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La historia (y el entierro) de los mineros que iban a vencer a Franco

Una causa: golpe de Estado. Un plan: organizar una columna de milicianos. Un objetivo: tumbar a los rebeldes. Parece escrito el destino de quienes van a torcer el curso de la guerra civil. De un país. Pero el fogón de la historia tiene otro ingrediente: traición. Y la aventura muta en carnicería.

Luego de 80 años, el país de la desmemoria entierra de manera digna a 14 de aquellos resistentes. Los restos, en pequeñas cajas de madera, reposan en un mausoleo erigido en el cementerio de Camas (Sevilla). Un algarrobo, el árbol del 'pan de los pobres', preside la escena. Alguien deposita una bandera tricolor junto a los féretros. Un violonchelo desliza el himno de Riego por las calles del camposanto.

Al emotivo acto falta Lida Salgado. La hija de Francisco falleció en mayo con 84 años. Antes, vivió la intervención arqueológica que rescató a su padre. Todos la recuerdan. Caso de Pilar Comendeiro y Nelly Bravo, sobrinas de José Palma Pedrero, otro de los mineros. Viajan desde Buenos Aires (Argentina) y Nueva Jersey (EEUU), respectivamente, donde un día descubrien por el libro La justicia de Queipo, de Francisco Espinosa Maestre, el paradero de su tío.

Desde entonces, Pilar y Nelly no han parado hasta hacerse cargo de los restos del “tío Joselito”. Una tarea cumplida con el entierro que tiene como preludio un homenaje en el Ayuntamiento local y una comitiva que recorre el pueblo, paralizado a su paso.

A las puertas del terror que siembra Queipo

España masculla la certeza de la trama fascista cuando la Cuenca Minera de Huelva forja un grupo de combatientes para frenar a los rebeldes. La tropa suma integrantes en el camino, aclamados en cada pueblo, hasta enfilar la capital andaluza con varios centenares de voluntarios y un puñado de vehículos cargados de dinamita.

La columna tiene un aporte militar al mando del comandante Gregorio Haro Lumbreras. Que integren la marcha “causó serias dudas” entre los izquierdistas, cuenta Espinosa. En La Pañoleta, casi oliendo el terror demencial que ya siembra Queipo, el fuego de ametralladoras alcanza los explosivos y la emboscada tiñe de muerte la calurosa mañana del domingo 19 de julio de 1936.

Todo salta por los aires. “La Guardia Civil traidora lleva un rato disparando contra los vehículos que bajan la cuesta del Caracol”, relata el investigador José María García Márquez. Algunos cuerpos quedan “esparcidos e irreconocibles”.

El juzgado municipal de Camas identifica a Cayetano Muñoz Maestre, Francisco Salgado Mariano, Domingo Pavón Fernández, José Palma Pedrero y Domingo Pachón. Décadas más tarde aparece la fosa con los nueve ataúdes de los mineros y, cerca, otra con cinco represaliados más. El pasado 29 de septiembre forman el cortejo fúnebre con 14 cajitas.

“Castigo público y ejemplar” a los mineros

Aunque la mayoría huye, los rebeldes detienen a 71 personas. Tres, simples transeúntes, son liberados. El resto pasa por la Prisión Provincial y el Cabo Carvoeiro. Un consejo de guerra dicta 67 condenas de muerte el 29 de agosto del 36. Queda un menor de 18 años, penado con 20 años y un día de cárcel.

“Los mineros, que habían osado presentarse a las mismas puertas de la Sevilla de Queipo, recibieron castigo público y ejemplar”, narra Francisco Espinosa. La primera pieza “clave” para tumbar el golpe fascista queda intacta ante las “primitivas bombas caseras” y los “inútiles camiones blindados” que nunca pisan el arrabal trianero donde los obreros preparan barricadas.

La “ceremonia de los fusilamientos” dibuja el paradigma de la venganza. Dos días después de la farsa judicial, a mediodía, las ejecuciones tienen lugar en “los barrios que más resistencia opusieron al golpe militar”: Ciudad Jardín, Pagés del Corro (Triana) y ante las murallas de la Macarena.

Es la historia de los mineros que iban a vencer a Franco, Mola, Sanjurjo y una retahíla de militares rebeldes y mecenas que pagaron el golpe. La memoria está ahí, el recuerdo, y ahora el homenaje del pueblo. La familia de Lida permanece emocionada. Pilar pasa lista “a todos los que hicieron posible esto”. Y Nelly describe: “Me gusta saber que las palabras cuentan. Las ideas. Que nada de esto caiga en el olvido”. Acaban de enterrar al 'tío Joselito'.

“Cabe preguntarse si hubieran llegado a Triana y el golpe no triunfa… cuántas vidas inocentes se hubieran salvado”, cuestiona el presidente de la Asociación Memoria, Libertad y Cultura Democrática, José Esteban Garrido. “Son nuestros mineros, aquellos que fueron aniquilados en esas oscuras páginas de nuestra historia”, apunta el alcalde camero, Rafael Recio, poco antes del entierro.

Y dice García Márquez, “hoy día los personajes ilustres de Camas son Paco Camino, Curro Romero, Sergio Ramos y Capi”. Toreros y futbolistas. “Sin comentarios”, añade. “Vendría bien recordar estos versos” del poeta sevillano Luis Cernuda: y entonces la ignorancia, / la indiferencia y el olvido, vuestras armas / de siempre, sobre mí caerán, como la piedra, / cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis / a otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra / precipitó en la nada.