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ANÁLISIS

Autogol de Mazón en su referéndum escolar: el valenciano gana y le deja sin bandera ni capital político

Carlos Mazón, en la presentación de la votación de la lengua base, el pasado 11 de febrero en el Palau de la Generalitat

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Carlos Mazón ha cumplido su promesa electoral de “dar libertad a las familias” para votar el idioma en el que quieren que estudien prioritariamente sus hijos: castellano o valenciano. Las familias también han cumplido con la pregunta y le han respondido que, si se les obliga a elegir, son más las que prefieren valenciano, triturando la idea previa de la que partía Mazón y que dio lugar al referéndum. Su tesis desde que era candidato del PP a suceder a Ximo Puig era que el Botànic (el gobierno de PSPV y Compromís) había “impuesto” la lengua autóctona en las aulas, como decía en las entrevistas cuando era candidato a president: “Defiendo la libertad de elegir, e importar el sistema catalán educativo nos está perjudicando. Defiendo la promoción del valenciano, y la peor manera de hacerlo es imponerlo”. Se refería al mínimo del 25% de asignaturas en valenciano que tiene que cursar todo el alumnado de la Comunitat Valenciana desde 2018. Según Mazón, no era la administración sino las familias las que debían diseñar su propio plan lingüístico, que en miles de casos no se podrá siquiera cumplir, solo votar, porque todo depende de lo que hayan votado el resto de padres. Con esa idea redactó una ley de “libertad educativa” que cambia la convivencia de los dos idiomas por la separación en aulas, generando un caos en los colegios y protestas de familias y asociaciones por el valenciano.

Este jueves, su también cuestionado conseller de Educación –que dejó a miles de niños afectados por la DANA sin colegio durante meses– ha presentado unos resultados que confirman el autogol del president. En ese 'concurso de idiomas' planteado por el Consell como obligación (la abstención no se contemplaba como posibilidad en la votación) ha ganado el valenciano. Por muy poco, 50,53% frente a un 49,47%, pero simbólicamente es mucho porque muestra lo contrario de lo que Mazón quiso demostrar cuando planteó la consulta.

Una imposición que no existía

Además, la lengua autóctona ha arrasado en Castelló (70%). También el valenciano ha sido el preferido en València (57%). Solo en la provincia de Alicante ha ganado el castellano, como era previsible, con un amplio 65%, ya que las comarcas más al sur y el interior más pegado a Cuenca y Albacete son históricamente castellanohablantes. Los resultados muestran una realidad provincial conocida y de la que algunos dentro del partido iban avisando cuando Mazón utilizaba la lengua para hacer política educativa: “Es que los votantes del PP también hablan valenciano y también tienen a sus hijos en colegios valencianos”. En la Comunitat Valenciana hay comarcas como La Ribera, la Marina Alta o La Plana Baixa donde es el idioma prioritario. En Les Corts, la televisión autonómica, las comunicaciones de la administración o declaraciones políticas ha ganado terreno en los últimos años en el espacio público, también entre líderes del PP como el alcalde de Benidorm o el presidente de la Diputación, que lo habla en público y lo defiende, ya que es su idioma materno. El valenciano se habla y se usa todos los días, en miles de localidades, sin siglas. Y, en según qué zonas, de manera absoluta, se vote a quien se vote.

Pero Mazón tenía puesta la directa y necesitaba un trofeo político, más aún después de la DANA. La votación se aplazó por la riada, pero el Consell, que tenía la ocasión de desactivarla, quiso seguir adelante y consumar una de sus apuestas políticas más firmes para la legislatura. La implicación del president ha sido total, incluso fue personalmente a la presentación del referéndum y ha usado sus redes sociales para venderla y promocionarla. En su entorno confiaban en que esta “promesa cumplida” iba a satisfacer a su electorado y a esa enorme mayoría de valencianos que, en su cabeza, iban a valorar que les quitaran la “imposición” del valenciano bajo la blanca promesa de “libertad”. ¿Quién podría estar en contra de votar en una democracia? Ya que su imagen como gestor estaba por los suelos tras las inundaciones, podrían compensar con la imagen de un político que cumple, que da la palabra a sus gobernados y que tiene principios ideológicos firmes que representan a la población que gobierna.

Mucha abstención

El primer revés llegó el miércoles, cuando el conseller Rovira dio unos datos de participación que revelaban que no había tantas ganas de “libertad”: había elegido lengua para sus hijos el 58% del medio millón de familias convocadas. El porcentaje es sorprendentemente escaso atendiendo a que no era una votación para mostrar la opinión, sino que es decisiva para que cada alumno vayan a una clase u otra y lo votado es el idioma que les acompañará y en el que estudiarán hasta cuarto de la ESO. Sobre las familias que no han votado nada, casi la mitad, decidirá el propio colegio según los huecos que queden en cada clase o por criterios organizativos.

El jueves llegó el revés definitivo. Los resultados. El hecho de que el castellano solo haya sido elegido en su Alicante natal –el lugar donde ha vivido hasta 2021, encadenando puestos hasta que fue designado por Pablo Casado como presidente del PP valenciano– demuestra cuán lejos está Mazón de sus ciudadanos, qué poco olfato tiene para los asuntos que preocupan, qué mal diagnóstico tiene de lo que es la Comunitat Valenciana en su conjunto y qué mal ha valorado sus posibilidades de éxito.

