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Meses de preparación y cheques con “muchos ceros”: así se elige a un premio honorífico en un festival de cine

Johnny Depp en el Deauville American Film Festival

Mónica Zas Marcos

17 de septiembre de 2021 21:45 h

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Según la RAE el honor es una cualidad moral. Se entiende, por tanto, que un premio honorífico es una manera de obsequiar a una brillante trayectoria profesional, pero también vital y personal. Pero la realidad es que no siempre coinciden las tres, como ha demostrado la polémica condecoración a Johnny Depp en el festival de San Sebastián. 

El premio Donostia es el más relevante dentro del certamen que arrancó este viernes. Antes lo recibieron Bette Davis, Robert De Niro, Penélope Cruz, Glenn Close o Denzel Washington, rostros conocidos y admirados por el gran público. La elección del actor estadounidense de Piratas del Caribe y Animales fantásticos –sagas de las que ha sido expulsado– en cambio no ha sido tan aplaudida.

Depp fue denunciado en 2016 por su exmujer Amber Heard de maltrato físico y abuso sexual. Los actores llegaron a un acuerdo millonario en el divorcio, pero aún tienen una causa pendiente en Estados Unidos después de que él la denunciase por seguir hablando del tema en la prensa. 

La justificación del director de San Sebastián es que “la función de un festival de cine no es juzgar las conductas de los miembros de la industria cinematográfica” y que este premio es la forma de reconocer la carrera del artista. Pero ¿qué hay de cierto en eso? ¿Quién decide a quién se le otorga un premio honorífico, la mayor distinción en el sector? ¿Qué variables entran en juego en la selección? ¿Tenía que ser Johnny Depp?

El “círculo perfecto” (a veces con chequera)

“Todos los programadores tenemos una wish-list que vamos dejando de año en año”, admite Mònica García Massagué, directora del festival de cine fantástico de Sitges. Es tentador pensar que todos aquellos que reciben un premio honorífico eran la primera opción del comité del evento y que la sinergia es absoluta. Pero la verdad es que influyen muchos factores en la mesa de decisión. Massagué habla de una especie de “círculo perfecto”. 

“El cerebro de un programador funciona de la siguiente manera: cuanta mayor fama y presencialidad, más entrevistas, mayor divulgación del evento, más público, más presupuesto y mayor solvencia de cara a las instituciones que te apoyan”, enumera la directora. Por lo tanto, que el actor o director puedan asistir al evento es una condición sine qua non de todos los festivales.

“No tiene ningún sentido premiar a alguien que no pueda ir a recoger el galardón, atender a los medios, estar con el público o ver la ciudad en la que se entrega”, comparte Jaume Ripoll, director de Filmin y del festival Atlántida Film Fest, que se celebra en julio en la ciudad de Palma, en Mallorca.

No tiene ningún sentido premiar a alguien que no pueda ir a recoger el galardón, atender a los medios, estar con el público o ver la ciudad en la que se entrega.

Jaume Ripoll Director de Filmin y el Atlántida Film Fest

Este año, Atlántida ha premiado a la actriz Judi Dench, pero también ha acudido el director británico Stephen Frears, laureado en la pasada edición y a quien las restricciones de Boris Johnson por la pandemia le impidieron coger un avión. Borja Crespo, artista y crítico cultural que ha participado en la organización de varios festivales de cine, asume que este factor ha sido clave en la elección de Johnny Depp. El actor acudió a Donostia como productor en 2020 con el documental Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan. No sería extraño que se hubiese fallado el premio ya en ese momento.

“Es mucho más difícil traer a alguien desde Estados Unidos que desde Europa. A veces se aprovecha que la persona en cuestión está haciendo promoción por aquí para que reserve un hueco al festival”, desvela Crespo. Donosti no será la primera parada de Johnny Depp en nuestro país o en algún vecino europeo este año, puesto que en abril ya acudió al Barcelona Film Festival y en verano a Karlovy Vary, en República Checa, ambos en calidad de productor. “Se junta que no le tiene miedo a viajar por la COVID con que a él le viene bien la promoción”, resume el también director del Festival de cine Internacional de Peñíscola.

Hemos hablado de los supuestos en los que el actor o director puede acudir, no en los que quiere. Y no siempre ocurre lo segundo. “Funciona el criterio de quién nos gusta, pero mucho más de quién lo acepta”, cuenta Crespo. En Peñíscola, el organizador reconoce que ellos tenían que remunerar el premio para hacerlo más jugoso. “Hemos llegado a pagar muchos ceros para conseguir la presencia de un premio honorífico”, desvela, y menciona como ejemplo a Sophia Loren. “Yo proponía algunas ideas y buscaba a alguien que fuera potente pero que cobrara lo mínimo. Intentaba que no se fuera todo el dinero por ahí, pero en el fondo es un mercado”, dice. 

