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ENTREVISTA
Adrián G. Gómez, periodista

“La identidad cántabra está plenamente asumida de manera transversal en todos los partidos políticos”

El periodista Adrián G. Gómez, autor de '¿Qué demonios es la identidad cántabra?'.

Laro García

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“Cantabria dejó de tener entidad propia a nivel jurídico y legislativo durante casi dos siglos y aun así ha pervivido. No creo que las dinámicas globales vayan a tumbar eso. La identidad cántabra seguirá existiendo: es un sentimiento que va a más”. Así de rotundo se manifiesta el periodista Adrián G. Gómez, autor de un trabajo ensayístico que busca indagar sobre la significación e implicaciones del sentimiento de pertenencia a esta tierra. Este libro se plantea como un primer acercamiento, una investigación exploratoria que no parte de una hipótesis sino que busca animar a otros y generar datos, información y conocimiento. El debate comenzará este mismo viernes 20 de enero, a partir de las 19.30 horas, en la Librería La Vorágine de Santander, dónde se presentará oficialmente el libro '¿Qué demonios es la identidad cántabra?' durante un coloquio moderado por la decana del Colegio de Periodistas de Cantabria, Olga Agüero, y en el que el autor desgranará las principales líneas de trabajo que incluye este volumen de la colección 'Insurgentes'.

A riesgo de hacer 'spoiler'... ¿ha llegado ya a una conclusión sobre qué demonios es la identidad de Cantabria?

Es complicado. El libro tiene un título provocativo, pero no es un adelanto de lo que va a ocurrir en el libro. No se dan claves de conclusión o unas definiciones exhaustivas. Simplemente es una aproximación, una exploración para abrir un debate del que pueden surgir posteriormente otras investigaciones y otros trabajos que puedan cerrar más el tema. Esto es un aperitivo, un primer acercamiento, una investigación exploratoria, que no parte de una hipótesis. No tiene como objetivo refutar o validar algo, sino producir conocimiento, datos e información para que puedan utilizarse más adelante. ¿Qué demonios es la identidad cántabra? A día de hoy, no tenemos respuesta más allá de una definición que puede ser el sentimiento de pertenencia a un territorio.

Y más allá de esa provocación en el título de la que habla, ¿por qué este libro ahora?

Precisamente, el libro parte de la ausencia total de bibliografía que gente como yo, interesada en la identidad cántabra, en sus expresiones políticas, en la ‘cantabricidad’, nos hemos dado cuenta cuando hemos querido estudiar y profundizar sobre el tema que no hay libros, que no hay casi autores que hayan estudiado e investigado esto desde una perspectiva cualitativa. Hay estudios historiográficos, aunque recientes y contemporáneos, no tantos. Hay una ausencia enorme sobre lo que estamos viviendo, sobre lo que es la expresión de la identidad cántabra, de ese sentimiento de pertenencia al que aludía antes. Por eso, quería ayudar o contribuir a llenar ese vacío. Es algo que en la política, aunque no se mencione explícitamente, está plenamente asumido de manera transversal en todos los partidos políticos de Cantabria.

La ausencia de documentación, de análisis y de información, sobre todo reciente, ¿cree que se debe a una pérdida de interés después de los años de eclosión vinculados a la lucha por la autonomía de Cantabria?

No tengo claro que se haya perdido el interés, pero lo que sí tengo claro es que ha habido ciertos autores del mundo académico de Cantabria y muy ligados a la Universidad en el ámbito de Historia, que han encaminado en una dirección muy clara hacia dónde había que estudiar y analizar las cuestiones relativas a esto. Han defendido una visión muy centrada en la construcción de la identidad sobre cuánto tiene de natural o de artificial, cuándo es creado o impulsado, que son debates que socialmente están superados. Todas las identidades son artificiales, todas las identidades son creadas y están cambiando día a día. Tenemos que mirar un poco más allá y mirar qué significa, cómo se conforma o cómo influye en tu vida a nivel individual y colectivo. No hay una pérdida de interés, sino todo lo contrario. Aunque sí es cierto que, en los últimos 10 o 15 años, me atrevería a decir que es una de las pocas publicaciones que aborda la identidad cántabra en un contexto amplio.

En el libro aborda con políticos de distinto signo el concepto de identidad cántabra y llama la atención el poco nivel de profundidad y los lugares comunes a los que recurren en sus respuestas, que en algún caso podrían ser prácticamente intercambiables. ¿Es una consecuencia de la aceptación de la identidad cántabra y la transversalidad que mencionaba antes o una muestra de que está fuera del debate político actual?

