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Sandra Miret, divulgadora: “El cine nos ha enseñado a odiar a las mujeres que no son bonitas, buenas y sumisas”

Sandra Miret, autora del libro 'Damas, villanas y lolitas', sobre la representación femenina en el cine y las series

Sandra Vicente

5 de marzo de 2025 22:03 h

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Sandra Miret (Barcelona, 1996) es de esas personas que ha hecho de su pasión su trabajo. Desde pequeña, ha pasado largas horas ante pantallas de televisión y de cine, gozando y aprendiendo del séptimo arte. Pero también, como dice ella, absorbiendo las doctrinas que lanza a la sociedad. Fruto de esas series y películas, se han asumido prejuicios y arquetipos que marcan, sobre todo, a las mujeres.

Después de cursar el máster en Comunicación y Género vio esos sesgos y ya no pudo dejar de apreciarlos en cualquier muestra cultural. Y ahora se dedica a sacarlos a la luz a través de su perfil de Instagram y con el libro Damas, villanas y lolitas (Penguin, 2025). Se encuentra en plena promoción del libro, que ha coincidido de lleno con la gala de los Oscars. Al preguntarle por ella, Miret pone los ojos en blanco.

¿Y esa cara?

Es una sensación agridulce. Por una parte está muy bien que haya habido mucha diversidad en los premios y que el cine independiente vaya avanzando. Pero por otra, hemos escuchado una oda al cine independiente, pero… Dirigido por ellos.

Está genial que Sean Baker sea el primero en llevarse cuatro Oscars, pero ¿qué tal si empezamos a nominarlas y premiarlas a ellas? Es que siempre que se avanza en algo, parece que al pie del cañón estén ellos. Estoy contenta como cinéfila, pero triste como feminista.

Y sobre el resto de premios, ¿qué piensa?

Estoy feliz por Zoe Saldaña, porque representa más diversidad; pero triste por Emilia Pérez. Contenta porque Anora ha ganado un Oscar para el cine independiente, pero no por el relato que cuenta, porque por muy buena historia del trabajo sexual que sea, es una vez más un hombre queriendo hablar sobre una prostituta.

En su libro critica Pretty Woman por la visión que da de la prostitución y por el mito de que el amor romántico es lo que nos salvará de la pobreza y la precariedad. ¿Es Anora la revisión del mito de la Cenicienta que necesitábamos?

Todavía no la he visto, pero la pregunta es ¿por qué no dejamos de contar estas historias? ¿Por qué, si lo que realmente queremos es hablar del trabajo sexual, no lo hacemos centrándonos únicamente en ellas, sin el lío amoroso? Es que es otra vez la misma historia. Dejémonos de centrar en los hombres.

Cuéntame la historia de ella, no la de los hombres que orbitan a su alrededor. Y si tiene que haberlos, que me los pinten como son: chulos o puteros, no héroes románticos. Y, sobre todo, no protagonistas.

¿Qué le parece el premio a mejor actriz? Teníamos nominada a una Demi Moore que llevaba años pasando muy desapercibida y no puedo evitar pensar en los paralelismos con Brendan Fraser, quien sí se llevó el Oscar…

No voy a entrar en si Mikey Madison se lo merecía más, pero ¿de verdad?. Para este premio sí vamos a pedir ser justos con el arte cuando con otros no lo hemos sido. Nadie se quejó cuando DiCaprio ganó por El Renacido, que es su peor papel. Al contrario, todo el mundo aplaudió y dijo “¡Por fin!”.

En este caso, se podría haber pensado que Madison tiene toda la vida para ganar el Oscar, pero quizás Demi Moore no tenga otra oportunidad, porque no tiene la misma carrera ni es tan demandada como Viola Davis o Meryl Streep. Y además borda su papel en una película que ha generado mucho debate.

Su premio hubiera sido político, como lo fue el de Brendan Fraser. Fue un Oscar para pedir perdón, para reconocer a un buen actor al que se había tratado fatal.

