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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Contra la guerra, contra Putin

Campo de refugiados en la frontera entre Polonia y Ucrania.

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El 15 de febrero de 2003, una inmensa manifestación recorrió las calles de Santander. Sin entrar en la batalla de cifras, puede que haya sido la mayor movilización de la historia de la ciudad (con permiso del 12 de marzo de 2004 y del 8 marzo de 2019). La ciudadanía había salido a la calle de esa forma masiva para expresar el rechazo a la anunciada guerra impulsada por Estados Unidos, con apoyo de países europeos como Gran Bretaña o España, contra Irak, acusada de apoyar el terrorismo y de albergar armas de destrucción masiva.

La marea humana no fue capaz de impedir la guerra, pero al año siguiente el nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, retiró las tropas españolas presentes en eI escenario bélico. El 24 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania; el domingo anterior, 20 de febrero, un reducido grupo de ucranianos residentes en Santander se había concentrado ante el Ayuntamiento para protestar contra la anunciada invasión, aun no producida. El 27 del mismo mes, una concentración convocada por CGT contra la guerra contó con la presencia de algunos centenares de personas; algunos de los congregados, con banderas ucranianas, se separaron del resto cuando se empezaron a corear gritos contra la OTAN. A su vez, emitieron consignas a favor de la Alianza Atlántica. Por la tarde, el PCTE convocó otra concentración (bajo el lema 'Contra la guerra imperialista') a la que acudieron algunas decenas de personas; en ella se hizo hincapié en la responsabilidad del capitalismo y de su consecuencia sobre las relaciones internacionales -el imperialismo- en el estallido de guerras como la que se desarrolla en Ucrania.

El contraste entre las dos situaciones es notable. Es obvio que los contextos son distintos y las circunstancias no admiten demasiados paralelismos, salvo uno, fundamental y en el que se basan habitualmente los discursos sobre/contra la guerra: la negativa a aceptar que haya conflictos entre grupos, naciones, o colectivos, que deban resolverse mediante las armas; la negativa a aceptar que víctimas inocentes mueran, sean heridas, vivan aterradas, deban abandonar sus hogares, o sean obligadas a trasladarse fuera de su país porque en él no cabe una vida digna.

Si hay una prioridad debería ser la de parar la guerra, enseñar a Putin la puerta de salida (hacia el Tribunal de La Haya), mostrar toda la solidaridad con la población ucraniana y con los que en Rusia se juegan la libertad por decir 'No a la guerra'

No todo, pero si una buena parte de eso parece haberse olvidado en las movilizaciones convocadas, pero fundamentalmente en las no convocadas. Si hay una prioridad en estos días, debería ser la de parar la guerra, enseñar a Putin la puerta de salida (hacia el Tribunal de La Haya si es posible), mostrar toda la solidaridad posible con la población ucraniana y con los que en Rusia se juegan la libertad por decir lo que es aquí bien fácil ('No a la guerra'). Estos deberían ser los objetivos y las consignas a día de hoy de la izquierda y del pacifismo.

Nunca sabremos qué hubiera pasado si las potencias internacionales no hubieran abandonado a su suerte a los republicanos españoles en su lucha contra los franquistas. Puede que la guerra no se hubiera ganado, pero no se podría achacar la derrota a la dejación culpable de las democracias occidentales. Los ciudadanos ucranianos que imploran apoyo desde su país, y sus compatriotas residentes entre nosotros, nos piden que no los dejemos solos.

No se trata de responder a la brutalidad con más brutalidad. No queremos que la OTAN extienda la guerra hasta el infinito. Queremos apoyar a las victimas de la guerra, a sus conciudadanos y a los demócratas rusos con la fuerza y los recursos de la ciudadanía, que no son otros que la movilización. La misma que el pacifismo no ha dudado en utilizar siempre que las armas han hecho callar a las palabras, por más que se vislumbrara la dificultad de parar los designios de los poderosos. Es lo que deberíamos estar haciendo ahora: no dejar solos a los ucranianos y a los que luchan contra Putin. Porque pocas veces ha sido tan evidente la coincidencia entre lo urgente y lo necesario. 

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