación de los presupuestos. No importa que no los haya, eso dicen desde presidencia del Gobierno, mientras la oposición berrea elecciones y uno de sus efectivos irregulares, Felipe González, tacha de inconstitucional una prórroga, al descartar la Constitución a partir del punto 4 de artículo 134 de la citada Constitución. Solo le sirve una parte del artículo.

Cierto que el que no haya presupuestos, la ley más importante dicen los clásicos, no paraliza la economía en estos tiempos lozanos y exuberantes para el Gobierno, cuestión reconocida por los agentes internacionales; sin embargo, la incomparecencia y la huida de la performance parlamentaria aumenta la especie difundida de que el Gobierno está haciendo mutis por el Congreso de los Diputados. 

Pero, ¿por qué? Es obvio, al Gobierno le espera un duro papel en la gran interpretación teatral parlamentaria con el resultado final previsto de rechazo de los presupuestos -abucheos incluidos- y que, por ello, acabarían, eso dice Constitución, igualmente en prórroga. Luego, por qué una escenificación de tal magnitud pudiendo no hacerlo.

Pero hay algo más, el Gobierno, los socialistas, se libra de la ritualidad expuesta a la vista de tener que conceder mucho a sus socios parlamentarios para que salieran adelante -mejor a cencerro tapado- y ya ha cedido bastante, poco si se analiza con detenimiento, pero mucho si se acude a lo simbólico y a lo propagado por la oposición patriótica siempre atenta a lo catalán o vasco que proporciona dividendos caídos del cielo a la España más integrista y a las cándidas bases de las izquierdas españolas, igualmente patrióticas, y cuadros territoriales.

Los socios parlamentarios están cómodos con que no tengan que discutir a la luz los presupuestos, se ahorran debilitar al Gobierno, que no quieren que caiga, se hacen más visibles, adquieren identidad y poder decisorio aunque sea el del desempate, y hasta consiguen que sus posiciones programáticas sean las protagonistas en el debate público

Pero volviendo al trato socialista a los coaligados. Los de ahora ya se lo saben y la relación bilateral con Junts, un caso de niño revoltoso, es toda una pedagogía.

Los socios parlamentarios están cómodos con que no tengan que discutir a la luz los presupuestos, se ahorran debilitar al Gobierno, que no quieren que caiga, se hacen más visibles, adquieren identidad y poder decisorio aunque sea el del desempate, y, en ciertas circunstancias, hasta consiguen que sus posiciones programáticas sean las protagonistas en el debate público, gracias, paradójicamente, a una oposición mediática ávida de meneos.

Pongamos por ejemplo, el anunciado incremento en gastos en Defensa, se ahorran retratarse a favor o en contra, con consecuencias si fuere en sede parlamentaria. Otra cosa son los programas de TV o radio, más florales que otra cosa y con maquillaje.

Sin embargo, habrá más gasto en Defensa por otras vías, como por cierto viene siendo tradicional, y sin participación parlamentaria; como también habrá esquiva parlamentaria en cosas de la guerra, histórica, si no, repásese el papel opaco de José María Aznar y sus guerras. Conviene recordar que fue en un Consejo de Ministros, presidido por el muy constitucional, Felipe González, donde se decidió que las actas del JIMDDU, máximo órgano para la autorización del comercio exterior de material de Defensa y doble uso, fueran secretas, acogiéndose a la ley de secretos oficiales aprobadas en tiempos de Franco que aún navega en aguas constitucionales; una ley muy constitucional por lo que se ve y mucho menos por lo que oculta. 

En fin, que no habrá presupuestos y sí más gasto en Defensa, todos contentos, y nada de fotos como si se hubieran reunido sus señorías en un gran centro comercial en Chile.