Alimentos bio, orgánicos o eco: ¿qué debemos conocer sobre el significado de estas etiquetas?

A día de hoy las palabras ecológico, orgánico y biológico y sus abreviaturas están plenamente integradas en nuestro vocabulario.

Marta Chavarrías

17 de febrero de 2025 22:30 h

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Muchos de nosotros hemos cambiado nuestros hábitos alimentarios y hemos modificado nuestras preferencias en los productos que consumimos. Más allá de seguir una alimentación equilibrada a base de frutas o verduras, a día de hoy los términos “ecológico”, “orgánico” y “biológico” y sus abreviaturas están plenamente integrados en nuestro vocabulario. Los encontramos en la televisión, en la publicidad y, sobre todo, en los supermercados. 

Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), España destina más de 2,6 millones de hectáreas, lo que supone más del 20% de la superficie total en Europa y el 10% a nivel mundial, a la producción ecológica. 

Unos datos que muestran un auge respecto a los años anteriores, sobre todo en productos como frutas, verduras, aceite de oliva y vino, que son los que más se valoran en los mercados internacionales (más del 55% de la producción ecológica española se destina a la exportación). En la Unión Europea, y como parte de su estrategia De la granja a la mesa, hay un compromiso de aumentar la producción orgánica con el fin de que el 25% de todas las tierras agrícolas se usen para la agricultura orgánica para el año 2030. 

Sin embargo, y pese a estas cifras y la tendencia al alza en los últimos años de este tipo de productos, ¿nos hemos parado a pensar qué significan realmente? ¿En qué se diferencian estas etiqueta, si es que lo hacen?

Biológico, orgánico y ecológico, ¿significan lo mismo?

Estamos frente a un concepto que puede recibir varios nombres. Y es que los tres términos representan lo mismo al menos a nivel europeo. Y los podemos identificar cuando un producto lleva en la etiqueta con una imagen con una hoja dibujada por estrellas sobre un fondo verde, con el sello del organismo del país de origen y cuya imagen no puede usarse en productos que contengan menos de un 95% de ingredientes ecológicos, según dicta la norma.

Si atendemos al Reglamento 2018/84 sobre producción ecológica lo veremos bien, ya que define los términos como “un sistema integral de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas en materia de medio ambiente y clima, un elevado nivel de biodiversidad, […], y la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y sobre producción de productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales”. 

Vemos que la normativa europea incluye en el término ecológico también los conceptos de biológico y orgánico. Y nos dice también que sus abreviaturas, eco y bio, se pueden usar de manera indistinta en el etiquetado de los productos. En España, quien controla este tipo de alimentos son las comunidades autónomas, que están amparadas por la Comisión Reguladora de Agricultura Ecológica (CRAE), que está adscrita a su vez al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y también comprende y engloba los tres conceptos en el mismo paraguas de lo ecológico, como indica en este caso el Real Decreto 1852/1993.

Este reglamento en concreto dice que pueden usarse biológico, orgánico y ecológico cuando se habla de un producto obtenido sin el uso de productos químicos de síntesis y, en su lugar, se basan en prácticas de agricultura y ganadería sostenibles, como la rotación de cultivos y el uso de compost y abonos naturales. Por tanto, cualquiera de los tres cumple una normativa europea según la cual no se permiten pesticidas, fertilizantes químicos ni transgénicos, a grandes rasgos.

De lo que tenemos que preocuparnos y comprobar, cuando vayamos a comprar, es que el producto en cuestión lleve en el etiquetado la “euro hoja”, esa imagen de la que hablábamos antes y que muchos de nosotros habremos visto cientos de veces en las etiquetas de muchos productos. 

Qué significa que un alimento sea ecológico, orgánico o biológico

Una de las primeras cosas que debemos tener en cuenta es que cualquiera de estas tres denominaciones se refiere a cómo se han tratado los alimentos, pero no habla de su calidad nutricional. Por tanto, describe a alimentos para cuya producción se ha respetado el medio ambiente y los animales, aunque no se menciona nada desde el punto de vista nutricional.

Aunque las prácticas están reguladas de forma distinta en cada país, en general se respetan algunos principios básicos relacionados con la salud, la ecología y el cuidado del medio ambiente. Hablamos de una forma de producción con una visión que tiene en cuenta una amplia variedad de cuestiones: la salud de los suelos, las plantas, los animales y el consumidor. La certificación de productos orgánicos asegura que han sido producidos y procesados de acuerdo con regulaciones específicas.

Así, las prácticas de agricultura y ganadería ecológicas incluyen, en la Unión Europea, la rotación de cultivos; la prohibición del uso de pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos, pero sí se puede usar para combatir plagas y malas hierbas, pesticidas de origen natural, elaborados a partir de plantas, animales o minerales; límites muy estrictos sobre los antibióticos usados en el ganado; la prohibición de los organismos modificados genéticamente (OMG), una regla que se aplica tanto a la agricultura como a la carne y otros productos ganaderos; el aprovechamiento de recursos in situ para fertilizantes naturales y piensos para animales; la cría de ganado en libertad, al aire libre y el uso de forrajes orgánicos; y las prácticas de cría de animales adaptadas a las necesidades.

Otra clave dentro de la agricultura ecológica es respetar los ciclos naturales sin alterarlos artificialmente lo que, al menos desde un punto de vista teórico, contribuye a una mayor riqueza en micronutrientes en los productos. Sin embargo, tal como avanzamos antes y de acuerdo con las conclusiones a las que llega esta revisión de 55 artículos, no existe una certeza clara de que haya diferencias tampoco en la calidad nutricional entre la agricultura orgánica o ecológica y la convencional.

Si bien sí puede haber pequeñas diferencias en el contenido de nutrientes, estas podrían justificarse más por otros motivos como por la existencia de diferencias biológicas entre productos –por ejemplo, no todas las naranjas tienen el mismo contenido en miligramos de vitamina C.

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