Hallado el primer monumento funerario de la Edad del Bronce en Albacete

Un buen símil para entender una realidad compleja. Dice Gabriel García Atiénzar que “un yacimiento arqueológico es como un libro”. Si al libro le faltan páginas es difícil comprenderlo en su integridad. Por eso, el profesor de la Universidad de Alicante comenta que “lo verdaderamente importante en la arqueología no son tanto los objetos, sino el contexto del que proceden estos objetos”. Cuando le avisaron desde el municipio albaceteño de Bonete de la existencia de un lugar con muchas posibilidades “de lectura”, se desplazó hasta allí y enseguida lo supo: “Me habían soltado El Quijote”, bromea ante un auditorio lleno en el Museo de Albacete.
La sala está completa para la segunda conferencia del ciclo que ha organizado la institución y la Asociación de Amigos del Museo de Albacete para el primer trimestre. En este escenario, ante un público curioso, el arqueólogo avanza que esa misma mañana la prestigiosa revista 'Radiocarbon', editada por la Cambridge University Press, ha publicado un artículo fruto de la labor de los últimos tres años. Casualidades de la vida. El trabajo, escrito en inglés, se titula “Sin tiempo para morir: cronología por radiocarbono del monumento funerario de El Amarejo 1 y prácticas funerarias durante la Edad del Bronce en la Meseta Sur, España”. Un texto en el que también participan Domingo C. Salazar-García, Laura Castillo Vizcaíno y José Vicente Rodríguez Cano.
Regresamos a la didáctica metáfora librera. Cuenta a nuestros lectores Gabriel García Atiénzar: “Tuvimos la posibilidad de ver un libro completo; para Albacete, un yacimiento de esta cronología es el primero que se toca, el primero que se excava y se estudia de forma íntegra, es un avance importante en el conocimiento de la prehistoria en la provincia”. Aunque el yacimiento ya estaba catalogado, se desconocía lo que realmente era. La primera frase de este volumen comenzó cuando, durante unas obras para una instalación eléctrica, se identificó la necesidad de realizar una excavación arqueológica de urgencia. Los trabajos se desarrollaron entre septiembre y octubre de 2021. Después llegó una faena intensa de análisis y laboratorio. “Ha costado mucho, dos años buscando colaboraciones y cooperaciones con profesionales”, reconoce el catedrático de Prehistoria y agradece el apoyo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento de Bonete, la Fundación Palarq y la Universidad de Alicante, a través del Instituto Universitario de Investigaciones en Arqueología y Patrimonio Histórico.
“Donde se presumió que solo había una cabaña de la Edad del Bronce, comenzaron a salir muertos, muchos muertos”, ironiza García Atiénzar y explica de qué estamos hablando: “Es un monumento funerario que está delimitado por un anillo de piedras clavadas en vertical, que delimitan un espacio oval, seccionado en distintas cámaras por lajas y dentro de estos tres espacios, gran cantidad de restos humanos”. Nada más y nada menos que un monumento funerario megalítico, el primero de la Edad de Bronce excavado en la provincia de Albacete.
La lectura lenta y pausada del yacimiento ha permitido al equipo localizar y estudiar hasta 3.020 restos humanos; de ellos, 1.186 pudieron ser identificados anatómicamente por la antropóloga Sheyla Sancho. Restos de once personas que fueron enterradas aquí hace 3500 años. Acá, muy cerca de Bonete, un municipio de la provincia de Albacete conocido desde hace décadas por el poblado íbero de El Amarejo que ahora suma a su legado histórico otro hito.
En este pequeño cerro que aún guarda en su lecho de roca caliza los fósiles de aquellos tiempos sin memoria en que todo fue mar. Un espacio de tránsito, próximo al Cerro de los Santos de Montealegre del Castillo y al Cerro del Cuchillo de Almansa. Un lugar que, al atardecer, todavía guarda en sus contornos la esencia de las primeras huellas de los humanos.