Parte del error de cálculo puede nacer en que la brújula del Palau de la Generalitat está muy orientada a Alicante. Mazón, el conseller de Educación y el politburó del president, las personas que le asesoran, vienen de allí, y de hecho allí vuelven todos los fines de semana. En las comarcas del sur de Alicante, las de predominio del castellano, es donde el líder ha tenido más afectos y sintonía electoral. Son las zonas que se sienten menos valencianas, donde hay más animadversión a la capital y al idioma autóctono, las que se sienten abandonadas y donde el president ha agitado siempre sus tesis más radicales, que han alimentado lo que se ha venido a llamar el “Alicantón”, en referencia irónica a la rebelión cantonal del siglo XIX y la tendencia en la provincia a confrontar con València como estado aparte. Frente a la vertebración de la Comunitat, de 500 kilómetros de largo e idiosincrasia muy diversa, un Alicante que se siente vilipendiado –con la excepción de Las Marinas, donde están Dénia i Xàbia, l'Alcoià y El Comptat– y en el que Mazón y los suyos han encontrado refugio –también durante la DANA– y voto emocional basado en idioma, idiosincrasias, identidades y abandono del norte.

Él mismo ponía en público ejemplos para la consulta como “los padres de Orihuela” que se ven coartados en la libertad lingüística de sus hijos. A veces se quería justificar el “rodillo del valenciano” en una supuesta madre que hacía los deberes con sus hijos y no podía ayudarle debido a la lengua autóctona, que no conocía. Esa supuesta madre desesperada al parecer sí podía hacer raíces cuadradas a mano. Asociaciones españolistas como Hablemos Español, muy activas en redes y denuncias, han acabado por remachar en la cabeza del president una idea que, a tenor de los resultados, tiene una base social más pequeña de lo que le parecía al president y absolutamente en conflicto respecto a lo que se siente en Castelló y València.

“¿A alguien se le ocurriría dar a probar a la población un medicamento experimental del que no se han hecho estudios y ensayos previos ni con ratones?”, se pregunta un experto gestor de la administración. Es lo que ha pasado con la nueva ley educativa: partiendo de una idea sin confirmar se ha convocado a más de 500.000 familias a votar y se ha cambiado el sistema educativo, en el que ya no convivirán los dos idiomas, sino que separará a una clase a los alumnos que quieren estudiar prioritariamente en valenciano y a otra, a los que quieren estudiar prioritariamente en castellano. Una vez cambiado todo se ha confirmado que casi la mitad de familias no tenía ganas de votar y que a la mayoría –a excepción de Alicante– ni siquiera le sobraba el valenciano.

Problemas de organización

A partir de este viernes le va a sobrevenir otro problema: cómo trasladar los resultados a la vida real de los colegios a partir de septiembre, porque en realidad no puede elegir cada familia, sino que todo depende de lo que vote el resto de padres. Se va a encontrar con miles de dudas y quejas de personas que votaron una lengua y estudiarán en la otra. Por ejemplo, cuando un colegio tiene una sola clase por curso se estudiará el idioma que obtuvo más del 50% de los votos: si en un colegio de Castelló hay una clase de cuarto de primaria con 20 niños y 11 familias han votado estudiar en valenciano, lo tendrán que hacer los 20 en esa lengua base, también los que votaron por el castellano. En el caso de cursos con más de una clase es distinto: Si un centro de Primaria tiene 3º A y 3º B con un total de 40 alumnos, con que 10 familias (el 25%, según establece la ley) hayan elegido valenciano, el colegio tiene que crear una clase en esa lengua (y viceversa). Pero como la ratio máxima por clase es de 25 alumnos, hay cinco estudiantes que pidieron castellano que tendrían que pasar a valenciano. La casuística es infinita, incluyendo colegios donde prácticamente no ha cambiado nada. Y otros en los que milagrosamente haya podido encajar la demanda de los padres con la oferta de plazas en cada lengua.

En los próximos días saldrán a la luz además todo tipo de problemas generados en la organización de los colegios –materiales y libros que habrá que cambiar, alumnos que cambiarán de clase y profesor a mitad de ciclo, docentes que tendrán que impartir en otro idioma, niños con necesidades especiales que se concentrarán en la misma clase, clases muy llenas y otras muy vacías–. Otro misterio es qué pasa con el paso al instituto adscrito si no tiene sitio en el idioma elegido. Ante la avalancha de dudas, el conseller dijo en su día que se estudiará “caso a caso” y contempla incluso que alumnos cambien de centro si hace falta para poder estudiar en la lengua votada, algo que ha generado la oposición frontal de las familias. Además de todo esto, el referéndum ha sido llevado al Tribunal Constitucional por un grupo de 50 diputados, impulsados por Compromís, y aunque ya se ha celebrado habrá, en un tiempo, un veredicto.

La preocupación en el Consell de Mazón con la medida que iba a suponer un hito en la legislatura se ha ido acrecentando según pasaban los días, las protestas iban subiendo de tono y el estado de ánimo de la calle iba mandando señales de que el valenciano es un tema transversal y que ha pasado el tiempo de 'problematizarlo'. La prueba es que el conseller Rovira ha tenido que enviar dos cartas a más de medio millón de padres: la primera, justificando la consulta como una “promoción del valenciano”. La segunda, a mitad del proceso, llamando a la participación, visto que no les estaban respaldando la iniciativa con votos.

Mazón se ha visto sorprendido, en su peor momento político, por su propia idea. Queriendo contentar a quienes le susurraban al oído, confundiendo a todo el pueblo valenciano con una pequeña parte, ha hecho una apuesta que le da la puntilla y que revela que ha perdido, si alguna vez la tuvo, la intuición y la conexión con la calle. Vista la debacle, ahora mantiene que no ha ganado ningún idioma y que no hay perdedores en el concurso que él mismo organizó. “Felicidades a todos. Gana la libertad”, ha sostenido en sus redes. Lástima que no sea esa victoriosa libertad que ha ganado –sino familias reales y profesores concretos– la que tiene que encajar ahora en un sudoku casi imposible su malograda idea.

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