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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

El falsete más famoso de 'El rey león' cuesta millones y es un robo

El rey león

Mónica Zas Marcos

La primera vez que Rian Malan escuchó la canción que le cambiaría la vida fue de boca de su madre en su mansión de Johannesburgo. Estaba en la cocina y tarareaba una melodía sencilla y alegre que repetía a distinto ritmo la misma palabra: Mbube. Por aquel entonces, el pequeño Rian desconocía el origen, el impacto y la cuantía millonaria de un tema robado a un zulú analfabeto que cantaba como los pájaros y que décadas más tarde formaría parte de la banda sonora más famosa de Disney, la de El rey León.

Todas las historias épicas comienzan con un ataque de ambición o de remordimiento de conciencia. La de Mbube pertenece a las segundas, ya que fue el legado racista de su familia lo que empujó al periodista sudafricano Rian Malan a buscar justicia para el compositor original de la melodía, Solomon Linda, y sus descendientes. “Es difícil pensar en una canción que haya cubierto una distancia mayor tanto en tiempo como en espacio”, dice en el documental La parte del león, recién aterrizado en Netflix.

Los Malan llegaron a Sudáfrica en el siglo XVII y fueron la saga impulsora del apartheid. De joven, Rian creía que estaba llamado a ser el campeón de la liberación africana para compensar las barbaridades supremacistas de su familia. Se lo decía a su criada negra, que le contestaba con todo el desdén que le permitía trabajar en una casa de ricos blancos y condescendientes. Cuando entendió que eso no iba a ocurrir y que sus grafitis autoproclamándose negro rozaban el ridículo, huyó a Los Ángeles, donde empezó a escribir crónicas musicales bajo el seudónimo de Nelson Mandela.

Allí se hizo famoso plasmando sus contradicciones como sudafricano blanco en un libro que se convirtió instantáneamente en un éxito. “Amaba a los negros, pero les temía. Era presa de mi misma psicosis racial”, escribió. Cuando los conflictos en su país se recrudecieron, Malan volvió a Johannesburgo para ver desde cerca el sufrimiento de los que decía defender. Corría el año 1999, y una especie de estrella del pop zulú le habló de Mbube, la canción que tarareaba su madre en la cocina muchos años atrás.

Ese cantante le aseguró que el tema databa de 1939 y pertenecía a Solomon Linda, un emigrante zulú que por el día se dedicaba a trabajos serviles y por la noche cantaba con su coro The Evening Birds. La voz aflautada del falsete era inconfundible, pero Rian Malan ya la había escuchado mil veces y nunca relacionada con ese tal Linda.

Primero fue adaptada por Pete Seeger y The Weavers, más tarde por el grupo de moda estadounidense The Tokens, y sonó varias veces en televisión de la mano de programas de éxito como Friends y Los Teleñecos. Pero, sin duda, la versión más famosa era la que se cantaba en la película de Disney de 1994, El rey León, y en su adaptación como aplaudido musical de Broadway.

Malan encontró su oportunidad de hacer algo útil por la maltratada población africana. Tuvo que tirar de un par de hilos para cerciorarse de que, en efecto, Mbube era una creación original de Solomon Linda, que sus derechos fueron cedidos al sello sudafricano Gallo y que sus trece notas recaudaron 16 millones de dólares por todo el mundo.

“Casi nada de eso volvió a él ni a sus descendientes en Sudáfrica cuando murió”, explica. Por eso, inició su propio Searching for Sugar Man para encontrar a las hijas de Linda, les explicó que el legado de su padre había sido robado y que nunca más volverían a pasar hambre porque él recuperaría lo que les pertenece por derecho. Una promesa loable que estaba a punto de abrir una caja de los truenos.

Expolio internacional a la memoria africana

La parte del león es efectiva mostrando la ingenuidad de Rian Malan, tan obcecado en su propia cura de conciencia y en su cruzada por la justicia que olvidó que el mundo no siempre es justo. Junto a abogados especializados en copyright, Malan acompañó a las hermanas Linda por un via crucis legal que alcanzó su punto álgido en la brutal lucha en los tribunales contra Disney.

