La Agencia Valenciana de Anti-antifraude
“Vamos a ampliar el concepto de honradez para que incluya la corrupción”. La frase, genial, es de El Roto, pero como nadie lo sabe, espero que se la atribuyan a mi talento. No sé cuando publicó la viñeta, pero da igual. Como los clásicos, no pasa de moda, siempre estará vigente. Si mal no recuerdo, fue en El Independiente, diario de efímera existencia que dirigía Pablo Sebastián, y que acabó comprando la ONCE, cuando la dirigía Miguel Durán, para que no hiciera honor a su nombre. El chiste llegó en un momento en el que el PSOE de Felipe González ya iba preparando el terreno para lo que vendría después (Filesa, Juan Guerra, Roldán, Ibercop…), pero aún se entiende porque la realidad tampoco ha cambiado tanto.
Siempre pensé que eras una de esas frases que pide mármol. Me ha vuelto a la cabeza con la última ocurrencia de Eduardo Beut, director de la Agencia Valenciana Antifraude, que sigue en su labor de aplicarle la eutanasia a la institución. El Botànic hizo cosas buenas, malas y mediopensionistas, pero lo de la AVAF fue uno de sus grandes aciertos. Llegó en un momento dulce. Cuando hay un gobierno de coalición, se supone, hay menos corrupción porque tienes al enemigo dentro, nadie se fía de su socio, y todos se vigilan. Pero la AVAF fue -me adelanto al parte de defunción- buena per se. Con un presupuesto de apenas cinco millones, y una plantilla bastante ajustada (casi 40 trabajadores, sumando personas y seres humanos), logró recuperar 29 millones de euros en tres años. Seis euros ingresados por cada uno invertido lo firma sin mirar hasta un traficante de fentanilo.
El éxito de AVAF se basó, entre otras cosas, en la confianza. Joan Llinares se ganó a pulso fama de independiente, de no casarse con nadie. Eso explica que en la última memoria que presentó, allá por marzo de 2023, el número de denuncias hubiera aumentado un 22,73% con respecto al ejercicio anterior. No es que la corrupción hubiera crecido en la misma proporción, sino porque una gestión eficaz y el énfasis en proteger a los denunciantes, sin duda influyó en que algunos, algunas o/y algunes, decidieran dar un paso adelante e hicieran saltar la liebre. Pero, sin saberlo, Llinares estaba cavando su fosa y, con el cambio de gobierno, le dieron la estocada.
Su sustituto, Beut, entró por la puerta grande… y media plantilla salió por la ventana con lo puesto. Lo que no se puede negar es que, desde entonces, se ha ganado el sueldo. Sueldo que, por cierto, le subieron nada más llegar. El Consell subió el tope salarial solo pensado en él. De los 67.000 euros que se llevaba el anterior se pasó a un máximo de 92.000 euros, más que el president. A su lado, Gan Pampols es un modesto aficionado. Ya se sabe, lo que no es tradición es plagio.
Cual estajanovista del pufo, con el aval de ser juez y parte por su lealtad a la causa popular, y con el pecado original de que se modificó la ley para que bastaran los votos de PP y Vox para auparle al sillón, en su labor de desmantelar la AVAF -que es para lo que se le nombró- ha superado todas las expectativas más optimistas. Particularmente brillante fue cuando se desprendió del Código Ético de la entidad para adherirse al que iba a elaborar Les Corts, cuando Les Corts no estaba elaborando nada. Lo reconoció Llanos Massó, la presidente de la institución que es de Vox. Si te van a desmentir, que sean los mejores. Fue como si el ‘Escorpión’ Aristizabal -¿se acuerdan?, este también fue un buen fichaje- le hubiera metido un gol. Muchos le criticaron, pero yo no. Sería como reprocharle a Al Capone no haber hecho apostolado de la abstinencia. Por el aire también saltó el Comité de Ética. Total, si no lo iba a usar, acumular tanta ética solo iba a servir para alimentar el síndrome de Diógenes administrativo.
Otro momento particularmente brillante de su trayectoria fue cuando le dio por hacer poda. De una tacada se deshizo de la directora adjunta, Teresa Clemente -que fue clave en la investigación del Caso Blasco- y del director de Análisis e Investigación, Gustavo Segura. A este lo fulminó, según la carta que le mandó, por “un desvío inusual de la carga de trabajo hacia la colaboración con los órganos judiciales”, en alusión la fiscalía antifraude. Lo que Segura había hecho era cumplir su obligación legal, y por ahí Beut no estaba dispuesto a pasar. A él, literalmente, nadie le toma el pelo. El tal Segura había hecho los informes que le pedía la Fiscalía Anticorrupción y, en concreto, uno sobre el caso Erial en el que estaba imputado Zaplana, cuya vida por entonces pendía de un hilo, pero le dio el aire del Mediterráneo y se recuperó. Beut y el exmolt honorable eran amigos. Uno de los nuestros. O de los suyos.
Y qué decir de cuando decidió que lo de la transparencia había pasado de moda, y procedió a cambiar las normas de funcionamiento de la AVAF para que los luengos y sesudos informes mensuales se adaptaran al formato meme, en los que a veces no se sabe ni quién es el investigado ni porqué. Breves, muy breves, sin duda pensados para atraer a la generación Tik Tok, que se marea con algo que dure más de un minuto. Un genio más preocupado de velar por los investigados que por los denunciantes.
“Beut tiene mucho que demostrar después de su torpe aterrizaje, en caso de que quiera demostrar algo”. Lo escribió el director de Valencia Plaza, Javier Alfonso, en uno de sus billetes hace apenas unos meses. Espero que haya superado su desconfianza, la verdad es que el director de la Agencia Anti Antifraude se ha pasado la pantalla. Que lo que quería es acabar con la AVAF, y que le está quedando bordado, está más que demostrado.
Pero pista, que va el artista. Su última astracanada ha sido dilapidar 40.000 euros para una auditoría sobre la gestión de su predecesor. Podría haberse metido en la web de su propia institución, porque están todos los datos que busca. Pero ha preferido pagar a alguien. En internet hay mucha información sobre la etapa anterior, tampoco hubiera sido mucho trabajo echarle un ojo. Eso sí, de escasa utilidad, pues poco hay que rascar.
El objetivo no es buscar irregularidades, sino crearlas de la nada. O, por lo menos, la sombra de la sospecha. Y eso, claro, hay que pagarlo. Si el vigilante vigila al otro vigilante es que algo habrá, dirá la gente. Luego, ya se encargará la prensa afín y el community manager del PP de airear las sospechas. Si quedan en nada, por lo menos permanecerán en la red. Y mientras, a la suyo, a desmantelar lo que quede por desmantelar, que las ayuda de la DANA ya están llegando y hay muchas bocas que alimentar.
No es que a Beut se le vea el plumero, es el plumero.
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