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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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De igual a igual

Emiliano García-Page en el acto institucional del 8M en Talavera de la Reina

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En estos tiempos cada vez escucho con mayor profusión algunas preguntas que me preocupan. ¿Es necesario seguir trabajando por una igualdad que ya nos garantizan las leyes y la Constitución? ¿De verdad no supone un desperdicio de dinero público todo el presupuesto que se destina a las políticas de igualdad? ¿La violencia machista no es un invento feminista? ¿Por qué hablan de brecha salarial si las leyes impiden que se pague menos a una mujer que a un hombre por el mismo trabajo?

Preguntas como estas a veces encierran dudas sinceras y bienintencionadas, sin embargo, otras veces encierran una intencionalidad política que es reaccionaria y negacionista. Existen negacionistas de la violencia de género y de la desigualdad, del COVID o, incluso, terraplanistas. Pero por mucho que griten, amedrenten o se pongan de moda, ni unos ni otros están en posesión de la verdad. Un concepto demasiado absoluto para que la tenga toda alguna persona, pero eso da para otro artículo, o más…

Centrándome en éste, diré que sí existen otras desigualdades, otras violencias y otros planetas. Pero eso no implica que la conquista de la igualdad entre mujeres y hombres sea plena, que la violencia de género no exista o que la tierra sea plana. Igual no conocemos todos los secretos del universo, pero plana, plana, no es.

Sé que he comenzado irónicamente, pero no término de comprender cómo, para algunas personas, es tan difícil ver que el hecho de que las mujeres cobren pensiones más bajas, tengan peores condiciones laborales y salarios, ocupen menos puestos de responsabilidad o no hayamos leído nunca (o casi nunca) en un libro de texto los logros de las mujeres a lo largo de la historia, es algo aleatorio. Tiene que tener alguna explicación más allá de aquello tan manido de que ‘las mujeres son el sexo débil’ o que son menos capaces o menos trabajadoras.

Hoy no hay nadie (excepto los talibanes) que se atreva a sostener que las mujeres tienen menos inteligencia, capacidad, resistencia o tesón que los hombres. Y si eso es así, ¿por qué hay menos que destaquen en casi todos los ámbitos?

¿Por qué hay menos catedráticas, rectoras, presidentas, investigadoras, empresarias, deportistas o artistas de renombre que entre los hombres? Solo la pregunta ya da para pensar un rato.

Es posible que todo ello tenga que ver con que las estructuras de poder siguen siendo esencialmente masculinas, o con que las mujeres de manera abrumadoramente mayoritaria sean quienes se responsabilizan de cuidar en el seno de las familias, o las dos cosas a la vez. Pero lo cierto es que ellas cuidan durante la infancia y la vejez, cuidan a quienes enferman y muchas veces no cuidan sus deseos, sus aspiraciones y sus metas, porque ponen por delante de ellas mismas las necesidades de la familia.

Esas mujeres y ese esfuerzo son invisibles, se da por hecho, está establecido social y culturalmente que sea lo natural. Ya sé la frase anterior es un contrasentido en sí misma, pero simplemente es.

Así es que sí, es necesario, a mi modo de ver, seguir trabajando para que no se desperdicie ni un gramo, ni una sola brizna del talento femenino. Es necesario seguir impulsando con políticas públicas que el empleo femenino se equipare al masculino en cantidad y en calidad, para que ellas asuman puestos de liderazgo en todos los ámbitos.

Y es imprescindible que en esta sociedad ultra moderna del siglo XXI asumamos cada cual nuestra cuota de responsabilidad. En el ámbito público, sin duda, pero en el ámbito privado también. Porque las mujeres son mucho más que madres, cuidadoras, amigas, compañeras o esposas. No son un apéndice, simplemente son, como nosotros, de igual a igual.

Queda muy atrás el incendio en aquella fábrica textil que en el siglo XIX acabó con la vida de más de 100 mujeres que protestaban por mejorar unas condiciones laborales deplorables. Solo querían cobrar lo mismo que sus compañeros y acabaron muertas por ello. En su memoria celebramos el Día Internacional de las Mujeres el 8 de marzo.

Pero nuestra obligación es seguir trabajando para consolidar lo conquistado e impulsar el futuro que está por venir. Yo ofrezco mi mano para que ese futuro sea compartido de igual a igual. Ese es mi compromiso.

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