Wifredo Lam, el 'Picasso cubano' que vivió (y pintó) en un pueblo de Cuenca
Un pequeño pueblo de la Cuenca más despoblada se convirtió en los años 20 del pasado siglo en refugio para un artista al que los especialistas conocen como el ‘Picasso cubano’.
Wifredo Lam (Sagua La Grande, 1902 - París, 1982) vivió en Villares del Saz durante varios veranos, aunque esa parte de la biografía del artista es una de las grandes desconocidas.
En Villares de Saz ocupó el ‘terrao’ de la casa familiar de unos amigos y allí pintó algunas de sus primeras obras. Hoy los propietarios del inmueble reivindican la necesidad de visibilizar la importancia de lugar y la propia figura de Wifredo Lam.
“Compramos la casa hace cinco años y nos gustaría que pudiera convertirse en un centro cultural o en un centro de formación... Nuestra economía familiar no lo permite y la del ayuntamiento tampoco. Es una pena que no se haga nada”, explica.
Hace 20 años la Universidad de Castilla-La Mancha homenajeaba el artista publicando un libro sobre su relación con Cuenca. Hoy parece olvidada. “Nos está resultando desesperante intentar sacar esta historia adelante y que los políticos y responsables de la zona se interesen por este patrimonio cultural que guarda Villares y que no sólo se tiene que rehabilitar, también se ha de poner al servicio de todos”, señala Rodrigo Carrillo, uno de los propietarios del inmueble.
Entrar en esta vivienda es como retroceder más un siglo en el tiempo. Hoy no es habitable pero conserva mobiliario y decoración de comienzos del siglo XX. Está distribuida en varias plantas, incluido la parte alta en la que Wifredo Lam sufrió los rigores de los veranos conquenses.
“Es una pena que nuestro patrimonio cultural no reciba el apoyo y reconocimiento político que merece porque estas historias, que merecen la pena de verdad, se ven condenadas al derribo si los que pueden hacer algo se olvidan de la cultura”, escribía hace unos días Rodrigo Carrillo en las redes sociales, buscando captar la atención de quienes tienen competencias en materia de patrimonio cultural.
Restaurar la casa sería un hito porque es la única población española que puede decir que tiene obra de Wifredo Lam, que allí vivió y pintó en su juventud
“Nuestra intención es poner a Villares del Saz en el mapa y en ningún caso es económica: nunca hemos pensado en hacer de ello un negocio. Simplemente queremos hacer algo beneficioso para el pueblo”, aclara Carrillo.
Recuperar la parte de la historia vinculada a uno de los grandes del arte, “sería un hito porque es la única población española que puede decir que tiene obra de Wifredo Lam, que allí vivió y pintó en su juventud”, explica la doctora Carmen Pérez García ‘May’, especialista en restauración y que conoce muy bien la figura del artista cubano y su relación con Cuenca. “Allí se enamoró de una joven a la que no le dejaron ni acercarse”.
Wifredo Lam había llegado a España en 1923, con 21 años. Llegó a nuestro país gracias a una beca de la municipalidad de Sagua la Grande para estudiar en Europa. Camino de París, pasó por España y terminó quedándose 14 años.
La beca le permitió estudiar a los grandes maestros de la pintura española como Velázquez o Goya, aunque sintió un gran interés por los artistas flamencos. Pero la beca se acabó con el acceso al poder del general Machado en Cuba. Comenzaron entonces las dificultades económicas y fue gracias a un amigo médico y compañero de pensión, Fernando Muñoz, como terminó recalando en Cuenca.
“Los conquenses son muy hospitalarios. Cuando llegaron las Navidades le preguntó a Lam por sus planes. No tenía dinero, ni tenía conocidos en España, así que se lo llevó a casa de la familia Conversa Muñoz en Cuenca”.
Allí, dice la que fuera directora del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración (Ivacor) y exvicepresidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), “se integró muy bien en la sociedad conquense, publicó en los periódicos y trabajó con artistas locales”.
Durante esos años, en los que pintó varios retratos y bodegones para la familia que le acogió, pasaba los veranos en Villares del Saz. Los cuadros de su época conquense ya apuntaban ese vanguardismo incipiente por el que sería conocido más adelante.
La casa en la que se alojó durante esos veranos todavía conserva algunas de las piezas de barro que le sirvieron de modelo para su ‘Bodegón del Toro’ (1927).
Para explicar la relación del pintor con Cuenca, Carmen Pérez coordinó en 2002 un libro dedicado al artista junto al profesor de la Universidad Politécnica de Valencia, Miguel Ángel López Guerrero. ‘Lam en Cuenca y la Cuenca de Lam’ describe cómo este cuadro - el Bodegón del Toro’- fue “como un homenaje a la madre de Cayo Conversa a quien profesaba gran cariño y respeto, quizás por el recuerdo de la suya”.