“La parte musical fue la más fácil de investigar, pero luego me pasé meses descubriendo a dónde había ido a parar el dinero”, explica el periodista en la película. El cómo llegó Mbube a la animación más querida de la factoría del ratón es un proceso tan complicado como apasionante. Cuando la canción fue lanzada por Gallo en Sudáfrica, se convirtió en un éxito instantáneo que llegó a oídos del icono del folk y los derechos civiles en EEUU, Pete Seeger.

Pensando que se trataba de una melodía tradicional sin créditos, la transcribió nota por nota hasta convertirla en Wimoweh, que alcanzó rápidamente el top ten en 1952 interpretada por su grupo. “Las leyes de copyright estaban surgiendo en Sudáfrica y, para las mentes blancas, la música tradicional zulú no eran composiciones originales, eran solo sonidos que les interesaban a los negros”, dice Malan.

Pero el punto de inflexión fue cuando un grupo de jóvenes emergentes contrató al mago de las letras y colaborador de Elvis Presley y Frank Sinatra, George Weiss, para traducir las sílabas impronunciables de Wimoweh. Así nació The Lion Sleeps Tonight, cantada por The Tokens en 1961. El resto, incluido cuando Weiss se la vendió a Disney décadas más tarde por un buen saco de millones, es historia.

Contra el rey de la selva

La lucha de la familia de Solomon Linda contra Disney, quien tras el lanzamiento de El rey león en 1994 se estaba llevando la porción más grande de la tarta, se convirtió en un asunto de Estado en Sudáfrica. Al fin y al cabo, se trataba de recuperar la tradición cultural de los africanos de manos de unos blancos que se estaban lucrando gratis con ella.

“Sabíamos que nos enfrentábamos a una empresa masiva. Demandar a Disney en EEUU no era plato de buen gusto. El presupuesto nacional de Sudáfrica no se puede comparar con el de Disney”, explica uno de los abogados de las hermanas en la cinta. Enseguida se dieron cuenta de que su única esperanza pasaba por convertir el pleito en un caso mediático internacional. Las cabeceras de todo el mundo apuntaban hacia Sudáfrica, donde el Gobierno había amenazado con secuestrar a Mickey Mouse y a otras 250 marcas que Disney tenía registradas en el país -literalmente-, si no devolvían Mbube a Solomon Linda.

“El gran villano Disney contra una pobre familia africana. Era perfecto. La empresa reaccionó como un gato acorralado y sacó toda su artillería pesada. Después de un proceso largo, llegaron las negociaciones del acuerdo. Los abogados propusieron de inmediato una indemnización global y un pago de futuros derechos de autor en todo el mundo a cambio de no hacer nunca pública la cantidad que pagaba”, dicen los que defendieron a Linda en el documental.

Los abogados vieron la luz y presionaron a las hermanas para firmar el acuerdo de inmediato. Sin embargo, era por mucho menos dinero del que se había acordado en un principio. La guerra dejó de ser entonces contra un gigante multinacional y pasó de nuevo a ser un asunto nacional y de carácter racista: tres mujeres negras contra dos abogados blancos que querían timarlas. O eso defendían ellas.

Los magistrados contraatacaron diciendo que solo eran un trío de borrachas que habían malgastado toda la herencia de Solomon en licor. Y, en medio, Rian Malan desconcertado y viendo cómo su gran cometido volvía a enterrarse en el fango de la lucha racial. Aún hoy en día no se sabe qué ocurrió con el dinero y si los dos hombres podían haber presionado más a Disney, o incluso si se llevaron al bolsillo gran parte de la cuantía acordada.

El caso tuvo una enorme importancia simbólica para los sudafricanos negros, que han estado siempre en el bando perdedor de la Historia. La virtud de La parte del león es recordar que, por mucho que pasen los años, hay cicatrices que no se cierran ni con una cura de millones de dólares. Pero, sobre todo, que siempre que un blanco se autoproclama salvador de una minoría, la herida del conflicto racial se infecta de nuevo y supura con más fuerza.

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