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“Son sociedades con capacidad de gestión del territorio y para movilizar recursos, muy importante”, contextualiza Gabriel y añade que “interconecta Bonete con los circuitos comerciales que se están moviendo por el Mediterráneo y Europa en ese momento”. El ajuar extraído del monumento funerario del Amarejo 1 ha deparado dos piezas “exóticas”. De una parte, una cuenta de oro, emparentada con alguno de los conjuntos áureos de Villena, especialmente su Tesoro. Y, por otro lado, una cuenta de vidrio del tipo fayenza azul, procedente del norte de Italia. Dos objetos curiosos dentro de un ajuar “pequeño, escueto, modesto, pero muy interesante”, puntualiza el arqueólogo.
Así, fragmento a fragmento, análisis tras análisis y esfuerzo tras esfuerzo, se consigue leer las páginas de este libro y dar una cronología concreta de cuándo se escribió. El yacimiento estuvo activo durante seiscientos años, desde aproximadamente el 1800 al 1200 antes de nuestra era. Afirma Gabriel García Atiénzar: “Sabemos con total certeza que las dos cámaras funerarias fueron utilizadas por última vez de forma sincrónica, gracias a tener un alto volumen de dataciones radiocarbónicas”. Así es la arqueología del siglo XXI. La que se hacía a finales del siglo XIX dista mucho en sus métodos. Hace más de 125 años, en Bonete, existió una persona que se interesó con pasión por el pasado del pueblo.
Leemos ahora a un autor que dejó un buen puñado de libros, escribió Sinesio Delgado: “Llámase D. Pascual Serrano el profesor de primera enseñanza de Bonete. Tiene ocho hijos, ochocientas cincuenta pesetas de sueldo y un curiosísimo museo arqueológico formado a pulso y a fuerza de sacrificios”. En su viaje por tierras albaceteñas en 1896, el escritor daba constancia del empeño de Pascual Serrano, “escudriñando pacientemente los vestigios de poblaciones borradas para siempre, examinando las peñas, ahondando los agujeros, rectificando sin cesar cálculos y medidas”. Al poco tiempo, de esta visita, otro ilustre, Pierre París, consultó con el maestro y durante dos años excavó en el poblado íbero de El Amarejo. Unos trabajos arqueológicos que volverían a realizarse a finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX. Sin embargo, en esta parte de la sierra del Amarejo, nunca antes se había excavado.
Nunca antes se habían aplicado en este lugar técnicas tales como el uso de microscopios, análisis de composición de los objetos metálicos o composiciones geoquímicas de los materiales. Gracias a la ciencia moderna, sabemos que, entre los once individuos enterrados en el monumento funerario de Bonete, descansaba un niño que todavía no había sido destetado. Misterios de la técnica que permiten reconstruir el ritual de la muerte. “Hemos podido entender cómo funcionó el yacimiento; lo hemos convertido en representación tridimensional y sabemos que fue un túmulo”, aclara el experto en prehistoria. Aquellas personas enterraron a sus antepasados, quizá, para delimitar el control de este territorio.
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En cualquier caso, este nuevo descubrimiento arqueológico es una prueba más de la “heterogeneidad de las tradiciones funerarias de la Edad del Bronce en la Mancha”, concluyen los autores del artículo en la publicación internacional. Y una penúltima certeza, hace quince años, en su libro sobre el Neolítico en Albacete, Gabriel García Atiénzar manifestaba que “durante muchos años, la visión que se tenía de la ocupación prehistórica de las tierras albacetenses quedaba ligada, de una manera más o menos estrecha, al conocimiento de las regiones vecinas, principalmente la valenciana y murciana. Así, el proceso de implantación y desarrollo de las primeras sociedades agropecuarias en la provincia de Albacete era un elemento que había quedado estancado en la bibliografía arqueológica durante décadas, conociéndose tan solo escasas referencias procedentes de intervenciones antiguas o rebuscas incontroladas”.
El cambio ya está en marcha. Este hallazgo es más que contundente. Un libro con grandes palabras que “pudimos leerlo desde el principio y pudimos hacerle todas las preguntas que quisimos, y se las seguimos haciendo”, concluye Gabriel García Atiénzar. Estaremos atentos a las nuevas páginas de este volumen profundo y enigmático que es la prehistoria de Albacete.
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