Usted se dedica a la crítica de cine, pero antes fue actriz. ¿Por qué dejó ese camino?

Uff. Me vi envuelta de papeles… Desagradables. Empezando por los directores de casting. Yo era más normativa que mis compañeras y pasaba por cosas distintas que ellas. Tú tenías que aceptar que te querían por tu cuerpo, debías potenciarlo y pedir incluso que te valoraran por ello porque te iban a dar más papeles.

Y luego están los personajes en sí. Solo interpretaba a Julietas (que me encanta), pero ¿por qué yo tenía que ser todo el rato la novia, la mujer desesperada, la violada o la loca? Me interesaban más los personajes de mis compañeros, que tenían tramas mucho más interesantes, mientras que las mías daban para muy poco.

Asegura que el audiovisual es una herramienta de control social y que los papeles de las mujeres lanzan un mensaje de cómo debemos ser y, sobre todo, cómo no debemos ser. Póngame un ejemplo.

Lo vemos en la figura que huye del amor romántico o no quiere tener hijos: acaba siendo una solterona amargada. Todo esto viene de las fábulas y los cuentos. Somos quienes somos por la ficción que nos narramos constantemente. Y en este saco meto el cine, pero también los mitos, leyendas, religiones y la misma historia, que no deja de tener algo ficción si cambia dependiendo de quién te la cuente.

Y en la ficción se usan arquetipos que sirven para controlar qué debemos querer o cómo deberíamos ser. Uno de ellos es el de la femme fatale, que fue creado después de la Segunda Guerra Mundial. Las mujeres habían empezado a trabajar y no querían volver a sus casas, así que Hollywood se encargó de presentar a las mujeres independientes y poderosas como manipuladoras, excesivamente sexuales y malas. Pero salió muy mal porque muchas vieron esas figuras y quisieron convertirse en ellas.

Pero en otros casos, ha salido bien. ¿El auge de las trad wifes podría ser culpa, en parte, de estos arquetipos?

El mito del amor romántico ha hecho mucho daño y nos ha enseñado que debemos ser las novias y las madres perfectas. Así que, con la llegada de las trad wifes, al principio pensé que todo lo que habíamos hecho se iba a la mierda.

Pero luego me acordé de La sonrisa de Mona Lisa o Mujercitas, que hablan sobre que se puede luchar por el feminismo desde muchos lugares. Para ser feminista no tienes que ser necesariamente mujer trabajadora, porque el mantra de que “trabajar te hace poderosa” es un engaño del capitalismo. Ahora bien, ser ama de casa y trad wife son dos cosas distintas; lo primero es muy digno y lo segundo implica misoginia y sumisión al marido y los hijos.

Uno de los arquetipos femeninos al que le dedica páginas es al de la madre. Ya sea una mujer cuya personalidad se basa en cuidar de los suyos o bien la madre loca y desquiciada. ¿Qué poder tiene esta figura en el cine?

Muchísimo. Piensa en quién nos cuenta las madres. El imaginario nos lo crean los hombres blancos y heterosexuales que todo lo que saben sobre las madres es porque son hijos de alguien. Y por eso los relatos son de súper madres o de madres horribles. Pero es cierto que estamos avanzando, tal como se ve en la nueva peli de Bridget Jones, que habla mucho más de la maternidad que del amor romántico.

Lo que me parece más interesante es que empezamos a ver historias de no madres. Mujeres que no quieren o no pueden criar, ya sea porque no encuentran piso, trabajo o pareja. Y eso interpela mucho a mi generación. Las madres van evolucionando y me gusta que el cine no se quede atrás, como podemos ver en Mamífera o Salve María. Y eso es porque las mujeres empezamos a contar nuestras propias historias, porque si dependiera de ellos, Salve María no existiría.

Otro arquetipo es el de la mujer mala. Pero denuncia que, mientras en el caso de los hombres se explican los motivos de su maldad, las mujeres son “malas y punto”. Pero pensaba en el caso de Skyler, de Breaking Bad, que, aunque tiene motivos para comportarse como se comporta, es uno de los personajes más odiados de la historia de la televisión. ¿Por qué?

