Castilla y León le corta las alas al Águila de Sagardía
En el páramo de Bricia, al norte de la provincia de Burgos y a escasos kilómetros del límite con Cantabria, se mantiene, agazapada, un águila imperial gigante, fabricada en 1940 en mármol y hormigón. Desde entonces, espera el momento de alzar las alas y hacerse con su presa, el enemigo. A principios de año, este monumento franquista —reconocimiento a la colaboración del general Antonio Sagardía en el golpe militar a la II República y toda una metáfora propagandística del régimen— se postulaba para ser protegido y evitar así su eventual destrucción, fruto de la aplicación de la Ley de Memoria Democrática. Sin embargo, la Junta de Castilla y León ha decidido, finalmente, no incoar el expediente de Bien de Interés Cultural (BIC) que sí aprobó el pasado mes de febrero para la llamada Pirámide de los italianos, un monumento fascista situado, apenas, a 18 kilómetros al norte del Águila de Sagardía.
Los que transitan por el descarnado paisaje de Bricia dicen que el águila impone, que incluso da miedo. Pero ahora, ante el incierto futuro que arroja la falta de blindaje legal de esta mole, lo hará en menor medida. La consejería de Cultura de Castilla y León informa, al respecto, que en 2023 recibió la solicitud de protección por parte de la Asociación por la Reconciliación y la Verdad Histórica, colectivo cuya filosofía consiste en “mantener intacta la memoria histórica de España, así como del patrimonio histórico y artístico español”. Sin embargo, la documentación aportada “no está avalada por ninguna institución científica” por lo que “no es posible valorar la incoación de este bien patrimonial”.
La institución apunta hacia ese aval científico como clave para echar atrás el expediente, con el fin de marcar distancias con la declaración aprobada el 29 de febrero en las Cortes de Castilla y León para la Pirámide de los italianos que, según la consejería, sí lo tenía. De hecho, el consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, justificó entonces que esta petición procedía de un particular que había presentado diversos artículos de su autoría, publicados en organismos como el Instituto Sautuola de Cantabria, la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jordi y la Universidad Pablo Olavide de Sevilla. Asimismo, Santonja incidió en la “singularidad” del monumento fascista, al que atribuyó ser “el único que hay en España de este tipo de arquitectura de entreguerras”, como pilar del expediente que posteriormente salió adelante.
Un paso atrás
En todo caso y pese a que el consejero de Cultura de Castilla y León anunció entonces que la declaración de este tipo de bienes se tomaría “argumentadamente”, Gonzalo Santonja confirmó entonces la inminente tramitación de “más proyectos”, que se irían examinando “uno por uno”. Propuestas que se extraerían de un listado elaborado por sus entonces compañeros de Vox (la coalición de Gobierno con el Partido Popular, la primera del país de esta naturaleza, se rompió el pasado 11 de julio, pero Santonja continuó como titular de Cultura), que recogía un conjunto de 190 bienes repartidos por diferentes provincias de esta comunidad, al objeto de sortear la Ley de Memoria Democrática aprobada por el Gobierno central. De todos ellos, el que figuraba en las quinielas como sucesor de la Pirámide, era, precisamente, el homenaje a la llamada columna de Sagardía, cuya protección finalmente se ha desechado.
En efecto, cabe recordar que la renuncia a incoar este expediente, más allá de las razones concretas esgrimidas por el Gobierno de Castilla y León, se produce en pleno proceso de distanciamiento del Partido Popular de Alfonso Fernández Mañueco con los postulados de Vox. El último episodio de este “divorcio” ideológico se escenificó el pasado 25 de septiembre, cuando PP y PSOE tumbaron la tramitación de la futura Ley de Concordia que el propio Mañueco había negociado con la ultraderecha meses atrás. El único partido que defendió entonces su aprobación fue Vox, con la intención fallida de sacar adelante una norma que evitaba condenar el franquismo y equiparaba a las víctimas de la Guerra Civil y a las del franquismo con otras asesinadas durante la II República, estableciendo una horquilla temporal entre los años 1931 y 1978.
Un lugar de exaltación del franquismo
Durante décadas, y pese a que los últimos años el monumento de Sagardía ha sido olvidado y vandalizado, el Águila sirvió de punto de encuentro para la reunión de excombatientes. En concreto, la agencia Efe constata la concentración, en octubre de 1962, de cerca de 3.000 antiguos soldados de la 62ª División en el paraje del municipio burgalés de Cilleruelo de Bricia, en un acto de recuerdo del general Antonio Sagardía, fallecido en enero de ese mismo año, con presencia de sus familiares. Reuniones y celebraciones que hasta el presente se han reducido y limitado a homenajes contados y solitarios.
Si la Pirámide de los italianos fue levantada en plena Guerra Civil como una especie de monumento funerario, para inhumar los cuerpos de los soldados enviados por Mussolini que habían fallecido secundando el golpe franquista, el caso del Águila de Sagardía es algo diferente. Con la construcción de este gigante de mármol, el dictador Franco quiso premiar la labor de Antonio Sagardía Ramos al frente de la 62ª División del Cuerpo del Ejército de Navarra. Una de sus misiones más destacadas consistió en echar abajo el Frente Norte, una línea de 80 kilómetros de longitud, defendida por los republicanos entre la localidad palentina de Revilla de Pomar y el citado municipio burgalés de Bricia. El general zaragozano, ya retirado y residente en Francia durante la II República, regresó para liderar este ataque y, una vez superada la defensa republicana, logró entrar en Cantabria y llegó a Santander.
A pesar de un importante número de bajas, Sagardía había logrado el objetivo marcado. Por el camino, el general había destacado por la dura represión contra los miembros del bando republicano. En su haber figuran decenas de fusilamientos extrajudiciales, entre quienes se cuentan personas mayores, mujeres y niños. El régimen franquista tomó nota de los logros de la llamada columna Sagardía y aprovechó su éxito militar para convertirlo en un argumento más de la potente maquinaria propagandística de la dictadura. Así es como nació el encargo de un monumento, que recayó en los arquitectos vascos Eduardo Olasagasti y José Antonio Olano. El proyecto fue ejecutado en 1940 por la empresa de construcción Altuna. Datos, todos, que figuran inscritos sobre la superficie.
Más allá del águila imperial, fabricada en mármol y hormigón, el monumento incluye una lápida conmemorativa. Su interior es macizo, aunque supuestamente existe un hueco en el vientre del ave en el que figuran los documentos militares del general franquista, un extremo que solo sería confirmado de terminar derruido el monolito. En el exterior, las inscripciones originales —entre las que destaca el popular eslogan franquista “¡Presente!”— se mezclan con multitud de borrajetas y grafitis, acentuando su perceptible estado de abandono. Ahora, el frenazo en seco de la Consejería de Cultura de Castilla y León no ha hecho sino “cortar las alas” de una mole que acariciaba su protección para huir de la Ley de Memoria Democrática.
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