Los Catavenenos como el firmante, para mejor advertir a sus señores, se inmunizaban ante cualquier ponzoña a base de trincarse preventivamente cantidades ínfimas de dichos tóxicos, así fuera la cicuta de Sócrates, el arsénico de Agripina o la cantarella de los Borgia.
Ese será nuestro cometido. Nos enfrentaremos con bravura a la multitudinaria tropa de la prensa de la caverna, cada vez más feroz, les sustraeremos un pellizco de sus productos y una vez demostrado que lo que no mata engorda, se lo ofreceremos a los lectores con todo nuestro cariño para que ustedes mismos juzguen sus cualidades.
Degusten los ricos platillos.
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