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El pintor Gregorio Prieto (Valdepeñas, 1897-1992) y el también pintor, y luego asimismo gran poeta, y fundador de la vanguardia española del Postismo en 1945, Eduardo Chicharro Briones (Madrid, 1905-1964), hijo del afamado pintor modernista Eduardo Chicharro Agüera (Madrid, 1873-1949), coincidieron ambos como pensionados en la Academia de España en Roma, en pleno alto del Janículo, que, en origen, fue un convento franciscano.
La leyenda sitúa que en este promontorio se llevó a cabo el martirio del apóstol Pedro, crucificado, por decisión suya, para no morir como Cristo, en una cruz invertida. La plaza aglutina, además del edificio de la Academia, la iglesia de San Pietro in Montorio, el Templete de Bramante, el liceo español Cervantes y la residencia del embajador de España, siendo todos esos solares terreno español. Naturalmente, la plaza donde se ubican es romana, pero si hay algún problema de policía, de seguridad, hay que consultar siempre a nuestro embajador. España tiene aún muchas propiedades en Roma. Construcciones que se localizan alrededor de Piazza Navona son buen ejemplo de ello.
Desde que el Museo Gregorio Prieto se remodeló, hace ya tiempo, yo no había ido a Valdepeñas. Así que puse mi ilusión en visitarlo. Me acompañó mi querido y viejo amigo el poeta Joaquín Brotóns, un valdepeñero de pro; tanto que es Hijo Predilecto de su villa natal. En el vestíbulo nos encontramos con Raúl Luis García, director del Museo. Yo ya lo conocía; coincidí con él porque asistí, el 15 de febrero del año pasado, al acto de colocación de una placa conmemorativa en el número 13 de la avenida General Perón, en Madrid, donde Prieto había vivido hasta que, por imperativos de salud, se trasladó a una residencia de monjas en Valdepeñas, su pueblo natal.
Joaquín y yo recorrimos las, para mí, nuevas salas, mucho más diáfanas que las anteriores, degustando, una vez más, el arte de este pintor tan señero en la historia, encuadrado, y no sólo eso, en la Generación del 27 (a él también le gustaba escribir), esa llamada Edad de Plata literaria y artística española. En grandes espacios se encuentra la obra más afamada del artista. Sus series de los marineros griegos, los maniquíes, los numerosos lienzos de sus paisajes. Recorriendo el museo accedimos al digno, y ancho, pasillo que muestra, tanto las fotografías hechas en Roma, al alimón con Eduardo Chicharro, como los collages, popares, realizados posteriormente por el manchego, de vivísimos colores, algunos homenajeando al Postismo y a Eduardo Chicharro.
Porque el nombre de Postismo, movimiento vanguardista fundado programáticamente algo más de una década más tarde -por Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi- ya aparece en estas suculentas acometidas de la pareja Prieto-Chicharro. Prieto, que tenía un carácter muy “suyo”, exclamaba atrabiliariamente: ¿Qué es eso del Postismo con Ory, Con Crespo, con Carriedo, con revistas ni pamplinas? ¡El Postismo, con Eduardo y yo, nació y murió en Roma!
Estos dos personajes, Eduardo Chicharro y Gregorio Prieto, defendían que se abordase una obra artística con presupuestos muy modernos pero incorporando el provechoso sedimento del arte del pasado, fusionando así tradición y vanguardia. Como afirma José Corredor-Matheos –importante escritor afincado, desde niño, en Cataluña, especialmente Barcelona, donde reside, pero alcazareño, de Alcázar de San Juan, de nacimiento-, y lo afirma en un libro monográfico sobre Prieto editado por la Fundación Gregorio Prieto, la pretensión de ambos “no era la de una verdadera ruptura con el pasado y la tradición, sino la de alcanzar una síntesis”.