Nosotros hemos llegado a pagar muchos ceros para conseguir la presencia de un premio honorífico. Buscaba a alguien que fuera potente y que cobrara lo mínimo, pero en el fondo es un mercado.

Borja Crespo Director del festival de cine internacional de Peñíscola

Crespo matiza que el premio honorífico “con cheque” se da más en festivales pequeños. “Uno como Donosti o Sitges no lo necesita porque la importancia de los galardones es suficiente”, compara. De hecho, Mónica Massagué garantiza que en Sitges “no pagamos fee (tarifa) a nadie por cuestión de ética”. Pero también comprende que, “cuanto más pequeño es el festival, más barreras económicas tiene para conseguir según que cosas”. “Hay festivales a los que las películas les piden unos fees o una compensación económica para equilibrar la parte de público que pierden proyectándola allí”, explica. 

La baza de la alfombra roja

Vemos que hay muchas piezas que encajar además de la brillante trayectoria del premiado. Con el premio honorífico el festival se juega “la baza de la alfombra roja”, como define Borja Crespo. “Honrar la trayectoria de alguien puede ofrecer la oportunidad de un encuentro entre esa persona y su audiencia a través de una masterclass y, si puede ser, la presentación de una de sus películas para completar el círculo del premio”, abunda Ripoll.

Esto último que comenta el director del Atlántida Film Fest es una de las razones por la que los premiados en la categoría de Honor son cada vez menos veteranos. Este año, Donostia se lo da a Johnny Depp (58 años) y a la actriz francesa Marion Cotillard (45 años). “A mí me interesa más la calidad que la cantidad”, reconoce Massagué. Ella en Sitges premiará en solo unas semanas a la actriz Belén Rueda (56 años) y al director de animación japonés Mamoru Hosoda (53 años). El más veterano de los honoríficos es Carlos Saura (89 años). 

“Cada vez es más complicado que haya estrellas veteranas que conozca el gran público”, razona Crespo. Además, “se ha juntado eso con que los actores más jóvenes tienen más facilidad para moverse por eventos durante la pandemia”. La paridad es otro de los aspectos que cada vez se tienen más en cuenta. “Por desgracia antes mucho menos, pero ahora va calando de manera natural en la decisión”, dice el director del festival de Peñíscola.  

¿Ha patinado San Sebastián?

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿ha fallado la estrategia del festival de San Sebastián premiando a Johnny Depp? “Nosotros tuvimos una polémica parecida en 2018 en Sitges cuando dimos el Premi Honorific a Nicolas Cage”, rememora Mònica García Massagué. Justo antes de acudir al festival, el actor norteamericano fue denunciado de abusos sexuales por una exnovia, algo que marcó la tónica de su visita. “Cage se encontró en medio de un asedio constante, pero estábamos en la misma posición que Donosti: mientras que no haya una condena en firme, no somos quienes para juzgar”, afirma la directora.

Nos ocurrió lo mismo en 2018 en Sitges cuando dimos el Premio Honorific a Nicolas Cage justo después de que recibiese una denuncia por abuso sexual. Pero tenemos que trabajar con hechos probados.

Mònica García Massagué Directora del Festival de Sitges

Massagué señala que tanto San Sebastián como Sitges enarbolan una política de “tolerancia cero con el abuso y la violación”, pero que tienen que “trabajar con hechos probados”. La diferencia entre el festival catalán y el vasco es que al primero le pilló de improviso. “En un honorífico juzgas también la trayectoria personal y vital, y mucha gente piensa que la de Johnny Depp no merece ningún honor”, reflexiona la cabecilla de Sitges.

Cabe la duda entonces de que San Sebastián haya confundido honor con fama y se haya visto envuelto en las consecuencias de una decisión pasada. “No creo que San Sebastián evite ser político y tengo datos empíricos de ello. Codirigí la gala de clausura de 2019, en la que ganó el documental argentino a favor del aborto, y fue una ceremonia muy política”, defiende Borja Crespo. “La política de los festivales la hacen el público y las películas”, reconoce. 

Respecto a la polémica de Depp, cree que “estas cosas tienen que pasar para que no vuelvan a ocurrir. Como organizador tienes que fallar para aprender y desaprender”. “De todo esto ha habido un debate y no creo que San Sebastián vuelva a arriesgarse con algo así”, concluye.

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