Los políticos siempre buscan aludir o llegar al público objetivo que tienen en mente, contentar a unas bases que consideran que forman parte de su electorado, y en ese sentido, es cierto que todos han aceptado y recurren a los lugares comunes de la cuestión autonomista. A mí me ha parecido relativamente curioso que incluso Vox, que está en contra del Estado de las Autonomías, en ningún momento su portavoz parlamentario, Cristóbal Palacio, lo exprese así abiertamente. Critica la descentralización o defiende otro modelo de Estado, pero en ningún momento se ha atrevido a atacar directamente al pacto autonomista, lo que me parece un reflejo bastante realista de lo que la sociedad cántabra piensa: creo que hay un consenso total en que la autonomía es algo irreversible, como muchos dicen, y que la gente que vive en Cantabria se siente ligada al territorio en alguna forma. Entonces, sí que creo que hay un pensamiento colectivo social al que todos los políticos a los que se cuestiona han querido llamar la atención, han querido hacer suyo. Aun así, lo más interesante en este libro está en intentar leer entre líneas, interpretar los silencios, las contradicciones en las que caen, observar las grietas por las que se puede escapar la opinión más personal de cada uno de ellos.

Tenemos que generar una relación mucho más sana con el territorio y con nuestra gente. Debemos defender la convivencia y construir un futuro mejor para todos

Recoge incluso algunas encuestas del CIS, comparando su evolución a lo largo de los años, donde precisamente queda patente la ausencia de oposición a la autonomía y la consolidación de la identidad cántabra.

Más allá de ejemplos puntuales y autores que sí han querido desprestigiar esta vía autonomista en los años 80 o 90, el consenso es cada vez más patente. Los estudios del CIS es cierto que son muy escuetos y tampoco son muy sólidos porque no están centrados en esto, sino que hacen referencia a preguntas dentro de barómetros más amplios, pero como aperitivo a conocer lo que piensa la gente, sí que validan esos datos que el sentimiento cántabro está totalmente arraigado en la población cántabra, lo cual no quiere decir que sea exclusivo o entre en contradicción con otros sentimientos de pertenencia o identidad. En general, esas encuestas lo que reflejan es una dualidad identitaria, porque señalan que la población se siente tan cántabra como española y se comparte sin ningún tipo de problema en la mayoría de los encuestados.

Ese mensaje es el que defiende actualmente el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, quizás buscando también a ese público mayoritario que es al que se dirige siempre un político con vocación de hegemonía. ¿Qué papel otorga al PRC dentro de este debate? ¿Cree que ha cambiado esa postura con los años una vez alcanzado el poder?

No descubro nada a nadie si digo que el PRC y el regionalismo cántabro, a nivel teórico, no va mucho más allá de Miguel Ángel Revilla, que es el que ha dictado una línea muy clara por la que tiene que transitar el regionalismo cántabro. Él dice incluso que no podría existir Cantabria sin España. Va un paso más allá. Esa declaración ahuyenta todo tipo de simbología nacionalista, porque explica muy claramente que “la región de Cantabria tiene como nación a España”. Cierra totalmente la puerta a que haya expresiones nacionalistas dentro de su propio partido. De alguna forma, ha ido acotando el discurso, lo que se ve en las declaraciones de otros miembros del PRC entrevistados, e incluso en los discursos de otros partidos con representación en el Parlamento. El PRC ha hecho una labor muy consciente para bloquear cualquier manifestación identitaria que no sea la que está dictando su partido, concretamente, Miguel Ángel Revilla.

Sin embargo, en el PRC desde su fundación siempre existieron diferentes sensibilidades, algunas de ellas más ligadas a lo que podemos denominar como ‘cantabrismo’. ¿Dejan la puerta abierta a que surjan otras opciones alternativas que den respuesta a esas manifestaciones políticas?

Por supuesto. Y creo que el nacimiento de Cantabristas es una muestra de ello. El PRC, de una mayor diversidad de planteamientos o de posiciones políticas, ha ido transitando hacia una visión muy folclorista o estética de lo que es Cantabria, la identidad cántabra y la cultura de esta tierra. Y eso ha ido generando fugas que, hasta hace poco, no han conseguido articularse políticamente como algo que se pueda oponer al PRC o pueda plantar cara a nivel electoral, pero comienza a vislumbrarse que hay otras fórmulas y propuestas que creen que la autonomía de Cantabria no es una meta en la que hay que bajar los brazos, sino un paso más y que se puede seguir avanzando en la asunción de competencias, convirtiéndose en una autonomía mucho más soberana. Eso es algo que el PRC creo que teme y no tengo claro que puedan llegar a controlar. Electoralmente, no están en su mejor momento. Todo puede cambiar, pero el desgaste se comienza a notar y puede propiciar una fuga progresiva por las renuncias del PRC a lo largo del tiempo.

A veces se reduce lo cántabro al puro folclore, a las expresiones artísticas más tradicionales. ¿A qué cree que se debe? ¿Falta formación desde la escuela que permita un mayor conocimiento y una mayor autoestima de la población de Cantabria?