Porque el cine nos ha enseñado a odiar a las mujeres malas, y esas son las que se atreven a salir del canon de buenas, bonitas y sumisas. A mí misma me pasó al principio, pero al revisionarla, aluciné. El audiovisual está lleno de mujeres que son malas por serlo, sin que nadie se moleste en explicar su motivación. Pero en el caso de Skyler, sí se explica. Y se explica muy bien. Aun así, nadie quiere entenderla.

Pero luego, a Walter White todo el mundo le entiende. Es un villano, pero a muerte con él. Es una persona bastante peor. Mata a peña. Pero como es un hombre… En cambio, si las mujeres nos escapamos un poco de lo que se espera de nosotras la gente se vuelve suspicaz. Dejadnos ser lo que queramos ser.

Decía antes que cada vez hay más mujeres directoras. ¿Cuál es el gran tema que se ha dejado de contar porque no había mujeres para hacerlo?

La sexualidad femenina. Ahora se está empezando, pero ha costado muchísimo que llegara a la pantalla. Al menos bien hecho, sin male gaze [descripción de realidades femeninas desde la perspectiva masculina], como hizo en Helena Martín en Creatura o Molly Manning en How to have sex.

Ellas se han sacudido la male gaze. Pero ¿hay también directoras impregnadas de esa mirada masculina?

Directoras y mujeres en general. Hasta en la vida real tenemos una performance pornográfica brutal. Júlia Salander dijo que es capaz de saber si una mujer con la que ha estado nunca se ha acostado con un hombre o si es bisexual porque la actitud en lo íntimo es totalmente distinta. Y quién no se ha preguntado durante el sexo ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué me estoy arqueando así?

Fingir es divertido, pero empieza a ser peligroso cuando lo empiezas a hacer para ser deseada por la mirada externa. Porque tanto el porno como el cine erótico, pasando por cualquier escena de besos o caricias, están pensados desde esa mirada masculina, con esas poses, esos gemidos y ese pelazo que ninguna hemos tenido en la vida real.

Y defiende que esto se nos inocula desde el principio de la vida. ¿Cómo se nota la male gaze en las películas infantiles?

Obviamente, La Sirenita no tiene escenas eróticas, pero sí está diseñada bajo la idea del deseo externo. Ese momento mítico cuando sale del agua, con esa espalda arqueada, el agua y el pelo al viento… Es que aunque no sea una escena sexual, su personaje está hipersexualizado. Y yo quiero que sea al revés: sexo sin hipersexualización.

La línea es muy fina, porque todas queremos ser deseadas, pero es que ya está bien de sexualizarlo todo, incluso a los personajes de niñas y adolescentes, a las que convertimos en lolitas. Ese es un tema que llevo fatal, porque, inspirada por esos personajes, yo misma fui una lolita. Marca mucho dedicar la adolescencia a ser deseada por hombres mayores y acabar creyendo que tu validez pasa por eso. Es algo muy traumático que se arrastra mucho tiempo.

Un detalle no menor cuando vemos a una adolescente sexualizada es que la actriz que la interpreta suele ser mayor de edad. Sostiene que eso le quita la culpa al espectador si se excita viendo a una supuesta niña.

Exacto. En estas escenas no debería haber ninguna menor, pero nos hemos cansado de ver a mujeres vestidas de colegialas y eso perpetúa la fantasía de acostarte con una menor. Igual pasa con las escenas de violación: como es una ficción, no pasa nada porque es una peli. Pero luego, lo que pasa es que el vídeo de la violación de la manada fue lo más buscado en páginas pornográficas durante una temporada.

Esto lleva, irremediablemente, a que haya mujeres a las que les atraiga la sumisión. ¿Qué hacemos con ese deseo?

