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ENTREVISTA | Marisa Paredes

“Es fantástico hacer una huelga de brazos caídos el Día de la Mujer Trabajadora”

Marisa Paredes, Goya de Honor 2018 ®Enrique Cidoncha. Fotos Cortesía de la Academia de Cine

Mina López / Mina López

Cuando Marisa Paredes cogió el teléfono y escuchó a Yvonne Blake, presidenta de la Academia de Cine, decirle que el Goya de Honor 2018 era para ella, lo primero que pensó fue: “Qué horror, por qué me toca esto a mí ahora. Todo el lío de escoger el traje y escribir el discurso”. No es extraño, porque la actriz ya sabe de qué va el tema.

En sus más de 50 años de carrera ha recogido más de 15 premios, entre ellos la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Pero este se le había resistido hasta ahora. “Por fin nos vemos tú y yo las caras” le dijo al ‘cabezón’ cuando lo tuvo en sus manos.

Esta actriz espigada, con pose y voz de diva de cine clásico, empezó en el oficio cuando tenía 14 años, pese a la oposición paterna, que consideraba que trabajar en el mundo de la farándula era más o menos como dedicarse a la prostitución. “¿Quién te crees que eres, Lola Flores?”, le dijo.

Tuvo que pasar un año e hizo falta mucha insistencia por parte de su madre para conseguir su permiso. “Las funciones acababan como a las 12 o la 1 de la noche. Ella, que trabajaba como una fiera, me acompañaba a casa cruzando la mítica plaza de Santa Ana para que si papá se despertaba no hubiese problema”.

Precisamente en la gala de este año, Isabel Coixet también recordó el apoyo que recibió por parte de su progenitora cuando recogió su Goya al Mejor Guión Adaptado por su película La librería. “Las madres han sido más comprensivas porque sabían lo que era estar viviendo con un señor del que dependían económicamente en aquel momento. Ellas, o por lo menos la mía, sentían que eso era una prisión de la que no se podía mover. Lo que tenía muy claro era que quería que yo hiciera lo que quisiera, pero que me sintiera libre”, explica Paredes por teléfono a este periódico.

La libertad de la reivindicación

Tiene muy presente el No a la guerra que se exclamó en la gala de los premios de 2003, cuando ella aún era presidenta de la Academia. Desde aquel momento la ceremonia se ha convertido, en mayor o menor medida, en una ocasión que los asistentes aprovechan para hacer oír sus reivindicaciones.

Algo que no gusta a todo el mundo, como por ejemplo al presentador y actor Arturo Valls, que declaró en la alfombra roja que la fiesta del cine no es el “escaparate” para tratar temas no relacionados con la industria. En esta edición se reclamaba la igualdad de derechos para las mujeres, cuya presencia en el cine (tanto delante como detrás de las cámaras) es mucho menor que la de los hombres.

Con respecto a este tema, la entrevistada comenta que: “Es verdad que es una fiesta en la que se celebra el cine español pero en un momento en el que la gente se manifiesta de una manera más valiente, es un poco absurdo que no se utilice esa plataforma. Pero bueno, tengo que decir que siempre hay censura. Tienes que cumplir con la Academia, cumplir con la productora y con TVE. Son demasiadas presiones para que todo el mundo esté contento y siempre hay muchas cosas que te dejas por el camino”.

La protesta de este año no es una casualidad. Se enmarca dentro de la ola de denuncias que las mujeres del cine en Estados Unidos comenzaron hace un par de años pidiendo igualdad laboral (la ceremonia de los Oscar de 2016 fue uno de los momentos álgidos) y coincide con el escándalo de los acosos sexuales por parte de Harvey Weinstein y muchos otros grandes nombres de Hollywood.