Hay tendencias que se escapan al localismo, que son tendencias globales. Paulu Lobete, de Cantabristas, apunta en el libro una cosa interesante, y es que las identidades hoy en día son mucho más líquidas, más fluidas. Las identidades ya no son tan permanentes, tan duraderas. En el siglo XX se pasaban de generación en generación. Hoy en día, una persona puede cambiar de dónde se adscribe incluso a lo largo de su vida varias veces. Eso hace que los elementos que configuran esa identidad se estén reduciendo y convirtiendo en pequeñas muestras intensas pero que no forman tan parte de la cotidianidad y del día a día. No es descabellado decir que hoy en día el folclore y la música tradicional autóctona no forma parte de la vida cotidiana de la inmensa mayoría de cántabros, pero se están recogiendo e impulsando determinados momentos, determinados rituales, en los que esa cantabricidad está ya de manera muy intensa. Son dinámicas más amplias, vinculadas a la globalización, que van equiparando todo en cualquier lugar del mundo.

Me interesa mucho la diferencia entre el mundo rural y el urbano. ¿Cree que se sigue ligando en exceso lo cántabro al pueblo y, además, con una connotación negativa?

Sí, pero creo que como algo negativo, no. Eso se ha dejado atrás. Al margen de pequeñas expresiones en núcleos muy elitistas de Santander, creo que lo cántabro se ha desligado totalmente de lo rural y se puede encontrar en cualquier entorno. Ahora, las esencias de lo cántabro, lo que entendemos que puede aglutinar los fundamentos de lo que puede ser la cultura cántabra, creo que sigue estando en el imaginario común que se vincula al mundo rural. Nadie duda que Barcelona sea eminentemente catalana, que Bilbao sea eminentemente vasco, y nadie debe dudar de que Santander sea eminentemente cántabro.

Sin embargo, a veces parece que no sea así...

[Ríe]. El representante del espacio de Unidas Podemos, Luis del Piñal, sí menciona en el libro que a su juicio hay una identidad diferenciada en Santander, pero que eso no se debía tanto al estrato social, sino a que la gente de Santander no salía tanto de la ciudad y no se encontraba tanto con la realidad cántabra... Eso planteaba él, que consideraba que no disponían de esa visión de unidad. Esto choca con otros discursos políticos, como el que mantienen Noelia Cobo, Paula Fernández o el propio Miguel Ángel Revilla, que sin embargo planteaban que la Santander de ahora mismo no es la ciudad de hace 30 o 40 años. Santander ahora mismo es fruto de la emigración de todos los pueblos, una especie de punto de encuentro para las gentes de todos los puntos de Cantabria. De esa manera, podríamos entender que Santander se ha ido cantabrizando con la emigración del resto de Cantabria que se ha asentado en la ciudad.

Cantabria dejó de tener entidad propia a nivel jurídico y legislativo durante casi dos siglos, y aun así ha pervivido. No creo que las dinámicas globales vayan a tumbar eso

Y para futuros trabajos o estudios... ¿cuál le gustaría que fuera la respuesta a la pregunta retórica que plantea en su libro?

A mí me gusta pensar en la identidad cántabra como la comunidad, como los vínculos que nos unen a la gente que tenemos cerca, que nos une a nuestra tierra, lo que genera cierta sensación de responsabilidad. En el libro también aparece, que muchos mencionan nuestro territorio. No es propiedad nuestra el territorio, somos habitantes, y tenemos que generar una relación mucho más sana con el territorio y con nuestra gente. Debemos defender la convivencia y construir un futuro mejor para toda la gente que vivimos en este territorio.

En un mundo como el actual, en el que la uniformización de las ciudades, de los pueblos, de los territorios, es cada vez mayor como consecuencia de la globalización, ¿cree que está en peligro la identidad cántabra?

Creo que no, sobre todo por la perspectiva histórica. La identidad cántabra, entendida no solo como la adhesión a este territorio y a sus gentes, sino respetando incluso la denominación, el corónimo ‘Cantabria’, ha sobrevivido desde tiempos inmemoriales. De hecho, es sorprendente. Cantabria dejó de tener entidad propia a nivel jurídico y legislativo durante casi dos siglos, y aun así ha pervivido. No creo que las dinámicas globales vayan a tumbar eso. Más aún cuando las dinámicas globales están tendiendo a la adaptación, a tomar ciertos elementos del territorio para fortalecerse. Un ejemplo que se pone en el libro: el colectivo LGTBI en Cantabria, que es un movimiento cosmopolita, que habla de sentimientos universales y que nada tiene que ver con los territorios, en Cantabria se ha localizado y su día festivo se llama el ‘Argullu’. Se ha territorializado. La identidad cántabra seguirá existiendo: es un sentimiento que va a más y no que va a menos.

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