Un buen ejemplo de eso es Babygirl. Tiene muchas cosas que no me gustan, pero es un buen comienzo para habar de una mujer a la que le gusta que la sometan. Tiene escenas de violencia que incomodan y que te hacen preguntarte si su deseo viene de un trauma, del patriarcado… Pero al final, si a ella le gusta ¿por qué tenemos que tratarla como a una enferma?

Casi nadie sabe lo que le gusta ni cuando un deseo es genuino o es construido. Y siempre acabamos nosotras sintiéndonos mal. Y la verdad es que mientras sea consensuado, no hagas daño a nadie y haya límites, pues mira. Ya hemos cargado con la culpa demasiado.

Otro tema al que dedica buena parte del libro es al Principio de la Pitufina, que describe aquellas películas en las que sólo hay una mujer. Eso se traslada en que no tengamos amigas, ni confidentes en la ficción. ¿Por qué?

Porque si hablamos entre nosotras, dominamos el mundo. Eso lo hemos visto con el MeToo. Lo veo en mi trabajo: nos decimos qué paga cada marca, por qué a ti te llaman y a mí no. Y nos avisamos de las conductas de los hombres, a pesar de que ellos piensen que no hablamos de ciertas cosas.

Recuerdo una conversación entre Ross y Rachel de Friends en la que, después de una discusión, ella se sorprende de que no se lo haya contado a los chicos. Y él le pregunta si lo ha hablado con sus amigas. Rachel le responde que, obviamente, ellas lo saben todo. Compartir es algo muy poderoso, para no sentirse sola y por los cambios que se puedan generar.

Menciona Friends, de la que dice que es una de sus series preferidas, pero que cada vez que la vuelve a ver es peor. ¿Qué tenemos que hacer con estas series que son referentes para nosotras pero que están llenas de cosas que chirrían?

Estas pelis y series que son zona de confort siguen siendo fantásticas de volver a ver. Aunque te preguntes por qué hicieron ciertas cosas. Y aunque no dejes de ver transfobia, machismo o racismo. Pero es que nos marcaron. Y por eso hay que volver a verlas e identificar ciertas cosas para cambiar el cine que vendrá, porque con el que ya está hecho, no podemos hacer nada.

Lo único que podemos conseguir es que, si los guionistas de Friends siguen escribiendo series, pues hacer que no reescriban ciertos gags. Si Polanski está vivo y haciendo pelis, pues hagamos que no lleguen a los Oscar. Pero, sobre todo, tú mira la serie que te dé la gana porque está bien disfrutarlo y que nos guste. Basta ya de culpas, de verdad.

Hablando de la culpa: el prólogo del libro, Sara Ruiz asegura que su película favorita es Princesa por Sorpresa y es cierto que durante muchos años se nos ha hecho sentir mal porque nos gusten estas películas tan femeninas. ¿Lo estamos superando?

No voy a negar que es una película estereotípica, pero es fantástica. Y es fantástico reconciliarse con lo estereotípico. Yo ahora tengo mil camisetas de Crepúsculo, de Por siempre jamás y de Princesa por sorpresa. Y reivindico que, aunque tenían cosas muy malas, soy quien soy por esas películas.

En esta línea, ¿cuál es su película favorita?

Titanic.

¿Hay alguna que le encantara, pero con el paso de los años y esa mirada crítica, ya no le guste?

Me duele mucho, pero Big Fish. Y El Gran Gastby. No sé cuántas veces las he visto, más de cincuenta, seguro. Me las sé de memoria… Pero es que revisar los personajes femeninos es muy jodido. Son horribles, pobrecitas mías. Les han metido una misoginia que no está justificada. En el caso de El Gran Gatsby sobre todo: ella es odiosa sin motivo ni explicación. No las han construido como personajes porque no hacía falta, porque son mujeres y, como tal, complementos de la historia principal.

En cambio, Titanic, cada vez que la veo me gusta más. Porque yo de pequeña no veía que Rose sufría violencia, pero ahora, sabiéndolo, me gusta más que se enamore de Jack.

¿Y alguna película que le gustaría que no le gustara?

No. Como he dicho antes: fuera la culpa. 

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