¿Ocurre lo mismo en España? “Cuando yo empecé en esta profesión, siempre había alguno que más o menos quería meter mano a quienes fuéramos mujeres en determinado proyecto de trabajo. Era como parte del momento social y se aprovechaban, por supuesto, de la situación de poder. Es muy alentador que las mujeres americanas se hayan atrevido a denunciar eso, incluso en una gala como los Globos de Oro. A ver qué pasa en los Oscar”.

Pero también hace un comentario con respecto al manifiesto firmado por 100 intelectuales francesas, entre las que se encontraba Catherine Deneuve, en el que se cuestionaba al movimiento de las norteamericanas -cuyo lema es #MeToo (#YoTambién, en castellano)- por puritano y por haber iniciado una ‘caza de brujas’.

“Creo que para nada pueden estar en contra de ese movimiento. Lo que sí hicieron y yo creo que no se entendió bien, es alertar sobre hasta dónde podía llegar ese movimiento porque puede suceder que alguien te diga 'qué guapa estás' y tú contestes 'usted me ha ofendido'. Hay un punto ahí”.

Apoya entusiasta la huelga feminista del próximo 8 de marzo que, además de laboral, también quiere ser de cuidados, de consumo y de estudios. Un día en el que las mujeres dejen de lado sus labores diarias para que se haga visible su importancia en la sociedad. “Me parece muy buena idea. Yo tengo suerte porque mi marido es maravilloso y friega platos, hace la cama, me levanto con la mesa puesta para el desayuno… yo tengo una joyita, pero sé y conozco todas las demás situaciones. Mismamente he visto a mi madre. Así que me parece fantástico hacer una huelga de brazos caídos para el Día de la Mujer Trabajadora”.

Medio siglo de oficio

Ha trabajado con los grandes directores, desde Fernán Gómez a Pedro Almodóvar pasando por Roberto Benigni, Arturo Ripstein o Fernando Trueba. Se ha subido a las tablas del teatro, su rostro se ha proyectado en la gran pantalla y se codeó con Las chicas de hoy en día en la televisión. Y esto solo es un mínimo resumen.

De los tres medios escoge el cine, porque la película viaja: “Tú haces la película y luego ella sigue su camino y te ven acá y allá y es bonito porque tiene una repercusión. También es cierto que el teatro tiene esa cosa súper importante que es el encuentro con el público. Es un acto vivo, que no se repite, la representación diaria casi siempre es diferente porque el público es diferente y su respuesta también lo es”.

En la televisión ya no se siente cómoda. “Ha llegado a los extremos de que cualquiera que salga en la televisión es famoso tanto con interés como sin él. Hay gente maravillosa en televisión, actores y actrices estupendos… pero entran las cosas buenas y las cosas malas. Cuando yo hacía televisión, en general, todo tenía un nivel. Ensayábamos una semana, grabábamos en dos o tres días. Ahora hay series que están muy bien, pero a mí cuando me llaman y me cuentan que hay que hacer todos los días no sé cuántas secuencias y además aprendérselo el día anterior... esa no es mi forma de trabajar”.

Próximamente estrenará dos películas: Petra, de Jaime Rosales y El sueño del califa de Souheil Ben-Barka y, por el momento, no tiene previsto jubilarse. “Siempre me queda mucho por hacer, lo único que no quiero es repetir personajes. Si ya he hecho dos veces de prostituta borracha hacerlo otra vez me aburre. Aunque sí tengo que decir que si el director es nuevo y me excita o me estimula la curiosidad lo haré igualmente”.

Le gustaría trabajar en un thriller, una comedia policíaca o musical, aunque “como soy tan delgaducha pues no parece que encaje mucho”, dice entre risas.

Afirma que ha tenido la suerte de trabajar con muchos de los más grandes y que está “contenta como estoy y como me han venido las cosas pero siempre espero que pasen otras, quiero aprender todo el rato. Porque este oficio es para aprender. Eso sí, cada vez intento más, y a veces lo consigo, ser más feliz. Trabajar con menos agobios, menos angustias, con más serenidad… eso es fundamental”.

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