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El proyecto de rascacielos en el Puerto de Málaga eleva la altura a 144 metros

Recreación facilitada por los promotores

Néstor Cenizo

Málaga —
6 de febrero de 2025 14:57 h

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Había mucha expectación hoy en el ayuntamiento de Málaga, donde estaba previsto que se desvelasen los detalles del rascacielos sobre el dique de Levante del Puerto de Málaga, ya con el nuevo diseño del arquitecto británico David Chipperfield. Desde que hace ocho años comenzó la tramitación administrativa para colocar en ese espacio público un hotel de cinco estrellas, el proyecto viene generando en la ciudad una intensa polémica.

Había, por eso, una expectación enorme por conocer la nueva propuesta. Sin embargo, la presentación dejó un poso de decepción. Principalmente, porque del material gráfico nada se puede deducir de qué quiere hacer Chipperfield en esa pastilla de terreno. No se mostró la maqueta y, de las fotos que se distribuyeron, el edificio puede ser cualquier cosa y aparece o bien muy lejano e indistinguible, o bien envuelto una especie de bruma. En la foto de la maqueta que sí se distribuyó a prensa, el inmueble es, de hecho, una pieza blanca sin más definición.

Tendrá 144 metros de altura, lo que supone 28 más que los 116 metros del proyecto de José Seguí (que lo rebajó de los 132 iniciales para intentar apaciguar las críticas) y se queda a seis del máximo permitido tras la modificación del plan parcial. Contará con entre 350 y 390 habitaciones de un hotel cinco estrellas Gran Lujo operado por una firma internacional.

Habrá, además, zonas comerciales y un centro de convenciones, pero quedó claro que el proyecto aún no está terminado y que lo que hay ahora son ideas, intenciones y proyecciones sin mucha precisión, como que será un “paralelepípedo”, según el alcalde. Es decir, que será rectangular. También, que la construcción en altura se hará con materiales “más ligeros”, inspirada en “la luz blanca de Málaga y los cielos vaporosos por la intensidad solar y el vapor del mar”.

“Un cambio de diseño y una nueva filosofía”

El principal mensaje que el arquitecto Chipperfield y Jordi Ferrer (CEO del Grupo Inversor Hesperia) se esforzaron en trasladar es que el nuevo proyecto permitirá integrar en la ciudad un espacio hasta ahora muy ajeno al uso ciudadano. El “catalizador”, dijo Ferrer, será el hotel, que tendrá un diseño capaz de “proyectar la ciudad a una nueva dimensión y a una liga internacional”. Ferrer cree que el impacto de su altura, la principal pega de quienes lo rechazan, no es “significativo”. “Estamos ganando un nuevo espacio para Málaga, que hoy en día es muy industrial, y que queremos transformar para que se conecte con la ciudad”. Una operación que entroncaría con la histórica apertura del Puerto a la ciudad a comienzos de siglo, cuando se levantó el Muelle Uno como zona comercial, y el Palmeral de las Sorpresas.

Trasladar la idea de integrar en la ciudad una “zona industrial” (en realidad, no hay allí industria alguna) era el motivo por el que se había programado la presentación, la primera en la que participa Chipperfield, contratado hace apenas seis meses para relevar a José Seguí. En la misma línea incidieron Carlos Rubio (presidente de la Autoridad Portuaria) y el alcalde Francisco de la Torre, los principales apoyos políticos de la operación, que cuenta con el rechazo de los partidos de la oposición, de una parte relevante de la sociedad civil (agrupada en una plataforma de oposición al rascacielos) y de instituciones como la Academia de San Telmo o el Colegio de Arquitectos, que advierten del impacto que tendrá sobre la vista de la bahía.

“La verdadera oportunidad del proyecto es traer esa parte del territorio a la ciudad”, ha dicho Chipperfield, a quien luego ha apoyado el alcalde: “Es un cambio de diseño y una nueva filosofía”. “Tiene una personalidad clara, con un carácter de simpatía hacia la ciudad”, ha añadido luego.

La idea de Chipperfield es conectar esta zona con la Farola y con el centro de la ciudad a través de “una secuencia de jardines”. Junto al edificio “vertical”, que será un “icono” (según Ferrer) los promotores aseguran ahora que habrá “seis espacios públicos”, aunque en ese grupo metieron el centro de convenciones o el espacio comercial, que aunque estén abiertos a la ciudadanía serán privados por formar parte del terreno concesionado. El centro de convenciones tendría una sala con capacidad para 800 personas y una capacidad total de 2.000.

Al proyecto, que ya ha superado su tramitación ante la Junta de Andalucía y ante el ayuntamiento (con la modificación del Plan Parcial), aún le faltan los documentos técnicos que lo sustenten. No sólo los relativos al edificio, sino también un informe geotécnico que determine de qué forma puede sujetarse un edificio de 144 metros de altura en un istmo sometido al empuje de las olas y las mareas de Levante. Se baraja una profundidad de 50 o 60 metros. Estos documentos deben presentarse antes del 7 de marzo a la Autoridad Portuaria, que tras revisarlo a nivel técnico los enviará a Puertos del Estado.

Por último, deberá pasar por el Consejo de Ministros, que para levantar la prohibición genérica de construir allí (una parcela pública portuaria) debe apreciar que el proyecto tiene interés general. Por eso, hoy el mensaje hoy era la idea de integrar en la ciudad unos terrenos que hasta ahora se usan para poco. En realidad, son terrenos del Puerto y, por tanto, a priori de uso exclusivamente portuario.

Jordi Ferrer ha aventurado que en 2028 podrían haber terminado las obras, cuya ejecución se alargaría entre 35 y 40 meses. Parece una previsión optimista, contando con que la tramitación no encalle y el Consejo de Ministros lo apruebe. Ahora hay dos recursos contencioso-administrativo contra la modificación urbanística que permite construir ahí el edificio, cuya sustanciación condicionará el resto de tramitación del proyecto.

La oposición mantiene el rechazo

El alcalde dice creer que con el avance de estas “líneas maestras” y la presentación del proyecto definitivo se vencerán gran parte de las resistencias que hay en la ciudad a este proyecto. Es dudoso que así sea. Fundamentalmente, porque la oposición parte de la raíz: quienes no quieren el rascacielos subrayan que no lo quieren “allí”. Es el hecho de colocar una mole de 144 metros destinada a hotel de cinco estrellas gran lujo sobre un suelo público privilegiado, que domina la bahía, lo que no gusta a una parte de la ciudadanía. Y eso no lo evita la singularidad del proyecto arquitectónico ni el lustre de su firmante.

En su día, la Plataforma Defendamos Nuestro Horizonte ya advirtió de que el recurso a David Chipperfield, premio Pritzker de Arquitectura, era un “conejo en la chistera” con el que generar una ilusión que la idea originaria no concita y, de paso, desviar la atención de que se trata de un proyecto privado en suelo público mediante una concesión a 75 años.

“De la Torre está imponiendo su voluntad gracias a la mayoría absoluta, tratando de forzar a la ciudadanía a aceptar un proyecto que no es el mejor para ese emplazamiento”, ha denunciado Daniel Pérez, portavoz del PSOE. Toni Morillas, portavoz de Por Andalucía, ha pedido al alcalde que “se deje de operaciones cosméticas”: “No queremos un rascacielos en el dique de Levante, estamos absolutamente en contra del enorme impacto paisajístico y patrimonial que supondría para nuestra Farola”.

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