Hace poco más de un mes, Salvador Illa celebró como un triunfo la vuelta a Catalunya del Banc Sabadell, una de las entidades que en 2017 había trasladado su sede social fuera de la comunidad por la zozobra que el procés generó al gran capital. “Es una buena noticia, que confirma que vamos por el buen camino, que es el del buen gobierno, la estabilidad institucional, la seguridad jurídica, la confianza, el mirar hacia delante y las buenas noticias”, destacó el presidente de la Generalitat.
Con el regreso del Sabadell, en plena opa del BBVA, la pregunta resonó aún con más fuerza en los despachos y reservados de Barcelona: ¿Y La Caixa cuándo? Como siempre en estas decisiones, tanto al irse como al regresar, el sigilo es absoluto aunque nunca se toman de un día para otro.
El colega Manel Pérez explicaba este miércoles en La Vanguardia que la convocatoria del patronato y del consejo de Criteria se realizó por la mañana, solo unas horas antes, para evitar cualquier indiscreción y que el orden del día era de lo más breve: “Modificación del artículo 1.4 de los estatutos de la Fundació La Caixa y modificación del primer párrafo del artículo 4 de los estatutos de CriteriaCaixa”.
Hacía mucho tiempo que un punto del orden del día de una reunión de este gigante financiero tenía tanta trascendencia política. Solo es comparable a la que la ha motivado, la que tomaron el 7 de octubre del 2017 cuando se anunció que la Fundació y Criteria trasladaban la sede social a Palma. En ese momento se argumentó que se quedarían ahí mientras se mantuviese “la actual situación en Catalunya” y “para mantener los intereses y la operativa normal de la entidad”. La sede social de Caixabank continuará, de momento, en València.
Han tenido que pasar más de siete años para que se revirtiera una decisión que fue de las que dolió aunque los sectores independentistas intentasen quitarle trascendencia. Utilizando los mismos mesurados términos del comunicado de entonces, se deduce que interpretan que la situación ha cambiado, que se ha superado la incertidumbre y que dan por cierta esa “normalidad” a la que apela Illa siempre que puede.
“La estabilidad institucional, el rigor y la seguridad jurídica son positivos y ayudan a tomar decisiones de este tipo”, ha subrayado el presidente de la Generalitat este miércoles tras conocerse la decisión de La Caixa. “Se trata de trabajar, y no hacer ruido, y si se hace así las cosas acaben encauzándose” ha añadido Illa. A muchos tal vez les pudo coger por sorpresa, pero a él no, puesto que hacía semanas que se preparaba el regreso a Barcelona.
Desde 2017 han cambiado también cosas dentro de La Caixa. La elección de Ángel Simón como consejero delegado de CriteriaCaixa es probablemente una de las más destacadas y que ayuda a entender también este último movimiento. Sus relaciones con el Govern son buenas y, como Illa, al que conoce desde hace mucho tiempo, es de los que prefiere trabajar y negociar sin ruido.
Si en el Palau de la Generalitat pueden estar más que contentos, no lo estarán menos en La Moncloa. Pedro Sánchez puede apuntarse un tanto frente al PP y también los sectores del independentismo que le afean que en Catalunya las cosas no han cambiado.
La decisión se ha anunciado dos días después de que Alberto Núñez Feijóo cenase en Barcelona con el llamado G-8, el grupo de las principales patronales catalanas. Y la misma semana en que ha tildado a Sánchez, de “florero del independentismo”. No parece que el primer grupo empresarial y financiero de España opine lo mismo.