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Collboni silencia la voz de las vecinas en La Rambla

Rambla de Barcelona

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El gobierno del PSC ha enterrado la Comunidad Rambles. Sin hacer ruido, ha sustituido un espacio abierto y participativo por un consejo asesor formado por personas elegidas según su prestigio profesional. El Ayuntamiento dice que quiere recuperar la Rambla para la ciudadanía, ¿pero qué ciudadanía? ¿La que vive, disfruta y sufre la Rambla cada día, o la que la observa desde el despacho?

Hace pocos meses, se anunció la creación del Consell Assessor de la Rambla. Se trata de un órgano consultivo pensado para colaborar en la “recuperación del paseo para la ciudadanía”. Lo forman 19 personas de reconocido prestigio, con vinculación directa o indirecta con la Rambla, o con conocimientos profesionales considerados útiles para la reflexión, según la nota de prensa emitida por el Ayuntamiento.

Son 8 mujeres y 11 hombres elegidos por el gobierno por su trayectoria en ámbitos como la arquitectura, el diseño, los negocios o el arte. No cuestionaré ni los nombres ni las opiniones de quienes lo integran, que son totalmente válidos. Lo que quiero impugnar es la naturaleza del Consejo y el modelo de participación que representa.

Su creación ha implicado la disolución de la Comunitat Rambles, el órgano que nació del proceso participativo en el que se codiseñaron las políticas para la Rambla. Era un espacio abierto y plural en el que el Ayuntamiento y las vecinas, organizadas o no, colaboraban para definir acciones y propuestas.

Cualquiera podía participar, sin que fuera necesario ningún mérito profesional. Entidades sociales, asociaciones económicas, grupos artísticos o vecinas a título individual. Todos tenían voz directa. A las sesiones asistían concejales y equipos técnicos. Se podían hacer preguntas directas y plantear críticas. Funcionaba casi como una audiencia pública: levantar la mano, pedir la palabra e interpelar al concejal sin filtros ni intermediarios.

Era un espacio de debate entre iguales, sin jerarquías basadas en el prestigio ni en ningún mérito. Más democrático, más honesto y más fiel a la realidad social, económica, simbólica y cultural de Las Ramblas. Un ejercicio de democracia participativa.

Y también era mucho más que eso, era un espacio generador de comunidad en sí mismo, un lugar donde se tejieron complicidades y donde las personas participantes se reconocían y se conocían para articular vida social y comunitaria más allá de la Rambla con incidencia activa en los barrios de Ciutat Vella.

Incorporar la meritocracia en los procesos participativos es limitarlos. ¿Cuáles son los méritos que te hacen digno de opinar sobre la Rambla? Vivir allí, ser vecina o vecino, no te valida. Pero tener un negocio, sí. En el Consejo no hay ninguna vecina, pero sí empresarios con intereses en el paseo.

Esto establece una jerarquía política: el vecindario solo recibe. No decide. El PSC trata a las vecinas de Ciutat Vella como receptoras pasivas de las políticas que diseña el gobierno, asesorado por unos pocos elegidos legitimados por su currículum.

Pero el problema no es solo la ausencia de vecinas. El Consejo es homogéneo. Todos son profesionales liberales, nacidos como muy lejos en Italia. Mientras tanto, cerca del 50% de las personas que viven en la Rambla han nacido fuera del Estado español. Y de estas, la mayoría fuera de la Unión Europea. La diversidad de la Rambla, por tanto, no está representada, ni el origen de las personas que viven allí ni su estructura social: en la Rambla, el Raval y el Gótico, el perfil que representan las miembros del Consejo Asesor es minoritario.

Hacer que la participación dependa de los méritos profesionales es elitizarla y, de facto, excluir al vecindario. Se menosprecian sus saberes, su experiencia y su vivencia diaria. Y se aleja la Rambla, una vez más, de las personas que realmente la habitan.

Porque cuando la participación depende del prestigio, lo que se excluye son los saberes populares y la vida cotidiana, cuando quién verdaderamente posee la experiencia de vivir la Rambla son las vecinas que la pisan y la viven cada día.

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