En 2004 la Universidad de Castila-La Mancha presentó en La Habana el libro que recoge esa relación del artista con Cuenca. Carmen Pérez García explica que recibió una invitación de Fidel Castro. “Quería que le contara la historia de Wifredo Lam en vivo y en directo, aunque sus preguntas fueron preguntas escuetas”, comenta la restauradora y exvicepresidenta de ICOMOS, ahora jubilada.
Wifredo Lam era alto, “guapísimo” y mulato. Su estancia en Cuenca no pasó desapercibida y no siempre fue bien recibido allí donde iba. Carmen Pérez revela algunas de las conversaciones que mantuvo con Zoa Conversa, la hija de la familia que cobijó al artista cubano. “Me contó que su padre y su hermano le llevaron a los toros en Albacete y el público se quejó porque estaba en la barrera junto a la familia”, relata la restauradora.
Zoa heredó aquella casa de Villares del Saz pero “nunca se casó, no tenía hijos y se lo dejó todo a sus parientes próximos. A la mayoría les importaban un comino la casa, los cuadros o las tierras”, explica.
Me contó que, en una ocasión para una exposición, habían trasladado los cuadros en un tractor cubiertos con unas mantas. Es como si alguien me hablase de Picasso de esa forma. No podía creerlo
Fue ella la que le contó la historia de Wifredo Lam en Cuenca. “Lo hizo de forma despectiva. En la casa estaban sus obras y yo estaba alucinada. Siempre he creído que había estado enamorada de él sin ser correspondida”.
Zoa Conversa le pidió restaurar algunos de esos cuadros de la familia. “Me contó que, en una ocasión para una exposición, los habían trasladado en un tractor cubiertos con unas mantas. Y me dijo que estaban un poco deteriorados. Es como si alguien me hablase de Picasso de esa forma. No podía creerlo”.
Para esta docente vinculada durante unos años a la Universidad de Castilla-La Mancha “fue un honor” restaurar parte de la obra. “Solo había uno que estaba en buenas condiciones, el propio retrato que le hizo a Zoa, que no había salido de la casa de Cuenca. El resto se encontraban en la casa de Villar de Cañas. Allí estaba también a medio terminar una copia de un cuadro de Goya que le encargó el padre de Zoa. ¡Cómo decirle! Copiar le debía de saber fatal, aunque fuera un enamorado de Goya”.
“Subí al 'terrao' y me encontré con un autorretrato. También había otro carboncillo con uno de esos animales auto inventados que solía pintar”. Después la casa pasó a una sobrina de Zoa hasta que fue adquirida por los actuales propietarios. “Creo que debería ser un centro dedicado al artista”.
Rodrigo Carrillo cree que los fondos europeos pueden ser una oportunidad para este tipo de proyectos. “Tenemos la percepción de que hay dinero, pero no llega a este tipo de proyectos a pesar de que hay gente del MITECO, relacionada con el reto demográfico, que se ha interesado. Las trabas las estamos encontrando en la Diputación”.
El pintor cubano Wifredo Lam paso en España más de una década, entre 1923 y 1938 -varios de ellos en Cuenca- y viviendo una parte de la guerra civil española. Durante ese periodo estudió la tradición pictórica europea pero también maduró su militancia antifascista y llegó a colaborar con el bando republicano en su faceta artística, hasta que se marchó a Francia, en 1938, iniciando allí la trayectoria que le haría mundialmente famoso.
Una exposición antológica en el Museo Reina Sofía
En 2016 el Museo Reina Sofía le dedicó una exposición antológica que incluyó tres cuadros de la etapa conquense del pintor, restaurados por Carmen Pérez a petición de la familia. “Fue emocionante”.
La pinacoteca describía entonces al artista como “iniciador de una pintura mestiza que unía modernismo occidental y símbolos africanos o caribeños”. También como un defensor de las ideas republicanas que trasladó a una obra “profundamente comprometida, exploradora de diversidad de expresiones y de medios”.
El Reina Sofía ofreció un recorrido por las diversas etapas en las que Lam vivió en España, París, Marsella o Cuba. Casi 250 obras entre pinturas, dibujos, grabados o cerámicas, además de más de 300 documentos “Fue polifacético en lo artístico con un lenguaje muy personal para defender conceptos como la libertad, la dignidad y muy consciente del condicionante racial”. Así se le describía para esta exposición.
Fue capaz de sintetizar la vanguardia europea del momento – cubismo o surrealismo incluidos- con aportaciones muy personales de su origen caribeño. Y buena parte de lo que sería su obra se fraguó en Cuenca. Tenía 22 años cuando llegó.
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