Junts emula a Feijóo y se enreda en su relación con la extrema derecha independentista

Junts ha comprobado esta semana que el problema que tiene con la formación que le ha surgido a la derecha, la xenófoba Aliança Catalana, ni es anecdótico ni tiene fácil solución. Con la cuestión de confianza planteada en Ripoll por la alcadesa, Sílvia Orriols, los de Carles Puigdemont se vieron ante la obligación de mojarse y decidir entre mantener o sacar de la alcaldía a la líder de la formación ultra. En Junts prendió el mismo debate que ha atravesado a formaciones de la derecha tradicional en todo el continente europeo, casi todas ellas perdidas ante la inexistencia de un manual de consenso sobre cómo evitar que la extrema derecha fagocite su electorado.
Del inacabable catálogo de respuestas que han ensayado las derechas europeas al reto planteado por sus extremos, la vía elegida por Junts se parece a la que adoptó Alberto Núñez Feijóo en el PP, cuando optó por no confrontar con Vox e incluso dar carta blanca a sus barones regionales para pactar, tras las elecciones autonómicas y municipales de 2023. Oficialmente, la dirección de Junts no ha dado el paso del pacto, que rechaza, pero surgen voces cada vez más partidarias de desprecintar la relación con Aliança habida cuenta de que comparten cada vez más electorado.
Por el momento, la formación independentista ha acabado rompiendo el pacto que había fraguado con ERC, PSC y la CUP; es decir, ha optado por mantener a Orriols en la alcaldía. Los argumentos que ha dado son diversos, pero el principal sería la falta de apoyo popular a la nueva fórmula de Gobierno. Junts ha reconocido que hizo una encuesta, aunque no la ha hecho pública, por lo cual cabe preguntarse si quien se decantaba contra la moción de censura era el conjunto del electorado de Ripoll o era más bien el electorado de Junts el que no acababa de ver la moción de censura.
La decisión de Junts ha sido evitar la confrontación con una alcaldesa que el propio grupo municipal postconvergente critica con dureza, no solo por su ideología ultra, sino por su falta de efectividad en el cargo. Pero, aunque en el partido de Puigdemont continúan sosteniendo que no habrá pactos de ningún tipo con Aliança, la decisión tomada en Ripoll va mucho más allá del municipio en la medida que la mayoría de los líderes ha hablado en contra del llamado “cordón sanitario”, es decir, de no hacer pactos por acción u omisión con la extrema derecha.
“Se está demostrando en Europa que los cordones sanitarios, tal y como están concebidos ahora, son un error”, aseguró este miércoles el diputado de Junts Salvador Vergés. El propio secretario general, Jordi Turull, ha defendido una postura similar, convirtiéndola en la nueva pauta general del partido.
Se trata de una novedad, si se tiene en cuenta que hasta el momento Junts había participado en el cordón sanitario que se impuso en el Parlament, desde 2023 a Vox y en la última legislatura también a Aliança. Estos dos partidos, que son irrelevantes para la gobernabilidad de la Generalitat, no consiguen sacar adelante ninguna de sus propuestas ni tampoco han podido presidir comisiones por el boicot de PSC, Junts, ERC, Comuns y CUP.
Pero el llamado “pacto antifascista” ya había sufrido grietas en el Parlament, por ejemplo cuando Junts se abstuvo en una declaración institucional promovida por Aliança para denunciar el ataque contra una de sus carpas, o cuando el PSC unió sus votos a los de Vox, junto al PP, para tumbar una resolución que reclamaba un pacto fiscal. De hecho, tanto Junts como ERC en Ripoll ya se sentaron a negociar los presupuestos que, finalmente, acabaron sin acuerdo y desembocaron en la cuestión de confianza.
Giro a la derecha, con la mirada puesta en Orriols
Esta legislatura Junts ha adoptado el discurso más a la derecha de la última década, después de que en la etapa del procés primero Convergència y después las siglas fundadas por Puigdemont apostasen por un ideario supuestamente transversal. Tiene propuestas de corte liberal-conservador en asuntos como los impuestos, la política empresarial, la vivienda o la llegada de grandes proyectos como el Hard Rock. También han estrechado su colaboración con el mundo de la gran empresa, con encuentros destacados con organizaciones como la patronal Foment.
Pero si en alguna cosa se nota el giro hacia la derecha de Junts no es tanto en sus propuestas como en los temas que colocan en la agenda. En los últimos meses, la formación de Puigdemont ha sido muy insistente en hablar de la inmigración, con el trasfondo del traspaso de las competencias en materia de extranjería prometido por el Gobierno. Otro de los temas que ocupa el discurso público de la formación es la seguridad, sobre todo centrada en los hurtos y delitos menos graves, un tema que algunas de sus alcaldías en la comarca del Maresme (Barcelona) han convertido en bandera.
En la misma línea, Junts ha puesto el ojo en la cuestión de las ocupaciones de viviendas. Esta misma semana, el partido comenzó una campaña específica sobre esta cuestión con iniciativas tanto en el Parlament de Catalunya como en el Congreso, destinadas a promover cambios legales para agilizar el desalojo en menos de 48 horas de familias que no pagan, sean o no vulnerables.
Un discurso de mano dura y muy marcado por temas como la inmigración o la seguridad con el que los de Puigdemont creen que podrán frenar el posible avance de la extrema derecha de una Orriols que ya celebra haber podido marcar la agenda de las formaciones grandes.
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