'Las chicas de la estación' pone en jaque y sin morbo los abusos sexuales a menores tuteladas: “Ocurre en todas partes”
Una adolescente sale del baño de una estación de tren de Mallorca. Acaba de practicarle sexo oral a un hombre que, como mínimo, le dobla la edad, por veinte euros. Sus amigas la reciben con una mezcla de entre preocupación, incredulidad, desconfianza y sufrimiento. Una de ellas le dice que no sabe cómo puede ser capaz de hacer algo así. Su respuesta es contundente: “Me han hecho cosas peores sin pagarme”. La joven es Jara, una de las protagonistas de Las chicas de la estación, la nueva película de Juana Macías (El favor, Fuimos canciones), en la que ahonda en los abusos sexuales que sufren las menores tuteladas, sin ápice de morbo.
“Su respuesta refleja que ella ha normalizado los abusos. No se plantea que es algo malo que le ha pasado y que no quiere que le vuelva a pasar. Se plantea que, ya que le va a seguir pasando, intentar sacar algo de beneficio”, explica a este periódico la directora. El origen de este largometraje fue la violación grupal a una menor tutelada en Mallorca en la Nochebuena de 2019, y cómo su testimonio destapó lo que muchos llevaban años tapando: la existencia de un grupo que reclutaba a niñas y jóvenes tuteladas para que mantuvieran relaciones sexuales a cambio de droga y dinero.
“Me impactó”, reconoce la cineasta, “sobre todo porque al investigar, te das cuenta de que es una realidad mucho mayor de lo que aparenta”. “Ocurre en todas partes y no se le suele prestar mucha atención. Se suele incluso culpar a las menores de escaparse, portarse mal, drogarse y beber; y no se ataca el problema”. También le sorprendió la “falta de datos”: “No se puede saber cuántos casos pendientes de juicio hay, cuántos en cada comunidad, cuántas sentencias”. Una ausencia de información que identifica como “sintomática” de que “no se quiere mirar mucho”. “Lo primero es saber cantidades y la envergadura del problema, pero no es algo que esté accesible”, critica.
En el filme retrata esta situación a través de sus tres protagonistas, Jara (Julieta Tobío), Álex (Salua Hadra) y Miranda (María Steelman), tres adolescentes que sobreviven como pueden sin dejar de cuidarse, quererse y acompañarse. Porque Las chicas de la estación es a su vez una bella historia sobre su amistad.
Cómo librarse de “aguantar a los babosos”
Jara explica en un momento determinado de la película a sus amigas que no quiere tener dinero para comprarse un coche o cualquier otra cosa, sino para “no tener que aguantar a los babosos”. Sus palabras, literalmente, son: “A los hijos de puta con los que me encuentre”. Juana Macías explica que para que esto no ocurra hace falta tomar conciencia. “Lo primero es saber que hay cosas que no hay que aguantar, que en la sociedad haya una tolerancia cero a cierto tipo de actitudes y comportamientos”, señala, junto a un “respaldo” automático para quienes los sufran: “Tiene que haber seguridad para las víctimas, y que llegue a los juzgados. Ahí es donde la ley nos debería proteger, en especial a las menores”.
La revictimización de las víctimas, la violencia que pueden sufrir las personas que sufren agresiones sexuales está igualmente reflejada en el largometraje. El 'después' de haber sido violada, con el consiguiente paso por el médico, la comisaría de policía, el entorno más cercano. “Hay que poner recursos para protegerlas, para que puedan denunciar”, incide Macías, “la mayor parte de los abusos sexuales ocurre en el entorno más conocido y ahí queda mucho por hacer”.
Encontrar el tono para contarlo fue lo que “más costó” del largometraje. “Quería que fuera incómodo para el espectador, pero no quería caer en lo explícito ni atravesar la línea del morbo”, describe, “en los momentos de abusos está lo que tiene que estar, se ve lo que se tiene que ver para que te pongas en el lugar y lo sientas, pero no para recrearte”.
Para conseguirlo, era importante huir de lo que habían detectado en la cobertura de los casos de Mallorca, en los que considera que había “cierta culpabilización a las víctimas y muy poco foco en los abusadores”. De ahí a que los perfiles de los abusadores, también sean distintos en la película. “He intentado que sea gente, por lo general, normal. Nadie lleva un cartel. Muchas veces lo peor es que no se reconocen desde fuera. La gente puede parecer maravillosa, encantadora, buena profesional, y luego hacer estas cosas. Quería que se vieran retratados, aunque esté contado desde el punto de vista de ellas”, indica la directora.
Los agresores son de diferentes edades, clase social y profesiones: “Están los de los baños, los que forman parte de las propias familias de las menores, los que van a fiestas en chalets de lujos en los que se prostituye a menores. Y también el perfil que se acerca a lo afectivo, buscando una relación con la víctima”. El trabajo junto a psicólogos y agentes de policía especializados en estos casos fue fundamental para poder armar el abanico de hombres que nutren el universo de Las chicas de la estación.
Una vez escrito el guion –junto a Isa Sánchez–, el reto estuvo en el casting. “Quería que hubiera mucha autenticidad, que estuvieras viendo a personajes y no a actores interpretando, sobre todo en los más jóvenes y las protagonistas”, comenta Macías. Las buscaron en las calles, institutos, centros y redes sociales durante varios meses, y por toda España: “Nos costó, vimos a miles”. Las debutantes Julieta Tobío, Salua Hadra y María Steelman fueron sus elegidas.
El pasado y las familias de las víctimas
El filme pone igualmente el foco en las familias y compañías de las protagonistas. Más allá de estudiar los casos concretos de Mallorca, la directora expone que se documentaron a partir de testimonios de personas que trabajan en centros de tutela, para que la parte ficcionada de la historia “se basara en perfiles y situaciones que se repiten”.
Para Miranda, sus padres no existen, fue abandonada, no tiene relación con ellos ni les conoce. Jara sufrió abusos sexuales en el pasado y tiene una madre que solo se ocupa de vez en cuando. Álex convive con la violencia de su unidad familiar, en la que su padre maltrata a su madre, pero también a ella: “Son tres situaciones que se repiten y por ello decidimos reflejarlas”. “Estamos hablando de casos concretos, no se trataba de hacer una teoría o panfleto. Ni de que todo el sistema de acogida y explotación a menores esté reflejado en la película. Con lo complejo que es el tema, no se me ocurriría”, aclara Macías.
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