Los poemas genuinos del Postismo fueron romances, y los poetas postistas, Chicharro al frente, escribían sonetos con sobrada frecuencia. Prieto, por su parte, queda grandemente atraído, cuando llega a Italia y comienza a viajar a lo largo de ella en la época en la que residió como pensionado en la Academia de España en Roma, por los vestigios del mundo clásico, que reproduce en sus pinturas y dibujos impregnándolos de concepciones provenientes de las últimas tendencias artísticas, influyéndose por Chirico, Man Ray o Picabia. Como señala acertadamente Corredor-Matheos, en el arte de Prieto se conjugan clasicismo y modernidad.
Eduardo Chicharro pasó mucho tiempo en Roma, media vida. Su padre, Eduardo Chicharro Agüera, también fue pensionado de la Academia antes de nacer él. Pero Chicharro llega a la Ciudad Eterna a los ocho años, pues Chicharro Agüera es nombrado director de la Academia, donde va a residir trece años con su familia. Los primeros poemas de Chicharro están escritos en italiano. Desde 1926, cuando su padre deja de dirigir la Academia y regresa a Madrid, hasta 1928, al incorporarse Chicharro a ella como pensionado, hace el servicio militar en España. Luego siguió viviendo en Roma, hasta establecerse definitivamente en Madrid en 1943. Allí se casó con una italiana, la pintora Nanda Papiri, con la que hablaba siempre en italiano.
Ramón del Valle-Inclán es nombrado en 1933 director de la Academia, favorecido por Manuel Azaña, dada la difícil situación monetaria del poeta, novelista y dramaturgo. Alguien le comentó a Azaña que ese era un puesto muy cómodo, sin problemas; a lo que Azaña contestó, sardónico, que los problemas ya se los buscaría Valle-Inclán. Prieto y Chicharro, ya bajo el mandato de Valle-Inclán, intentan retrasar su salida de la institución, no entregan las obras que se les pide, y entonces el autor del esperpento les incoa expediente. Bueno, es un honor ser expedientado por el genial, y siempre quisquilloso, Don Ramón.
La mutua atracción artística y el temperamento anticonvencional de estos jóvenes anticonvencionales la encauzaron en comprar una cámara y proyectar un libro con retratos fotográficos, posando Gregorio Prieto y disparando Eduardo Chicharro, quien ilustraría estas fotografías con sus textos y otros del amigo. Se supone que ellos también revelarían los negativos. Prieto comenta que en esa convivencia “la literatura irrumpe con fuerza. Nos dedicamos, tanto Chebé [acrónimo de Chicharro formado por las iniciales de sus apellidos] como yo, a escribir textos sobre las fotografías.” No quedan los textos que escribió Chicharro a tal efecto, pues destruyó sus escritos cuando regresó a España.
Sin embargo, el corpus decisivo de las fotografías pervive en el ejemplar Museo Gregorio Prieto de Valdepeñas. Una de ellas, titulada ‘Il Penduto’, se publicó en la portada de la revista ‘Postismo’, en enero de 1945. Algunas de estas fotografías son fotomontajes y exhiben la técnica del ‘doublage’ unas y del ‘collage’ otras. El propio Prieto cuenta que Valle-Inclán, al verlos en la Academia con la cámara, exclamaba: “Ahí están esos dos locazos”.
Chicharro, en sus párrafos autobiográficos, resume esta colaboración escuetamente: “En la Academia trabé gran amistad con Gregorio Prieto, pensionado por el paisaje [Chicharro lo estaba por la figura], y, narcisista como él era —siempre lo fue y lo sigue siendo—, literatoide como yo me sentía, acometimos la obra de fotografiarle a él, de mil maneras, todas cargadas de narcisismo —no homosexualidad—, de surrealismo y de poesía, en fotografías que yo me puse a ilustrar con su correlativo texto literario —poético—. De ahí salió uno de los poemas que luego se publicaron en la revista ‘Postismo’.” Chicharro se refiere a la foto titulada ‘Muerto y resucitado’: “De menuda escritura / ved su cutis cubierto. / Son todas sus razones, / son sus más bellas frases / que en su vida más pura / jamás él pronunciara.”
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